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significados y conceptos.
(Jue 15:1) Sucedió «después de algún tiempo,»* que en los días
de la siega del trigo Sansón visitó a su mujer
con un cabrito, diciendo: Entraré a mi mujer en el aposento. Mas el padre de
ella no lo dejó entrar.
(Jue 15:2) Y dijo el padre de
ella: Me persuadí de que la aborrecías, y la di a tu compañero. Mas su hermana
menor, ¿no es más hermosa que ella? Tómala, pues, en su lugar.
(Jue 15:3) Entonces le dijo
Sansón: Sin culpa seré esta vez respecto de los filisteos, si mal les hiciere.
(Jue 15:4) Y fue Sansón y cazó
trescientas zorras, y tomó mecheros [antorchas,
teas], y juntó cola con cola, y puso
una tea entre cada dos colas.
(Jue 15:5) Después, encendiendo los mecheros [antorchas, teas], soltó las zorras en los sembrados de los filisteos, y quemó
las mieses amontonadas y en pie, viñas y olivares.
(Jue 15:6) Y dijeron los
filisteos: ¿Quién hizo esto? Y les contestaron: Sansón, el yerno del timnateo,
porque le quitó su mujer y la dio a su compañero. Y vinieron los filisteos y la
quemaron a ella y a su padre.
(Jue 15:7) Entonces Sansón les dijo:
Ya que así han hecho, juro que me vengaré de ustedes, y después desistiré.
(Jue 15:8) Y los hirió cadera y
muslo con gran mortandad; y descendió y habitó en la cueva
de la peña de Etam.
Sansón derrota a los filisteos en
Lehi
(Jue 15:9) Entonces los filisteos subieron y acamparon en Judá, y se extendieron por Lehi.
(Jue 15:10) Y los varones de Judá les dijeron: ¿Por qué han subido contra nosotros? Y ellos
respondieron: A prender a Sansón hemos subido, para hacerle como él nos ha
hecho.
(Jue 15:11) Y vinieron tres mil
hombres de Judá a la cueva de la peña de Etam, y dijeron a Sansón: ¿No sabes tú
que los filisteos dominan sobre nosotros? ¿Por qué nos has hecho esto? Y él les
respondió: Yo les he hecho como ellos me hicieron.
(Jue 15:12) Ellos entonces le dijeron: Nosotros hemos venido
para prenderte y entregarte en mano de los filisteos. Y Sansón les respondió:
Júrenme que ustedes no me mataran.
(Jue 15:13) Y ellos le respondieron,
diciendo: No; solamente te prenderemos, y te entregaremos en sus manos; mas no
te mataremos. Entonces le ataron con dos cuerdas nuevas, y le hicieron venir de
la peña.
(Jue 15:14) Y así que vino hasta Lehi, los filisteos salieron
gritando a su encuentro; pero el Espíritu
de Jehová vino sobre él, y las cuerdas que
estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado con fuego, y las ataduras
se cayeron de sus manos.
(Jue 15:15) Y hallando una
quijada de asno fresca aún, extendió la mano y la tomó, y mató con ella a mil
hombres.
(Jue 15:16) Entonces Sansón dijo:
Con la quijada de un asno, un montón, dos montones; Con la quijada de un asno
maté a mil hombres.
(Jue 15:17) Y acabando de hablar, arrojó de su mano la quijada, y llamó a aquel lugar Ramat-lehi.
(Jue 15:18) Y teniendo gran sed,
clamó luego a Jehová, y dijo: Tú has dado esta grande salvación por mano de tu esclavo [siervo, sirviente]; ¿y moriré yo ahora de sed, y caeré en mano de los
incircuncisos?
(Jue 15:19) Entonces abrió Dios
la cuenca que hay en Lehi; y salió de allí agua, y él bebió, y recobró su espíritu, y se reanimó. Por esto llamó el
nombre de aquel lugar, En-hacore, el cual está en Lehi, hasta hoy.
(Jue 15:20) Y juzgó a Israel en
los días de los filisteos veinte años.
Sansón en Gaza
(Jue 16:1) Fue Sansón a Gaza, y
vio allí a una mujer prostituta [ramera], y se llegó a ella.
(Jue 16:2) Y fue dicho a los de Gaza: Sansón ha venido acá. Y
lo rodearon, y acecharon toda aquella noche a la puerta de la ciudad; y
estuvieron callados toda aquella noche, diciendo: Hasta la luz de la mañana;
entonces lo mataremos.
(Jue 16:3) Mas Sansón durmió
hasta la medianoche; y a la medianoche se levantó, y tomando las puertas de la ciudad
con sus dos pilares y su cerrojo, se las echó al hombro, y se fue y las subió a
la cumbre del monte que está delante de Hebrón.
