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RVI: LUCAS 12 - 24

Referencias para la lectura:

-       Texto ajustado al Texto Mayoritario y actualizado al español latino.
-       Ubicación visual de vocablos claves resaltados en colores.
-       Sinónimos de palabras claves entre corchetes [color bordó]
-       Vocablos del Texto Mayoritario que forman parte del texto bíblico. Señaladas entre corchetes TM [color azul].
-       Variantes del Textus Receptus que no forman parte del Texto Mayoritario. Señaladas entre corchetes TR [color rojo]

Algunos vocablos han retenido su valor de traducción original del griego koiné.
Para complementar su lectura considere el uso de un diccionario Hebreo – Español para el AT, y un diccionario Griego – Español para el NT.


Para un estudio exhaustivo, recomendamos utilizar RVIC Reina Valera Independiente Codificada con diccionarios léxicos para una ampliación de significados y conceptos.

La levadura de los fariseos
(Lc 12:1) En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Cuídense [guárdense] de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.

(Lc 12:2) Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.

(Lc 12:3) Por tanto, todo lo que han dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo que han hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas.

A quien se debe temer
 (Mt 10:26-31)
(Lc 12:4) Mas les digo, amigos míos: No teman a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.

(Lc 12:5) Pero les enseñaré a quién deben temer: Teman a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, les digo, a éste teman.

(Lc 12:6) ¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.

(Lc 12:7) Puesto que aun los cabellos de su [de ustedes] cabeza están todos contados. No teman, por lo tanto; más valen ustedes que muchos pajarillos.

Confesarle o negarle
(Lc 12:8) les digo que todo aquel que me confesare en presencia [delante] de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará en presencia [delante] de los ángeles de Dios;

(Lc 12:9) mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.

(Lc 12:10) A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que injuriare [calumniare, blasfemare] contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.

(Lc 12:11) Cuando les trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen [afanen] por cómo o qué habrán de responder, o qué habrán de decir;

(Lc 12:12) porque el Espíritu Santo les enseñará en la misma hora lo que deban decir.

Jesús no es partidor de cosas terrenales
(Lc 12:13) Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.

(Lc 12:14) Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre ustedes como juez o partidor?

(Lc 12:15) Y les dijo: Vean, y cuídense [guárdense] de avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

Parábola del rico insensato
(Lc 12:16) También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.

(Lc 12:17) Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?

(Lc 12:18) Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;

(Lc 12:19) y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.

(Lc 12:20) Pero Dios le dijo: Necio [ignorante, imprudente, irracional], esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?

(Lc 12:21) Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.

No estén ansiosos ni preocupados
 (Mt 6:25-34)
(Lc 12:22) Dijo luego a sus discípulos: Por tanto les digo: No se preocupen [afanen] por su [de ustedes] vida, qué comerán; ni por el cuerpo, qué vestirán.

(Lc 12:23) La vida [el alma] es más que la comida, y el cuerpo que el vestido.

(Lc 12:24) Consideren los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que las aves?

(Lc 12:25) ¿Y quién de ustedes podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?

(Lc 12:26) Por lo tanto si no pueden ni aun lo que es menos, ¿por qué se afanan por lo demás?

(Lc 12:27) Consideren los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas les digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.

(Lc 12:28) Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a ustedes, hombres de poca fe?

(Lc 12:29) Ustedes, por lo tanto, no se preocupen por lo que han de comer, ni por lo que han de beber, ni estén en ansiosa inquietud.

(Lc 12:30) Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero su [de ustedes] Padre sabe que tienen necesidad de estas cosas.

(Lc 12:31) Mas busquen el reino de Dios, y todas estas cosas les serán añadidas.

Tesoro en el Cielo
 (Mt 6:19-21)
(Lc 12:32) No teman, manada pequeña, porque a su [de ustedes] Padre le ha placido darles el reino.

(Lc 12:33) Vendan lo que poseen, y den limosna; háganse bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.

(Lc 12:34) Porque donde está su [de ustedes] tesoro, allí estará también su [de ustedes] corazón.

Parábola de los  esclavos que velan
(Lc 12:35) Estén ceñidos sus [de ustedes] lomos, y sus [de ustedes] lámparas encendidas;

(Lc 12:36) y ustedes sean semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida.

(Lc 12:37) Dichosos [afortunados, bienaventurados] aquellos esclavos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto les digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.

(Lc 12:38) Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los hallare así, dichosos [afortunados, bienaventurados] son aquellos esclavos.

(Lc 12:39) Pero sepan esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría escarbar [minar] su casa.

(Lc 12:40) Ustedes, por lo tanto, también, estén preparados, porque a la hora que no piensen, el Hijo del Hombre vendrá.

El esclavo infiel
 (Mt 24:45-51)
(Lc 12:41) Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?

(Lc 12:42) Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?

(Lc 12:43) Dichoso [afortunado, bienaventurado] aquel esclavo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.

(Lc 12:44) En verdad les digo que le pondrá sobre todos sus bienes.