Sansón y Dalila
(Jue 16:4) Después de esto sucedió
que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila.
(Jue 16:5) Y vinieron a ella
los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale e infórmate en qué
consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo
dominemos; y «cada uno de»* nosotros te dará
mil cien siclos de plata.
(Jue 16:6) Y Dalila dijo a
Sansón: «Yo te ruego»* que me declares
en qué consiste tu gran fuerza, y cómo podrás ser atado para ser dominado.
(Jue 16:7) Y le respondió
Sansón: Si me ataren con siete mimbres verdes que aún no estén enjutos,
entonces me debilitaré y seré como cualquiera de los hombres.
(Jue 16:8) Y los príncipes de los filisteos le trajeron siete mimbres verdes que aún no estaban enjutos, y
ella le ató con ellos.
(Jue 16:9) Y ella tenía hombres en acecho en el aposento.
Entonces ella le dijo: ¡Sansón, los filisteos
contra ti! Y él rompió los mimbres, como se rompe una cuerda de estopa cuando
toca el fuego; y no se supo el secreto de su fuerza.
(Jue 16:10) Entonces Dalila dijo
a Sansón: He aquí tú me has engañado, y me has dicho mentiras; descúbreme,
pues, ahora, «te ruego,»* cómo podrás ser atado.
(Jue 16:11) Y él le dijo: Si me
ataren fuertemente con cuerdas nuevas que no se hayan usado, yo me debilitaré,
y seré como cualquiera de los hombres.
(Jue 16:12) Y Dalila tomó
cuerdas nuevas, y le ató con ellas, y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti!
Y los espías estaban en el aposento. Mas él las rompió de sus brazos como un
hilo.
(Jue 16:13) Y Dalila dijo a
Sansón: Hasta ahora me engañas, y tratas conmigo con mentiras. Descúbreme,
pues, ahora, cómo podrás ser atado. El entonces le dijo: Si tejieres siete
guedejas de mi cabeza con la tela y las asegurares con la estaca.
(Jue 16:14) Y ella las aseguró con la estaca, y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Mas despertando él
de su sueño, arrancó la estaca del telar con la tela.
(Jue 16:15) Y ella le dijo:
¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu corazón
no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún en
qué consiste tu gran fuerza.
(Jue 16:16) Y sucedió que,
presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.
(Jue 16:17) Le descubrió, pues,
todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi
cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre.
Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos
los hombres.
(Jue 16:18) Viendo Dalila que él
le había descubierto todo su corazón,
envió a llamar a los principales de los filisteos, diciendo: Vengan esta vez,
porque él me ha descubierto todo su corazón.
Y los principales de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el
dinero.
(Jue 16:19) Y ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas, y llamó a un hombre, quien le rapó las
siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su fuerza se
apartó de él.
(Jue 16:20) Y le dijo: ¡Sansón,
los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez
saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había
apartado de él.
(Jue 16:21) Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con
cadenas para que moliese en la cárcel.
(Jue 16:22) Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado.
Muerte de Sansón
(Jue 16:23) Entonces los principales de los filisteos se
juntaron para ofrecer sacrificio a Dagón su dios
y para alegrarse; y dijeron: Nuestro dios entregó en nuestras manos a Sansón
nuestro enemigo.
(Jue 16:24) Y viéndolo el
pueblo, alabaron a su dios, diciendo: Nuestro dios entregó en nuestras manos a
nuestro enemigo, y al destruidor de nuestra tierra, el cual había dado muerte a
muchos de nosotros.
(Jue 16:25) Y sucedió que cuando
sintieron alegría en su corazón,
dijeron: Llamen a Sansón, para que nos divierta. Y llamaron a Sansón de la
cárcel, y sirvió de juguete delante de ellos; y lo pusieron entre las columnas.
(Jue 16:26) Entonces Sansón dijo
al joven que le guiaba de la mano: Acércame, y hazme palpar las columnas sobre
las que descansa la casa, para que me apoye sobre ellas.
(Jue 16:27) Y la casa estaba llena de hombres y mujeres, y
todos los principales de los filisteos estaban allí; y en el piso alto había
como tres mil hombres y mujeres, que estaban mirando el escarnio de Sansón.
(Jue 16:28) Entonces clamó
Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, «te ruego,»*
solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos
por mis dos ojos.
(Jue 16:29) Asió luego Sansón
las dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la casa, y echó todo su
peso sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano izquierda sobre la otra.
(Jue 16:30) Y dijo Sansón: Muera
yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa
sobre los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y los que
mató al morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida.
(Jue 16:31) Y descendieron sus
hermanos y toda la casa de su padre, y le tomaron, y le llevaron, y le
sepultaron entre Zora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoa. Y él juzgó a
Israel veinte años.
Las imágenes y el sacerdote de Micaía
(Jue 17:1) Hubo un hombre del
monte de Efraín, que se llamaba Micaía,
(Jue 17:2) el cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de
plata que te fueron hurtados [robados], acerca de los cuales maldijiste, y de los cuales me
hablaste, he aquí el dinero está en mi poder; yo lo tomé. Entonces la madre
dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío.
(Jue 17:3) Y él devolvió los mil cien siclos de plata a su
madre; y su madre dijo: De hecho he dedicado el
dinero a Jehová por mi hijo, para hacer una imagen de
talla y una de fundición; ahora, pues, yo te lo devuelvo.
(Jue 17:4) Mas él devolvió el dinero a su madre, y tomó su madre doscientos siclos de plata y los dio al
fundidor, quien hizo de ellos una imagen de talla y una de fundición,
la cual fue puesta en la casa de Micaía.
(Jue 17:5) Y este hombre Micaía tuvo casa de dioses, e hizo efod y terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su
sacerdote.
(Jue 17:6) En aquellos días
no había rey en Israel; «cada uno»* hacía lo que
bien «le parecía.»
(Jue 17:7) Y había un joven de
Belén de Judá, de la tribu de Judá, el cual era levita, y forastero allí.
(Jue 17:8) Este hombre partió
de la ciudad de Belén de Judá para ir a vivir donde pudiera encontrar lugar; y
llegando en su camino al monte de Efraín, vino a casa de Micaía.
(Jue 17:9) Y Micaía le dijo: ¿De dónde vienes? Y el levita le respondió: Soy de Belén de Judá, y voy a vivir donde
pueda encontrar lugar.
(Jue 17:10) Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y
serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré
diez siclos de plata «por año,»* vestidos y comida. Y el levita se quedó.
(Jue 17:11) Agradó, pues, al
levita morar con aquel hombre, y fue para él como uno de sus hijos.
(Jue 17:12) Y Micaía «consagró»* al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y permaneció en casa de Micaía.
(Jue 17:13) Y Micaía dijo: Ahora sé
que Jehová me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote.
Micaía y los hombres de Dan
(Jue 18:1) En aquellos días
no había rey en Israel. Y en aquellos días
la tribu de Dan buscaba posesión para sí donde
habitar, porque hasta entonces no había tenido posesión entre las tribus de
Israel.
(Jue 18:2) Y los hijos de Dan enviaron
de su tribu cinco hombres de entre ellos, hombres valientes, de Zora y Estaol,
para que reconociesen y explorasen bien la tierra; y les dijeron: vayan y
reconozcan la tierra. Estos vinieron al monte de Efraín, hasta la casa de
Micaía, y allí posaron.
(Jue 18:3) Cuando estaban cerca de la casa de Micaía,
reconocieron la voz del joven levita; y llegando allá, le dijeron: ¿Quién te ha
traído acá? ¿y qué haces aquí? ¿y qué tienes tú
por aquí?
(Jue 18:4) El les respondió: De
esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaía, y me ha tomado para que sea su
sacerdote.
(Jue 18:5) Y ellos le dijeron:
Pregunta, pues, ahora a Dios, para que sepamos si ha de prosperar este viaje
que hacemos.
(Jue 18:6) Y el sacerdote les respondió: vayan en paz; delante de Jehová está su [de ustedes] camino en que andan.
(Jue 18:7) Entonces aquellos cinco hombres salieron, y vinieron a Lais; y vieron que el pueblo que
habitaba en ella estaba seguro, ocioso y confiado, conforme a la costumbre de los de Sidón, sin que nadie en
aquella región les perturbase en cosa alguna, ni había quien poseyese el reino.
Y estaban lejos de los sidonios, y no tenían negocios con nadie.
(Jue 18:8) Volviendo, pues, ellos a sus hermanos en Zora y Estaol, sus hermanos les dijeron: ¿Qué hay? Y
ellos respondieron:
(Jue 18:9) Levántense, subamos contra ellos; porque nosotros
hemos explorado la región, y hemos visto que es muy buena; ¿y ustedes no harán
nada? No sean perezosos en ponerse en marcha para ir a tomar posesión de la
tierra
(Jue 18:10) Cuando vayan, llegaran a un pueblo confiado y a una
tierra «muy espaciosa,»* pues Dios la ha entregado en sus [de
ustedes] manos; lugar donde no hay falta de cosa alguna que haya en
la tierra.
(Jue 18:11) Entonces salieron de
allí, de Zora y de Estaol, seiscientos hombres de la familia de Dan, armados de
armas de guerra.
(Jue 18:12) Fueron y acamparon
en Quiriatjearim en Judá, por lo cual llamaron a aquel lugar el campamento de
Dan, hasta hoy; está al occidente de Quiriatjearim.