(Lc 12:45) Mas si aquel esclavo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse,

(Lc 12:46) vendrá el señor de aquel esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.

(Lc 12:47) Aquel esclavo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.

(Lc 12:48) Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.

Jesús causa de división
 (Mt 10:34-36)
(Lc 12:49) Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?

(Lc 12:50) De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!

(Lc 12:51) ¿Piensan que he venido para dar paz en la tierra? les digo: No, sino disensión.

(Lc 12:52) Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.

(Lc 12:53) Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.

¿Cómo no reconocen este tiempo?
 (Mt 16:1-4; Mr 8:11-13)
(Lc 12:54) Decía también a la multitud: Cuando ven la nube que sale del poniente, luego dicen: Agua viene; y así sucede.

(Lc 12:55) Y cuando sopla el viento del sur, dicen : Hará calor; y lo hace.

(Lc 12:56) ¡Hipócritas! Saben distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguen este tiempo?

Arréglate con tu adversario
 (Mt 5:25-26)
(Lc 12:57) ¿Y por qué no juzgan por ustedes mismos lo que es justo?

(Lc 12:58) Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.

(Lc 12:59) Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca.

Arrepiéntanse o perecerán
(Lc 13:1) En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos.

(Lc 13:2) Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Piensan que estos galileos, porque sufrieron [padecieron] tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?

(Lc 13:3) les digo: No; antes si no se arrepienten, todos perecerán igualmente.

(Lc 13:4) O aquellos «dieciocho» sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿piensan que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?

(Lc 13:5) les digo: No; antes si no se arrepienten, todos perecerán igualmente.

Parábola de la higuera estéril
(Lc 13:6) Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.

(Lc 13:7) Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?

(Lc 13:8) Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone.

(Lc 13:9) Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.

Jesús sana en un día de reposo
(Lc 13:10) Enseñaba Jesús en una sinagoga en el día sábado [día de reposo o festivo];

(Lc 13:11) y había allí una mujer que desde hacía «dieciocho» años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar.

(Lc 13:12) Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.

(Lc 13:13) Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó al instante, y glorificaba a Dios.

(Lc 13:14) Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día sábado [día de reposo o festivo], dijo a la gente: Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, por lo tanto, vengan y sean sanados, y no en día sábado [día de reposo o festivo].

(Lc 13:15) Entonces el Señor le respondió y dijo: Hipócrita, cada uno de ustedes ¿no desata en el día sábado [día de reposo o festivo] su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?

(Lc 13:16) Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día sábado [día de reposo o festivo]?

(Lc 13:17) Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.

Parábola de la semilla de mostaza
 (Mt 13:31-32; Mr 4:30-32)
(Lc 13:18) Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé?

(Lc 13:19) Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.

Parábola de la levadura
 (Mt 13:33)
(Lc 13:20) Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios?

(Lc 13:21) Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.

La puerta estrecha
 (Mt 7:13-14,21-23)
(Lc 13:22) Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.

(Lc 13:23) Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:

(Lc 13:24) Esfuércense a entrar por la puerta angosta; porque les digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.

(Lc 13:25) Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empiecen a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo les dirá: No sé de dónde son.

(Lc 13:26) Entonces comenzarán a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.

(Lc 13:27) Pero les dirá: les digo que no sé de dónde son; apártense de mí todos ustedes, hacedores de maldad.

(Lc 13:28) Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y ustedes estén excluidos.

(Lc 13:29) Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

(Lc 13:30) Y he aquí, hay últimos [postreros, siguientes] que serán primeros, y primeros que serán últimos [postreros].

Jesús se lamenta sobre Jerusalén
 (Mt 23:37-39)
(Lc 13:31) Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.

(Lc 13:32) Y les dijo: vayan, y digan a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.

(Lc 13:33) Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.

(Lc 13:34) ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!

(Lc 13:35) He aquí, su [de ustedes] casa les es dejada desierta; y les digo que no me verán, hasta que llegue el tiempo en que digan: Bendito el que viene en nombre del Señor.

Jesús sana a un hidrópico
(Lc 14:1) Sucedió un día sábado [día de reposo o festivo], que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le acechaban.

(Lc 14:2) Y he aquí estaba en presencia [delante] de él un hombre hidrópico.

(Lc 14:3) Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día sábado [día de reposo o festivo]?

(Lc 14:4) Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió.

(Lc 14:5) Y dirigiéndose a ellos, dijo: ¿Quién de ustedes, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día sábado [día de reposo o festivo]?

(Lc 14:6) Y no le podían replicar a estas cosas.

Los convidados a la fiesta de boda
(Lc 14:7) Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles:

(Lc 14:8) Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,

(Lc 14:9) y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.

(Lc 14:10) Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.

(Lc 14:11) Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.

(Lc 14:12) Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado.

(Lc 14:13) Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos;

(Lc 14:14) y serás dichoso [afortunado, bienaventurado]; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.

Parábola de la gran cena
(Lc 14:15) Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Dichoso [afortunado, bienaventurado] el que coma pan en el reino de Dios.