(Jue 18:13) Y de allí pasaron al
monte de Efraín, y vinieron hasta la casa de Micaía.
(Jue 18:14) Entonces aquellos
cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais dijeron a sus
hermanos: ¿No saben que en estas casas hay efod y terafines, y una imagen
de talla y una de fundición? Vean, por tanto, lo que han de hacer.
(Jue 18:15) Cuando llegaron
allá, vinieron a la casa del joven levita, en casa de Micaía, y le preguntaron «cómo estaba.»
(Jue 18:16) Y los seiscientos hombres, que eran de los hijos de
Dan, estaban armados de sus armas de guerra a la entrada de la puerta.
(Jue 18:17) Y subiendo los cinco
hombres que habían ido a reconocer la tierra, entraron allá y tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de
fundición, mientras estaba el sacerdote a la entrada de la puerta con los
seiscientos hombres armados de armas de guerra.
(Jue 18:18) Entrando, pues, aquéllos en la casa de Micaía,
tomaron la imagen de
talla, el efod, los terafines
y la imagen de fundición. Y el sacerdote les dijo:
¿Qué hacen ustedes?
(Jue 18:19) Y ellos le respondieron:
Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro
padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre,
que de una tribu y familia de Israel?
(Jue 18:20) Y se alegró el corazón del sacerdote, el cual tomó el efod y los terafines y la imagen, y se fue en medio del pueblo.
(Jue 18:21) Y ellos se volvieron
y partieron, y pusieron los niños, el ganado y el bagaje por delante.
(Jue 18:22) Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaía,
los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaía se juntaron
y siguieron a los hijos de Dan.
(Jue 18:23) Y dando voces a los
de Dan, éstos volvieron sus rostros, y dijeron a Micaía: ¿Qué tienes, que has
juntado gente?
(Jue 18:24) El respondió:
Tomaron mis dioses que yo hice y al sacerdote, y se van; ¿qué más me queda?
¿Por qué, pues, me dicen: ¿Qué tienes?
(Jue 18:25) Y los hijos de Dan le
dijeron: No des voces tras nosotros, no sea que los de ánimo colérico les
acometan, y pierdas también tu vida y la vida de los tuyos.
(Jue 18:26) Y prosiguieron los
hijos de Dan su camino, y Micaía, viendo que eran más fuertes que él, volvió y
regresó a su casa.
(Jue 18:27) Y ellos, llevando
las cosas que había hecho Micaía, juntamente con el sacerdote que tenía,
llegaron a Lais, al pueblo tranquilo y confiado; y los hirieron a filo de
espada, y quemaron la ciudad.
(Jue 18:28) Y no hubo quien los defendiese, porque estaban
lejos de Sidón, y no tenían negocios con nadie.
Y la ciudad estaba en el valle que hay junto a Bet-rehob. Luego reedificaron la
ciudad, y habitaron en ella.
(Jue 18:29) Y llamaron el nombre
de aquella ciudad Dan, conforme al nombre de Dan su padre, hijo de Israel, bien
que antes se llamaba la ciudad Lais.
(Jue 18:30) Y los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de talla; y Jonatán hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos fueron sacerdotes en la tribu de Dan,
hasta el día del cautiverio de la tierra.
(Jue 18:31) Así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho,
todo el tiempo que la casa de Dios
estuvo en Silo.
El levita y su concubina
(Jue 19:1) En aquellos días,
cuando no había rey en Israel, hubo un levita
que moraba como forastero en la parte más remota del monte de Efraín, el cual
había tomado para sí mujer concubina de Belén de Judá.
(Jue 19:2) Y su concubina le
fue infiel, y se fue de él a casa de su padre, a Belén de Judá, y estuvo allá
durante cuatro meses.
(Jue 19:3) Y se levantó su
marido y la siguió, para hablarle «amorosamente»* y hacerla volver; y llevaba consigo un criado,
y un par de asnos; y ella le hizo entrar en la casa de su padre.
(Jue 19:4) Y viéndole el padre de la joven, salió a recibirle
gozoso; y le detuvo su suegro, el padre de la joven, y quedó en su casa tres días, comiendo y bebiendo y alojándose allí.
(Jue 19:5) Al cuarto día, cuando se
levantaron de mañana, se levantó también el levita para irse; y el padre de la
joven dijo a su yerno: Conforta tu corazón
con un bocado de pan, y después se irán.
(Jue 19:6) Y se sentaron ellos
dos juntos, y comieron y bebieron. Y el padre de la joven dijo al varón: «Yo te ruego»*
que quieras pasar aquí la noche, y se alegrará
tu corazón.
(Jue 19:7) Y se levantó el varón para irse, pero insistió su suegro, y volvió a pasar allí la noche.