(Lc 14:16) Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.

(Lc 14:17) Y a la hora de la cena envió a su esclavo a decir a los convidados: Vengan, que ya todo está preparado.

(Lc 14:18) Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.

(Lc 14:19) Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.

(Lc 14:20) Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.

(Lc 14:21) Vuelto el esclavo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su esclavo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.

(Lc 14:22) Y dijo el esclavo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.

(Lc 14:23) Dijo el señor al esclavo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.

(Lc 14:24) Porque les digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena. TM [porque muchos son llamados, pero pocos los escogidos]

Lo que cuesta seguir a Cristo
(Lc 14:25) Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:

(Lc 14:26) Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

(Lc 14:27) Y el que no lleva su cruz y viene detrás [en pos] de mí, no puede ser mi discípulo.

(Lc 14:28) Porque ¿quién de ustedes, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?

(Lc 14:29) No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,

(Lc 14:30) diciendo : Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.

(Lc 14:31) ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?

(Lc 14:32) Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.

(Lc 14:33) Así, por lo tanto, cualquiera de ustedes que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Cuando la sal pierde su sabor
 (Mt 5:13; Mr 9:50)
(Lc 14:34) Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?

(Lc 14:35) Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, escuche.

Parábola de la oveja perdida
 (Mt 18:10-14)
(Lc 15:1) Se acercaban a Jesús todos los publicanos [recaudadores de impuestos] y pecadores para oírle,

(Lc 15:2) y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo : Este a los pecadores recibe, y con ellos come.

(Lc 15:3) Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:

(Lc 15:4) ¿Qué hombre de ustedes, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?

(Lc 15:5) Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;

(Lc 15:6) y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gócense conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.

(Lc 15:7) les digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

Parábola de la moneda perdida
(Lc 15:8) ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?

(Lc 15:9) Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gócense conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.

(Lc 15:10) Así les digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

Parábola del hijo pródigo
(Lc 15:11) También dijo: Un hombre tenía dos hijos;

(Lc 15:12) y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.

(Lc 15:13) No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

(Lc 15:14) Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.

(Lc 15:15) Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.

(Lc 15:16) Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.

(Lc 15:17) Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!

(Lc 15:18) Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.

(Lc 15:19) Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

(Lc 15:20) Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.

(Lc 15:21) Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.

(Lc 15:22) Pero el padre dijo a sus esclavos: Saquen el mejor vestido, y vístanle; y pongan un anillo en su mano, y calzado en sus pies.

(Lc 15:23) Y traigan el becerro gordo y mátenlo, y comamos y hagamos fiesta;

(Lc 15:24) porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.

(Lc 15:25) Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;

(Lc 15:26) y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

(Lc 15:27) Él le dijo : Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.

(Lc 15:28) Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.

(Lc 15:29) Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, «no habiéndote desobedecido» jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.

(Lc 15:30) Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.

(Lc 15:31) Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.

(Lc 15:32) Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

Parábola del mayordomo infiel
(Lc 16:1) Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes.

(Lc 16:2) Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.

(Lc 16:3) Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.

(Lc 16:4) Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.

(Lc 16:5) Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo?

(Lc 16:6) Él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta.

(Lc 16:7) Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.

(Lc 16:8) Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.

(Lc 16:9) Y yo les digo: Ganen amigos por medio de mammón [dinero o cualquier cosa que desee poseer el hombre] injusto, para que cuando éstas falten, les reciban en las moradas eternas.

(Lc 16:10) El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.

(Lc 16:11) Por lo tanto si en el mammón [dinero o cualquier cosa que desee poseer el hombre] injusto no fueron fieles, ¿quién les confiará lo verdadero?

(Lc 16:12) Y si en lo ajeno no fueron fieles, ¿quién les dará lo que es suyo [de ustedes]?

(Lc 16:13) Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o convendrá [estimará] al uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y a mammón [dinero o cualquier cosa que desee poseer el hombre].

(Lc 16:14) Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él.

(Lc 16:15) Entonces les dijo: Ustedes son los que se justifican a ustedes mismos delante de los hombres; mas Dios conoce sus [de ustedes] corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación [cosa repugnante].

La ley y los profetas fueron hasta Juan
(Lc 16:16) La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.

(Lc 16:17) Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

El que se divorcia y se casa adultera
  (Mt 19:1–12; Mr 10:1–12)
(Lc 16:18) Todo el que se divorcia [separa] de su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la divorciada [separada] del esposo, adultera.

El rico y Lázaro
(Lc 16:19) Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.

(Lc 16:20) Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,

(Lc 16:21) y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.

(Lc 16:22) Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

(Lc 16:23) Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

(Lc 16:24) Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

(Lc 16:25) Pero Abraham le dijo: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.

(Lc 16:26) Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y ustedes, de manera que los que quisieren pasar de aquí a ustedes, no pueden, ni de allá pasar acá.

(Lc 16:27) Entonces le dijo: Te ruego, por lo tanto, padre, que le envíes a la casa de mi padre,

(Lc 16:28) porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.