(Jue 19:8) Al quinto día, levantándose
de mañana para irse, le dijo el padre de la joven: Conforta ahora tu corazón, y aguarda hasta que decline el día.
Y comieron ambos juntos.
(Jue 19:9) Luego se levantó el varón para irse, él y su concubina y su criado. Entonces su suegro, el
padre de la joven, le dijo: He aquí ya el día declina para anochecer, «te ruego»* que
pasen aquí la noche; he aquí que el día se acaba, duerme aquí, para que se
alegre tu corazón;
y mañana se levantaran temprano a su [de
ustedes] camino y te irás a tu casa.
(Jue 19:10) Mas el hombre no quiso
pasar allí la noche, sino que se levantó y se fue, y llegó hasta enfrente de
Jebús, que es Jerusalén, con su par de asnos ensillados, y su concubina.
(Jue 19:11) Y estando ya junto a Jebús, el día había declinado
mucho; y dijo el criado a su señor: Ven ahora, y
vámonos a esta ciudad de los jebuseos, para que pasemos en ella la noche.
(Jue 19:12) Y su señor le
respondió: No iremos a ninguna ciudad de extranjeros, que no sea de los hijos
de Israel, sino que pasaremos hasta Gabaa. Y dijo a su criado:
(Jue 19:13) Ven, sigamos hasta uno de esos lugares, para pasar
la noche en Gabaa o en Ramá.
(Jue 19:14) Pasando, pues,
caminaron, y se les puso el sol junto a
Gabaa que era de Benjamín.
(Jue 19:15) Y se apartaron del
camino para entrar a pasar allí la noche en Gabaa; y entrando, se sentaron en
la plaza de la ciudad, porque no hubo «quien»* los acogiese en casa para pasar la noche.
(Jue 19:16) Y he aquí un hombre viejo que venía de su trabajo
del campo al anochecer, el cual era del monte de Efraín, y moraba como forastero en Gabaa; pero los habitantes [moradores, residentes] de aquel lugar eran
hijos de Benjamín.
(Jue 19:17) Y alzando el viejo los ojos, vio a aquel caminante en la plaza de la ciudad, y le
dijo: ¿A dónde vas, y de dónde vienes?
(Jue 19:18) Y él respondió: Pasamos
de Belén de Judá a la parte más remota del monte de Efraín, de donde soy; y
había ido a Belén de Judá; mas ahora voy a la casa de Jehová, y no hay «quien»* me reciba en casa.
(Jue 19:19) Nosotros tenemos paja y forraje para nuestros
asnos, y también tenemos pan y vino para mí y para tu sierva, y para el criado
que está con tu esclavo [siervo, sirviente]; no nos hace falta nada.
(Jue 19:20) Y el hombre anciano dijo:
Paz sea contigo; tu necesidad toda quede solamente a mi cargo, con tal que no
pases la noche en la plaza.
(Jue 19:21) Y los trajo a su casa, y dio de comer a sus asnos;
y se lavaron los pies, y comieron y bebieron.
(Jue 19:22) Pero cuando «estaban
gozosos,»* he aquí que los hombres de
aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpeando a la puerta; y
hablaron al anciano, dueño de la casa, diciendo: Saca al hombre que ha entrado
en tu casa, para que lo conozcamos.
(Jue 19:23) Y salió a ellos el
dueño de la casa y les dijo: No, hermanos míos, «les
ruego»* que no cometan este mal; ya que este hombre ha entrado en mi casa, no hagan
esta maldad.
(Jue 19:24) He aquí mi hija
virgen, y la concubina de él; yo se las sacaré ahora; humíllenlas y hagan con
ellas «como les parezca,»* y no hagan a
este hombre cosa tan infame.
(Jue 19:25) Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre a su concubina,
la sacó; y entraron a ella, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y
la dejaron cuando apuntaba el alba.
(Jue 19:26) Y «cuando ya
amanecía,»* vino la mujer, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde
su señor estaba, «hasta que fue de
día.»
(Jue 19:27) Y se levantó por la mañana su señor, y abrió las puertas de la casa, y salió para seguir su
camino; y he aquí la mujer su concubina estaba tendida delante de la puerta de
la casa, con las manos sobre el umbral.
(Jue 19:28) El le dijo:
Levántate, y vámonos; pero ella no respondió. Entonces la levantó el varón, y
echándola sobre su asno, se levantó y se fue a su lugar.
(Jue 19:29) Y llegando a su casa, tomó
un cuchillo, y echó mano de su concubina, y la partió por sus huesos en doce partes, y la envió por todo el
territorio de Israel.
(Jue 19:30) Y todo el que veía
aquello, decía: Jamás se ha hecho ni visto tal cosa, desde el tiempo en que los hijos de Israel subieron de
la tierra de Egipto hasta hoy. Consideren esto, tomen consejo, y hablen.