(Lc 16:29) Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.

(Lc 16:30) Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.

(Lc 16:31) Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.

Tropiezos
 (Mt 18:6–7, 21–22; Mr: 9:42)
(Lc 17:1) Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!

(Lc 17:2) Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.

(Lc 17:3) Vean por ustedes mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.

(Lc 17:4) Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.

Auméntanos la fe
(Lc 17:5) Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.

(Lc 17:6) Entonces el Señor dijo: Si tuvieran fe como un grano de mostaza, podrían decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y les obedecería.

La obligación del esclavo
(Lc 17:7) ¿Quién de ustedes, teniendo un esclavo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa?

(Lc 17:8) ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?

(Lc 17:9) ¿Acaso da gracias al esclavo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.

(Lc 17:10) Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les ha sido ordenado, digan : Esclavos inútiles somos, puesto que lo que debíamos hacer, hicimos.

Diez leprosos son limpiados
(Lc 17:11) Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.

(Lc 17:12) Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos

(Lc 17:13) y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!

(Lc 17:14) Cuando él los vio, les dijo: vayan, muéstrense a los sacerdotes. Y sucedió que mientras iban, fueron limpiados.

(Lc 17:15) Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,

(Lc 17:16) y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.

(Lc 17:17) Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?

(Lc 17:18) ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?

(Lc 17:19) Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

El Reino está en medio de ustedes
 (Mt 24:23–28, 36–41)
(Lc 17:20) Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia,

(Lc 17:21) ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre ustedes.

La Venida del Hijo del Hombre
 (Mt 24:23–28, 36–41)
(Lc 17:22) Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearán ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo verán.

(Lc 17:23) Y les dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayan, ni los sigan.

(Lc 17:24) Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde «un extremo del cielo» «hasta el otro,» así también será el Hijo del Hombre en su día.

(Lc 17:25) Pero primero es necesario que sufra [padezca] mucho, y sea desechado por esta generación.

(Lc 17:26) Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.

(Lc 17:27) Comían [participando de fiestas vulgares], bebían [referido a excesos en bebidas alcohólicas], se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.

(Lc 17:28) Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían [participando de fiestas vulgares], bebían [referido a excesos en bebidas alcohólicas], compraban [frecuentaban los centros comerciales], vendían [vivían del intercambio comercial], plantaban [cubrían de plantaciones agrícolas], edificaban [construían viviendas];

(Lc 17:29) mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos.

(Lc 17:30) Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

(Lc 17:31) En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás.

(Lc 17:32) Acuérdense de la mujer de Lot.

(Lc 17:33) Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.

(Lc 17:34) les digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado.

(Lc 17:35) Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada.

(Lc 17:36) TR [Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado].

(Lc 17:37) Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.

Parábola de la viuda y el juez injusto
(Lc 18:1) También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar,

(Lc 18:2) diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.

(Lc 18:3) Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.

(Lc 18:4) Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,

(Lc 18:5) sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.

(Lc 18:6) Y dijo el Señor: Escuchen lo que dijo el juez injusto.

(Lc 18:7) ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?

(Lc 18:8) les digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

Parábola del fariseo y el publicano
(Lc 18:9) A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola:

(Lc 18:10) Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano [recaudador de impuestos].

(Lc 18:11) El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano [recaudador de impuestos];

(Lc 18:12) ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.

(Lc 18:13) Mas el publicano [recaudador de impuestos], estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.

(Lc 18:14) les digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

Jesús bendice a los niños
 (Mt 19:13–15; Mr 10:13–16)
(Lc 18:15) Traían a él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron.

(Lc 18:16) Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejen a los niños venir a mí, y no se lo impidan; porque de los tales es el reino de Dios.

(Lc 18:17) De cierto les digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

El joven rico
 (Mt 19:16–30; Mr 10:17–31)
(Lc 18:18) Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

(Lc 18:19) Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.

(Lc 18:20) Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no robarás [hurtarás]; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.

(Lc 18:21) Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.

(Lc 18:22) Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

(Lc 18:23) Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

(Lc 18:24) Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

(Lc 18:25) Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.

(Lc 18:26) Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, por lo tanto, podrá ser salvado?

(Lc 18:27) Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

(Lc 18:28) Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado TM [todo] nuestras posesiones y te hemos seguido.

(Lc 18:29) Y él les dijo: De cierto les digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,

(Lc 18:30) que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.

Nuevamente Jesús anuncia su muerte
 (Mt 20:17–19; Mr 10:32–34)
(Lc 18:31) Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre.

(Lc 18:32) Puesto que será entregado a los gentiles, y será denigrado [escarnecido], e injuriado [afrentado], y escupido.

(Lc 18:33) Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.

(Lc 18:34) Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta declaración les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.

Un ciego de Jericó recibe la vista
 (Mt 20:29–34; Mr 10:46–52)
(Lc 18:35) Sucedió que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;

(Lc 18:36) y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello.

(Lc 18:37) Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno.

(Lc 18:38) Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

(Lc 18:39) Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

(Lc 18:40) Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,

(Lc 18:41) diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista.

(Lc 18:42) Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado.

(Lc 18:43) E inmediatamente vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.

Jesús y Zaqueo
(Lc 19:1) Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad.

(Lc 19:2) Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos [recaudadores de impuestos], y rico,

(Lc 19:3) procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, puesto que era pequeño de estatura.

(Lc 19:4) Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.

(Lc 19:5) Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.

(Lc 19:6) Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.

(Lc 19:7) Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.

(Lc 19:8) Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.

(Lc 19:9) Jesús le dijo : Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.

(Lc 19:10) Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Parábola de las diez minas
(Lc 19:11) Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.

(Lc 19:12) Dijo, entonces: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.

(Lc 19:13) Y llamando a diez esclavos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negocien entre tanto que vengo.

(Lc 19:14) Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.

(Lc 19:15) Sucedió que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos esclavos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.

(Lc 19:16) Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.

(Lc 19:17) Él le dijo: Está bien, buen esclavo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.

(Lc 19:18) Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.

(Lc 19:19) Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.

(Lc 19:20) Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;

(Lc 19:21) porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.

(Lc 19:22) Entonces él le dijo: Mal esclavo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;

(Lc 19:23) ¿por  qué, por lo tanto, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?

(Lc 19:24) Y dijo a los que estaban presentes: Quítenle la mina, y denla al que tiene las diez minas.

(Lc 19:25) Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.

(Lc 19:26) Pues yo les digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

(Lc 19:27) Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, tráiganlos acá, y decapítenlos en presencia [delante] de mí.

La entrada gloriosa en Jerusalén
 (Mt 21:1–11; Mr 11:1–11; Jn 12:12–19)
(Lc 19:28) Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.

(Lc 19:29) Y sucedió que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,

(Lc 19:30) diciendo: vayan a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallarán un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desátenlo, y tráiganlo.

(Lc 19:31) Y si alguien les preguntare: ¿Por qué  lo desatan? le responderán así: Porque el Señor lo necesita.

(Lc 19:32) Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.

(Lc 19:33) Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatan el pollino?

(Lc 19:34) Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.

(Lc 19:35) Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.

(Lc 19:36) Y a su paso tendían sus mantos por el camino.

(Lc 19:37) Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros [obras poderosas] que habían visto,

(Lc 19:38) diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!

(Lc 19:39) Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.

(Lc 19:40) Él, respondiendo, les dijo: les digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.

(Lc 19:41) Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,

(Lc 19:42) diciendo : ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.

(Lc 19:43) Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,

(Lc 19:44) y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

Jesús limpia el Templo de comerciantes
 (Mt 21:12–17; Mr 11:15–19; Jn 2:13–22)
(Lc 19:45) Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,

(Lc 19:46) diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas ustedes la han hecho cueva de ladrones.

(Lc 19:47) Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.

(Lc 19:48) Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.

La autoridad de Jesús
 (Mt 21:23–27; Mr 11:27–33)
(Lc 20:1) Sucedió un día, que enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,

(Lc 20:2) y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?

(Lc 20:3) Respondiendo Jesús, les dijo: les haré yo también una pregunta; respóndanme:

(Lc 20:4) El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?

(Lc 20:5) Entonces ellos discutían entre sí, diciendo : Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por  qué, por lo tanto, no le creyeron?

(Lc 20:6) Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta.

(Lc 20:7) Y respondieron que no sabían de dónde fuese.

(Lc 20:8) Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.

Los labradores malvados
 (Mt 21.33–44; Mr. 12.1–11
(Lc 20:9) Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.

(Lc 20:10) Y a su tiempo envió un esclavo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías.

(Lc 20:11) Volvió a enviar otro esclavo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías.

(Lc 20:12) Volvió a enviar un tercer esclavo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido.

(Lc 20:13) Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto.

(Lc 20:14) Mas los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; vengan, matémosle, para que la heredad sea nuestra.

(Lc 20:15) Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, por lo tanto, les hará el señor de la viña?

(Lc 20:16) Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!

(Lc 20:17) Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, por lo tanto, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo?

(Lc 20:18) Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.

(Lc 20:19) Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron TR [al pueblo].

La cuestión del tributo
 (Mt 21:45–46; 22:15–22; Mr 12:12–17)
(Lc 20:20) Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder y autoridad del gobernador.

(Lc 20:21) Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.

(Lc 20:22) ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?

(Lc 20:23) Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tientan?

(Lc 20:24) Muéstrenme la moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.

(Lc 20:25) Entonces les dijo: Por lo tanto den a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.

(Lc 20:26) Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo, sino que maravillados de su respuesta, callaron.

La cuestión sobre la resurrección
 (Mt 22:23–33; Mr 12:18–27)
(Lc 20:27) Llegando entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan haber resurrección, le preguntaron,

(Lc 20:28) diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano.

(Lc 20:29) Hubo, por lo tanto, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin hijos.

(Lc 20:30) Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos.

(Lc 20:31) La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia.