La guerra contra Benjamín
(Jue 20:1) Entonces salieron
todos los hijos de Israel, y se reunió la congregación como un solo hombre,
desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, a Jehová en Mizpa.
(Jue 20:2) Y los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus
de Israel, se hallaron presentes en la reunión
del pueblo de Dios, cuatrocientos mil hombres de a pie que sacaban espada.
(Jue 20:3) Y los hijos de Benjamín oyeron que los hijos de Israel habían subido a Mizpa. Y
dijeron los hijos de Israel: Digan cómo fue esta maldad.
(Jue 20:4) Entonces el varón levita, marido de la mujer
muerta, respondió y dijo: Yo llegué a Gabaa de
Benjamín con mi concubina, para pasar allí la noche.
(Jue 20:5) Y levantándose contra mí los de Gabaa, rodearon contra mí la casa por la noche, con idea de matarme,
y a mi concubina la humillaron de tal manera que murió.
(Jue 20:6) Entonces tomando yo
mi concubina, la corté en pedazos, y la envié por todo el territorio de la
posesión de Israel, por cuanto han hecho maldad y crimen en Israel.
(Jue 20:7) He aquí todos ustedes
son hijos de Israel; den aquí su [de
ustedes] parecer y consejo.
(Jue 20:8) Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se
levantó, y dijeron: Ninguno de nosotros irá a su tienda, ni volverá ninguno de nosotros a su casa.
(Jue 20:9) Mas esto es ahora lo que haremos a Gabaa: contra ella subiremos por sorteo.
(Jue 20:10) Tomaremos diez
hombres de cada ciento por todas las tribus de Israel, y ciento de cada mil, y
mil de cada diez mil, que lleven víveres para el pueblo, para que yendo a Gabaa
de Benjamín le hagan conforme a toda la abominación [cosa repugnante] que ha cometido en Israel.
(Jue 20:11) Y se juntaron todos
los hombres de Israel contra la ciudad, ligados como un solo hombre.
(Jue 20:12) Y las tribus de Israel enviaron varones por toda la tribu de Benjamín, diciendo: ¿Qué
maldad es esta que ha sido hecha entre ustedes?
(Jue 20:13) Entreguen, pues,
ahora a aquellos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos, y
quitemos el mal de Israel. Mas los de Benjamín no quisieron oír la voz de sus
hermanos los hijos de Israel,
(Jue 20:14) sino que los de Benjamín se juntaron de las
ciudades en Gabaa, para salir a pelear contra los hijos de Israel.
(Jue 20:15) Y fueron contados en
aquel tiempo los hijos de Benjamín de
las ciudades, veintiséis mil hombres que sacaban espada, sin los que moraban en
Gabaa, que fueron por cuenta setecientos hombres escogidos.
(Jue 20:16) De toda aquella gente había setecientos hombres
escogidos, que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a
un cabello, y no erraban.
(Jue 20:17) Y fueron contados los varones de Israel, fuera de
Benjamín, cuatrocientos mil hombres que sacaban espada, todos estos hombres de
guerra.
(Jue 20:18) Luego se levantaron los hijos de Israel, y subieron
a la casa de Dios y consultaron a Dios, diciendo: ¿Quién subirá de nosotros el primero en la guerra contra los hijos
de Benjamín? Y Jehová respondió: Judá será el primero.
(Jue 20:19) Se levantaron, pues, los hijos de Israel por la
mañana, contra Gabaa.
(Jue 20:20) Y salieron los hijos
de Israel a combatir contra Benjamín, y los varones de Israel ordenaron la
batalla contra ellos junto a Gabaa.
(Jue 20:21) Saliendo entonces de
Gabaa los hijos de Benjamín, derribaron por tierra aquel día veintidós mil
hombres de los hijos de Israel.
(Jue 20:22) Mas reanimándose el
pueblo, los varones de Israel volvieron a ordenar la batalla en el mismo lugar
donde la habían ordenado el primer día.
(Jue 20:23) Porque los hijos de Israel subieron y lloraron delante de Jehová hasta la noche, y
consultaron a Jehová, diciendo: ¿Volveremos a pelear con los hijos de Benjamín
nuestros hermanos? Y Jehová les respondió: Suban contra ellos.
(Jue 20:24) Por lo cual se acercaron los hijos de Israel contra
los hijos de Benjamín el segundo día.
(Jue 20:25) Y aquel segundo día, saliendo Benjamín de Gabaa
contra ellos, derribaron por tierra otros
dieciocho mil hombres de los hijos de Israel, todos los cuales sacaban espada.
(Jue 20:26) Entonces subieron
todos los hijos de Israel, y todo el pueblo, y vinieron a la casa de Dios; y
lloraron, y se sentaron allí en presencia de Jehová, y ayunaron aquel día hasta
la noche; y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová.
(Jue 20:27) Y los hijos de Israel preguntaron a Jehová (pues el arca
del pacto [alianza, convenio,
acuerdo] de Dios estaba allí en aquellos días,
(Jue 20:28) y Finees hijo de Eleazar, hijo de Aarón, ministraba
delante de ella en aquellos días), y
dijeron: ¿Volveremos aún a salir contra los
hijos de Benjamín nuestros hermanos, para pelear, o desistiremos? Y Jehová
dijo: Suban, porque mañana yo se los entregaré.
(Jue 20:29) Y puso Israel emboscadas alrededor de Gabaa.
(Jue 20:30) Subiendo entonces
los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín el tercer día, ordenaron la
batalla delante de Gabaa, «como las
otras veces.»
(Jue 20:31) Y salieron los hijos
de Benjamín al encuentro del pueblo, alejándose de la ciudad; y comenzaron a
herir a algunos del pueblo, matándolos «como
las otras veces»* por los caminos, uno de
los cuales sube a Betel, y el otro a Gabaa en el campo; y mataron unos treinta
hombres de Israel.
(Jue 20:32) Y los hijos de Benjamín decían: Vencidos son delante de nosotros, como antes. Mas los
hijos de Israel decían: Huiremos, y los alejaremos de la ciudad hasta los
caminos.
(Jue 20:33) Entonces se levantaron todos los de Israel de su
lugar, y se pusieron en orden de batalla en Baal-tamar; y también las
emboscadas de Israel salieron de su lugar, de la pradera de Gabaa.
(Jue 20:34) Y vinieron contra Gabaa diez mil hombres escogidos
de todo Israel, y la batalla arreciaba; mas
ellos no sabían que ya el desastre se acercaba a ellos.
(Jue 20:35) Y derrotó Jehová a
Benjamín delante de Israel; y mataron los hijos de Israel aquel día a
veinticinco mil cien hombres de Benjamín, todos los cuales sacaban espada.
(Jue 20:36) Y vieron los hijos
de Benjamín que eran derrotados; y los hijos de Israel cedieron campo a
Benjamín, porque estaban confiados en las emboscadas que habían puesto detrás
de Gabaa.
(Jue 20:37) Y los hombres de las emboscadas acometieron
prontamente a Gabaa, y avanzaron e hirieron a
filo de espada a toda la ciudad.
(Jue 20:38) Y era la señal concertada entre los hombres de Israel
y las emboscadas, que hiciesen subir una gran humareda de la ciudad.
(Jue 20:39) Luego, pues, que los de Israel retrocedieron en la batalla, los de Benjamín comenzaron a herir y
matar a la gente de Israel como treinta hombres, y ya decían: Ciertamente ellos
han caído delante de nosotros, como en la primera batalla.
(Jue 20:40) Mas cuando la columna de humo comenzó a subir de la ciudad, los de Benjamín miraron hacia
atrás; y he aquí que el humo de la ciudad subía al cielo.
(Jue 20:41) Entonces se volvieron
los hombres de Israel, y los de Benjamín se llenaron de temor, porque vieron
que el desastre había venido sobre ellos.
(Jue 20:42) Volvieron, por tanto, la espalda delante de Israel
hacia el camino del desierto; pero la batalla los
alcanzó, y los que salían de las ciudades los destruían en medio de ellos.
(Jue 20:43) Así cercaron a los de Benjamín, y los acosaron y
hollaron desde Menúha hasta enfrente de Gabaa
hacia donde nace el sol.
(Jue 20:44) Y cayeron de Benjamín dieciocho mil hombres, todos
ellos hombres de guerra.
(Jue 20:45) Volviéndose luego, huyeron
hacia el desierto, a la peña de Rimón, y de ellos fueron abatidos cinco mil
hombres en los caminos; y fueron persiguiéndolos aun hasta Gidom, y mataron de
ellos a dos mil hombres.
(Jue 20:46) Fueron todos los que
de Benjamín murieron aquel día, veinticinco mil hombres que sacaban espada,
todos ellos hombres de guerra.
(Jue 20:47) Pero se volvieron y huyeron
al desierto a la peña de Rimón seiscientos hombres, los cuales estuvieron en la
peña de Rimón cuatro meses.
(Jue 20:48) Y los hombres de Israel volvieron sobre los hijos
de Benjamín, y los hirieron a filo de espada,
así a los hombres de cada ciudad como a las bestias y todo lo que fue hallado;
asimismo pusieron fuego a todas las ciudades que hallaban.
Mujeres para los benjamitas
(Jue 21:1) Los varones de Israel habían jurado en Mizpa,
diciendo: «Ninguno»*
de nosotros dará su hija a los de Benjamín por
mujer.