(Lc 20:32) Finalmente murió también la mujer.

(Lc 20:33) En la resurrección, por lo tanto, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?

(Lc 20:34) Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento;

(Lc 20:35) mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento.

(Lc 20:36) Porque no pueden ya más morir, puesto que son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

(Lc 20:37) Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.

(Lc 20:38) Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, puesto que para él todos viven.

(Lc 20:39) Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.

(Lc 20:40) Y no osaron preguntarle nada más.

¿De quién es hijo el Cristo?
 (Mt 22:41–46; Mr 12:35–37)
(Lc 20:41) Entonces él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?

(Lc 20:42) Puesto que el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

(Lc 20:43) Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

(Lc 20:44) David, por lo tanto, le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?

Jesús denuncia a los escribas
 (Mt 23:1–36; Mr 12:38–40; Lc 11:37–54)
(Lc 20:45) Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:

(Lc 20:46) Cuídense [guárdense] de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aprecian las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;

(Lc 20:47) que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación.

La dádiva de la viuda
 (Mr 12.:.41–44)
(Lc 21:1) Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus dádivas en el arca de las dádivas.

(Lc 21:2) Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas.

(Lc 21:3) Y dijo: En verdad les digo, que esta viuda pobre echó más que todos.

(Lc 21:4) Porque todos aquéllos echaron para las dádivas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.

Jesús predice la destrucción del templo
 (Mt 24:1–2; Mr 13:1–2)
(Lc 21:5) Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y dádivas [donativos religiosos] votivas, dijo:

(Lc 21:6) En cuanto a estas cosas que ven, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida.

Señales antes del fin
 (Mt 24:3–28; Mr 13:3–23)
(Lc 21:7) Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?

(Lc 21:8) Él entonces dijo: Vean que no sean engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo : Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayan detrás [en pos] de ellos.

(Lc 21:9) Y cuando escuchen de guerras y de sediciones, no se alarmen; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.

(Lc 21:10) Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino;

(Lc 21:11) y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.

(Lc 21:12) Pero antes de todas estas cosas les echarán mano, y les perseguirán, y les entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y serán llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre.

(Lc 21:13) Y esto les será ocasión para dar testimonio.

(Lc 21:14) Propongan en sus [de ustedes] corazones no pensar antes cómo han de responder en su [de ustedes] defensa;

(Lc 21:15) porque yo les daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan.

(Lc 21:16) Mas serán entregados aun por sus [de ustedes] padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de ustedes;

(Lc 21:17) y serán aborrecidos de todos por causa de mi nombre.

(Lc 21:18) Pero ni un cabello de su [de ustedes] cabeza perecerá.

(Lc 21:19) Con su [de ustedes] paciencia ganarán sus [de ustedes] almas.

(Lc 21:20) Pero cuando vieren a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan entonces que su destrucción ha llegado.

(Lc 21:21) Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.

(Lc 21:22) Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.

(Lc 21:23) Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira [furia] sobre este pueblo.

(Lc 21:24) Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.

La venida del Hijo del Hombre
 (Mt 24:29–35, 42–44; Mr 13:24–37)
(Lc 21:25) Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;

(Lc 21:26) desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.

(Lc 21:27) Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.

(Lc 21:28) Cuando estas cosas comiencen a suceder, enderécense y levanten su [de ustedes] cabeza, porque su [de ustedes] liberación [redención] está cerca.

(Lc 21:29) También les dijo una parábola: Observen la higuera y todos los árboles.

(Lc 21:30) Cuando ya brotan, viéndolo, saben por ustedes mismos que el verano está ya cerca.

(Lc 21:31) Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que está cerca el reino de Dios.

(Lc 21:32) De cierto les digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.

(Lc 21:33) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

(Lc 21:34) Vean también por ustedes mismos, que sus [de ustedes] corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre ustedes aquel día.

(Lc 21:35) Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.

(Lc 21:36) Velen, por lo tanto, en todo tiempo orando que sean tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie en presencia [delante] del Hijo del Hombre.

(Lc 21:37) Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos.

(Lc 21:38) Y todo el pueblo venía a él por la mañana, para oírle en el templo.

La conspiración para matar a Jesús
 (Mt 26:1–5, 14–16; Mr 14:1–2, 10–11; Jn 11:45–53)
(Lc 22:1) Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua.

(Lc 22:2) Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.

(Lc 22:3) Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;

(Lc 22:4) y éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría.

(Lc 22:5) Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero.

(Lc 22:6) Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.

La Cena del Nuevo Pacto
 (Mt 26:17–29; Mr 14:12–25; Jn 13:21–30; 1 Co 11:23–26)
(Lc 22:7) Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.

(Lc 22:8) Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: vayan, prepárennos la pascua para que la comamos.

(Lc 22:9) Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?

(Lc 22:10) Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; síganle hasta la casa donde entrare,

(Lc 22:11) y digan al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?

(Lc 22:12) Entonces él les mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparen allí.

(Lc 22:13) Fueron, por lo tanto, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.