(Jue 21:2) Y vino el pueblo a la casa de Dios, y se estuvieron allí hasta la noche en presencia de Dios; y alzando
su voz hicieron gran llanto, y dijeron:
(Jue 21:3) Oh Jehová Dios de Israel, ¿por qué ha sucedido esto
en Israel, que falte hoy de Israel una tribu?
(Jue 21:4) Y al día siguiente el pueblo se levantó de mañana, y edificaron allí altar, y ofrecieron
holocaustos y ofrendas de paz.
(Jue 21:5) Y dijeron los hijos de Israel: ¿Quién de todas las
tribus de Israel no subió a la reunión delante
de Jehová? Porque se había hecho gran juramento contra el que no subiese a
Jehová en Mizpa, diciendo: Sufrirá la muerte.
(Jue 21:6) Y los hijos de Israel se arrepintieron a causa de Benjamín su hermano, y dijeron: Cortada es
hoy de Israel una tribu.
(Jue 21:7) ¿Qué haremos en
cuanto a mujeres para los que han quedado? Nosotros hemos jurado por Jehová que
no les daremos nuestras hijas por mujeres.
(Jue 21:8) Y dijeron: ¿Hay
alguno de las tribus de Israel que no haya subido a Jehová en Mizpa? Y hallaron
que ninguno de Jabesgalaad había venido al campamento, a la reunión.
(Jue 21:9) Porque fue contado el pueblo, y no hubo allí varón
de los habitantes [moradores, residentes]
de Jabes-galaad.
(Jue 21:10) Entonces la congregación envió allá a doce mil hombres de «los más valientes,»*
y les mandaron, diciendo: vayan e hieran a filo
de espada a los habitantes [moradores,
residentes] de Jabes-galaad, con las mujeres y niños.
(Jue 21:11) Pero harán de esta
manera: mataran a todo varón, y a toda mujer que haya conocido ayuntamiento de
varón.
(Jue 21:12) Y hallaron de los
habitantes [moradores, residentes]
de Jabes-galaad cuatrocientas doncellas que no habían conocido ayuntamiento de
varón, y las trajeron al campamento en Silo, que está en la tierra de Canaán.
(Jue 21:13) Toda la congregación envió
luego a hablar a los hijos de Benjamín que estaban en la peña de Rimón, y los
llamaron en paz.
(Jue 21:14) Y volvieron entonces los de Benjamín, y les dieron
por mujeres las que habían guardado vivas de las mujeres de Jabes-galaad; mas
no les bastaron éstas.
(Jue 21:15) Y el pueblo tuvo compasión de Benjamín, porque
Jehová había abierto una brecha entre las tribus
de Israel.
(Jue 21:16) Entonces los ancianos de la congregación dijeron: ¿Qué haremos respecto de mujeres para los que han
quedado? Porque fueron muertas las mujeres de Benjamín.
(Jue 21:17) Y dijeron: Tenga
Benjamín herencia en los que han escapado, y no sea exterminada una tribu de
Israel.
(Jue 21:18) Pero nosotros no les
podemos dar mujeres de nuestras hijas, porque los hijos de Israel han jurado
diciendo: Maldito el que diere mujer a los benjamitas.
(Jue 21:19) Ahora bien, dijeron, he aquí «cada año»* hay
fiesta solemne de Jehová en Silo, que está al norte de Betel, y al lado
oriental del camino que sube de Betel a Siquem, y al sur de Lebona.
(Jue 21:20) Y mandaron a los
hijos de Benjamín, diciendo: vayan, y pongan emboscadas en las viñas,
(Jue 21:21) y estén atentos; y cuando vean salir a las hijas de
Silo a bailar en corros, salgan de las viñas, y arrebaten «cada uno»* mujer para sí de
las hijas de Silo, y váyanse a tierra de Benjamín.
(Jue 21:22) Y si vinieren los
padres de ellas o sus hermanos a demandárnoslas, nosotros les diremos: «Hágannos la merced de concedérnoslas,»* pues que
nosotros en la guerra no tomamos mujeres para todos; además, no son ustedes los
que se las dieron, para que ahora sean culpados.
(Jue 21:23) Y los hijos de Benjamín lo hicieron así; y tomaron mujeres conforme a su número,
robándolas de entre las que danzaban; y se fueron, y volvieron a su heredad [posesión territorial], y reedificaron las ciudades, y habitaron en ellas.
(Jue 21:24) Entonces los hijos de Israel se fueron también de allí, «cada
uno»* a su
tribu y a su familia, saliendo de allí «cada
uno»* a su
heredad [posesión territorial].
(Jue 21:25) En estos días
no había rey en Israel; cada uno hacía lo que
bien «le parecía.»