(Lc 22:14) Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los TM [doce] apóstoles.

(Lc 22:15) Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con ustedes esta pascua antes que sufra [padezca]!

(Lc 22:16) Porque les digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.

(Lc 22:17) Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomen esto, y repártanlo entre ustedes;

(Lc 22:18) porque les digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.

(Lc 22:19) Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de mí.

(Lc 22:20) De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por ustedes se derrama.

(Lc 22:21) Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.

(Lc 22:22) De hecho el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!

(Lc 22:23) Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.

El mayor es el que sirve
(Lc 22:24) Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.

(Lc 22:25) Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores;

(Lc 22:26) mas no así ustedes, sino sea el mayor entre ustedes como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.

(Lc 22:27) Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre ustedes como el que sirve.

(Lc 22:28) Pero ustedes son los que han permanecido conmigo en mis pruebas.

(Lc 22:29) Yo, por lo tanto, les asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí,

(Lc 22:30) para que coman y beban a mi mesa TR [en mi reino,] y se sienten en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.

Jesús anuncia la negación de Pedro
 (Mt 26:31–35; Mr 14:27–31; Jn 13:36–38)
(Lc 22:31) Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás les ha pedido para zarandearlos como a trigo;

(Lc 22:32) pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.

(Lc 22:33) El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte.

(Lc 22:34) Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.

Bolsa, alforja y espada
(Lc 22:35) Y a ellos dijo: Cuando les envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.

(Lc 22:36) Y les dijo: Por lo tanto ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.

(Lc 22:37) Porque les digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos [violadores de la ley, ilegales, los que andan sin ley]; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento.

(Lc 22:38) Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.

Jesús ora en Getsemaní
 (Mt 26:36–46; Mr 14:32–42)
(Lc 22:39) Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.

(Lc 22:40) Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Oren que no entren en tentación.

(Lc 22:41) Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,

(Lc 22:42) diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

(Lc 22:43) Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.

(Lc 22:44) Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

(Lc 22:45) Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;

(Lc 22:46) y les dijo: ¿Por qué duermen? Levántense, y oren para que no entren en tentación.

Arresto de Jesús
 (Mt 26:47–56; Mr 14:43–50; Jn 18:2–11)
(Lc 22:47) Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.

(Lc 22:48) Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

(Lc 22:49) Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?

(Lc 22:50) Y uno de ellos hirió a un esclavo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.

(Lc 22:51) Entonces respondiendo Jesús, dijo: «Basta ya;» dejen. Y tocando su oreja, le sanó.

(Lc 22:52) Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: ¿Como contra un ladrón han salido con espadas y palos?

(Lc 22:53) Habiendo estado con ustedes cada día en el templo, no extendieron las manos contra mí; mas esta es su [de ustedes] hora, y la potestad de las tinieblas.

Pedro niega a Jesús
 (Mt 26:57–58, 69–75, Mr 14:53–54, 66–72, Jn 18:12–18, 25–27)
(Lc 22:54) Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.

(Lc 22:55) Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos.

(Lc 22:56) Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él.

(Lc 22:57) Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.

(Lc 22:58) Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.

(Lc 22:59) Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo.

(Lc 22:60) Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. E inmediatamente, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.

(Lc 22:61) Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho : Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

(Lc 22:62) Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.

Jesús escarnecido, golpeado y azotado
 (Mt 26:67–68; Mr 14:65)
(Lc 22:63) Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;

(Lc 22:64) y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?

(Lc 22:65) Y decían otras muchas cosas injuriándole.

Jesús ante el concilio
 (Mt 26:59–66; Mr 14:55–64; Jn 18:19–24)
(Lc 22:66) Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio, diciendo:

(Lc 22:67) ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si se lo dijere, no creerán;

(Lc 22:68) y también si les preguntare, no me responderán, ni me soltarán.

(Lc 22:69) Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.

(Lc 22:70) Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Ustedes dicen que lo soy.

(Lc 22:71) Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos escuchado de su boca.

Jesús ante Pilato
 (Mt 27:1–2, 11–14; Mr 15:1–5; Jn 18:28–38)
(Lc 23:1) Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato.

(Lc 23:2) Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.

(Lc 23:3) Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.

(Lc 23:4) Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.

(Lc 23:5) Pero ellos porfiaban, diciendo : Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Jesús ante Herodes
(Lc 23:6) Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo.

(Lc 23:7) Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.

(Lc 23:8) Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había escuchado muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.

(Lc 23:9) Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.

(Lc 23:10) Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.

(Lc 23:11) Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y denigró [escarneció], vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato.

(Lc 23:12) Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.

Jesús sentenciado a muerte
 (Mt 27:15–26; Mr 15:6–15; Jn 18:38-19:16)
(Lc 23:13) Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,

(Lc 23:14) les dijo: Me han presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de ustedes, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusan.

(Lc 23:15) Y ni aun Herodes, porque les remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre.

(Lc 23:16) Le soltaré, por lo tanto, después de castigarle.

(Lc 23:17) Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.

(Lc 23:18) Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!

(Lc 23:19) Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.

(Lc 23:20) Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús;

(Lc 23:21) pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!

(Lc 23:22) Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, por lo tanto, y le soltaré.

(Lc 23:23) Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.

(Lc 23:24) Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían;

(Lc 23:25) y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Crucifixión y muerte de Jesús
 (Mt 27:32–56; Mr 15:21–41; Jn 19:17–30)
(Lc 23:26) Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.

(Lc 23:27) Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.

(Lc 23:28) Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, sino lloren por ustedes mismas y por sus [de ustedes] hijos.

(Lc 23:29) Porque he aquí vendrán días en que dirán: Dichosas [afortunadas, bienaventuradas] las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.

(Lc 23:30) Entonces comenzarán a decir a los montes: Caigan sobre nosotros; y a los collados: Cúbrannos.

(Lc 23:31) Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

(Lc 23:32) Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.

(Lc 23:33) Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

(Lc 23:34) Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.

(Lc 23:35) Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.

(Lc 23:36) Los soldados también le denigraban [escarnecían], acercándose y presentándole vinagre,

(Lc 23:37) y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

(Lc 23:38) Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

(Lc 23:39) Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.

(Lc 23:40) Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?

(Lc 23:41) Nosotros, de hecho, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.

(Lc 23:42) Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí TM [Señor] cuando vengas en tu reino.

(Lc 23:43) Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

(Lc 23:44) Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

(Lc 23:45) Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.

(Lc 23:46) Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.

(Lc 23:47) Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.

(Lc 23:48) Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.

(Lc 23:49) Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.

Jesús es sepultado
 (Mt 27:57–61; Mr 15:42–47; Jn 19:38–42)
(Lc 23:50) Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo.

(Lc 23:51) Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos,

(Lc 23:52) fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.

(Lc 23:53) Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.

(Lc 23:54) Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día sábado [día de reposo o festivo].

(Lc 23:55) Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.

(Lc 23:56) Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día sábado [día de reposo o festivo], conforme al mandamiento.

La resurrección
 (Mt 28:1–10; Mr 16:1–8; Jn 20:1–10)
(Lc 24:1) El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.

(Lc 24:2) Y hallaron removida la piedra del sepulcro;

(Lc 24:3) y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

(Lc 24:4) Sucedió que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;

(Lc 24:5) y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?

(Lc 24:6) No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les habló, cuando aún estaba en Galilea,

(Lc 24:7) diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.

(Lc 24:8) Entonces ellas se acordaron de sus declaraciones,

(Lc 24:9) y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás.

(Lc 24:10) Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.

(Lc 24:11) Mas a ellos les parecían locura las declaraciones de ellas, y no las creían.

(Lc 24:12) Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos TM [acostados] solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.

En el camino a Emaús
 (Mr 16.12–13)
(Lc 24:13) Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.

(Lc 24:14) E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.

(Lc 24:15) Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.

(Lc 24:16) Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.

(Lc 24:17) Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tienen entre ustedes mientras caminan, y por qué están tristes?

(Lc 24:18) Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?

(Lc 24:19) Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;

(Lc 24:20) y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.

(Lc 24:21) Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; «y ahora,» además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.

(Lc 24:22) Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;

(Lc 24:23) y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.

(Lc 24:24) Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.

(Lc 24:25) Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!

(Lc 24:26) ¿No era necesario que el Cristo sufriera [padeciera] estas cosas, y que entrara en su gloria?

(Lc 24:27) Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.

(Lc 24:28) Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos.

(Lc 24:29) Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, por lo tanto, a quedarse con ellos.

(Lc 24:30) Y sucedió que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.

(Lc 24:31) Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.

(Lc 24:32) Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?

(Lc 24:33) Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos,

(Lc 24:34) que decían : Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.

(Lc 24:35) Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.

Jesús se aparece a los discípulos
 (Mt 28:16–20; Mr 16:14–18; Jn 20:19–23)
(Lc 24:36) Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a ustedes.

(Lc 24:37) Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.

(Lc 24:38) Pero él les dijo: ¿Por qué están turbados [agitados, inquietados], y vienen a su [de ustedes] corazón  estos pensamientos?

(Lc 24:39) Vean mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpen, y vean; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo.

(Lc 24:40) Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.

(Lc 24:41) Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tienen aquí algo de comer?

(Lc 24:42) Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel.

(Lc 24:43) Y él lo tomó, y comió delante de ellos.

(Lc 24:44) Y les dijo: Estas son las palabras que les hablé, estando aún con ustedes: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

(Lc 24:45) Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;

(Lc 24:46) y les dijo : Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo sufriese [padeciese], y resucitase de los muertos al tercer día;

(Lc 24:47) y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

(Lc 24:48) Y ustedes son testigos de estas cosas.

(Lc 24:49) He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre ustedes; pero quédense ustedes en la ciudad de Jerusalén, hasta que sean investidos de poder desde lo alto.

La ascensión
 (Mr 16.19–20; Hch 1:9)
(Lc 24:50) Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.

(Lc 24:51) Y sucedió que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.

(Lc 24:52) Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;

(Lc 24:53) y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén. 

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