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RVI: 1ª SAMUEL 20 - 31

Referencias para la lectura:

-       Texto actualizado al español latino.
-       Ubicación visual de vocablos claves resaltados en colores.
-       Sinónimos de palabras claves entre corchetes [color bordó]
-       Texto entre comillas y asterisco «expresión»* refiere a una frase en español equivalente a la frase hebrea de dicho texto.
-       Subtitulado tradicional actualizado

Algunos vocablos han retenido su valor de traducción original del hebreo.
Para complementar su lectura considere el uso de un diccionario Hebreo – Español para el AT, y un diccionario Griego – Español para el NT.


Para un estudio exhaustivo, recomendamos utilizar RVIC Reina Valera Independiente Codificada con diccionarios léxicos para una ampliación de significados y conceptos.

Amistad de David y Jonatán
(1S 20:1) Después David huyó de Naiot en Ramá, y vino delante de Jonatán, y dijo: ¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál mi pecado contra tu padre, para que busque mi vida?

(1S 20:2) El le dijo: En ninguna manera; no morirás. He aquí que mi padre ninguna cosa hará, grande ni pequeña, que no me la descubra; ¿por qué, pues, me ha de encubrir mi padre este asunto? No será así.

(1S 20:3) Y David volvió a jurar diciendo: Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia delante de tus ojos, y dirá: No sepa esto Jonatán, para que no se entristezca; y ciertamente, vive Jehová y vive tu alma, que apenas hay un paso entre mí y la muerte.

(1S 20:4) Y Jonatán dijo a David: Lo que deseare tu alma, haré por ti.

(1S 20:5) Y David respondió a Jonatán: He aquí que mañana será nueva luna, y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; mas tú dejarás que me esconda en el campo hasta la tarde del tercer día.

(1S 20:6) Si tu padre hiciere mención de mí, dirás: Me rogó mucho que lo dejase ir corriendo a Belén su ciudad, porque todos los de su familia celebran allá «el sacrificio anual.»*

(1S 20:7) Si él dijere: Bien está, entonces tendrá paz tu esclavo [siervo, sirviente]; mas si se enojare, sabe que la maldad está determinada de parte de él.

(1S 20:8) Harás, pues, misericordia con tu esclavo [siervo, sirviente], ya que has hecho entrar a tu esclavo [siervo, sirviente] en pacto [alianza, convenio, acuerdo] de Jehová contigo; y si hay maldad en mí, mátame tú, pues no hay necesidad de llevarme hasta tu padre.

(1S 20:9) Y Jonatán le dijo: Nunca tal te suceda; antes bien, si yo supiere que mi padre ha determinado maldad contra ti, ¿no te lo avisaría yo?

(1S 20:10) Dijo entonces David a Jonatán: ¿Quién me dará aviso si tu padre te respondiere ásperamente?

(1S 20:11) Y Jonatán dijo a David: Ven, salgamos al campo. Y salieron ambos al campo.

(1S 20:12) Entonces dijo Jonatán a David: ¡Jehová Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado a mi padre mañana a esta hora, o el día tercero, si resultare bien para con David, entonces enviaré a ti para hacértelo saber.

(1S 20:13) Pero si mi padre intentare hacerte mal, Jehová haga así a Jonatán, y aun le añada, si no te lo hiciere saber y te enviare para que te vayas en paz. Y esté Jehová contigo, como estuvo con mi padre.

(1S 20:14) Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de Jehová, para que no muera,

(1S 20:15) y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado «uno por uno»* los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David.

(1S 20:16) Así hizo Jonatán pacto [alianza, convenio, acuerdo] con la casa de David, diciendo: Requiéralo Jehová de la mano de los enemigos de David.

(1S 20:17) Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque le amaba, pues le amaba como a sí mismo.

(1S 20:18) Luego le dijo Jonatán: Mañana es nueva luna, y tú serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío.

(1S 20:19) Estarás, pues, tres días, y luego descenderás y vendrás al lugar donde estabas escondido el día que ocurrió esto mismo, y esperarás junto a la piedra de Ezel.

(1S 20:20) Y yo tiraré tres flechas [saetas] hacia aquel lado, como ejercitándome al blanco.

(1S 20:21) Luego enviaré al criado, diciéndole: Ve, busca las flechas [saetas]. Y si dijere al criado: He allí las flechas [saetas] más acá de ti, tómalas; tú vendrás, porque paz tienes, y nada malo hay, vive Jehová.

(1S 20:22) Mas si yo dijere al muchacho así: He allí las flechas [saetas] más allá de ti; vete, porque Jehová te ha enviado.

(1S 20:23) En cuanto al asunto de que tú y yo hemos hablado, esté Jehová entre nosotros dos para siempre.

(1S 20:24) David, pues, se escondió en el campo, y cuando llegó la nueva luna, se sentó el rey a comer pan.

(1S 20:25) Y el rey se sentó en su silla, «como solía,»* en el asiento junto a la pared, y Jonatán se levantó, y se sentó Abner al lado de Saúl, y el lugar de David quedó vacío.

(1S 20:26) Mas aquel día Saúl no dijo nada, porque se decía: Le habrá sucedido [acontecido] algo, y no está limpio; de seguro no está purificado.

(1S 20:27) Al siguiente día, el segundo día de la nueva luna, sucedió también que el asiento de David quedó vacío. Y Saúl dijo a Jonatán su hijo: ¿Por qué no ha venido a comer el hijo de Isaí hoy ni ayer?

(1S 20:28) Y Jonatán respondió a Saúl: David me pidió encarecidamente que le dejase ir a Belén,

(1S 20:29) diciendo: Te ruego que me dejes ir, porque nuestra familia celebra sacrificio en la ciudad, y mi hermano me lo ha mandado; por lo tanto, si he hallado gracia en tus ojos, permíteme ir ahora para visitar a mis hermanos. Por esto, pues, no ha venido a la mesa del rey.

(1S 20:30) Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para confusión tuya, y para confusión de la vergüenza de tu madre?

(1S 20:31) Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Envía pues, ahora, y tráemelo, porque «ha de morir.»*

(1S 20:32) Y Jonatán respondió a su padre Saúl y le dijo: ¿Por qué morirá? ¿Qué ha hecho?

(1S 20:33) Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo; de donde entendió Jonatán que su padre estaba resuelto a matar a David.

(1S 20:34) Y se levantó Jonatán de la mesa con exaltada ira, y no comió pan el segundo día de la nueva luna; porque tenía dolor a causa de David, porque su padre le había afrentado.

(1S 20:35) Al otro día, de mañana, salió Jonatán al campo, al tiempo señalado con David, y un muchacho pequeño con él.

(1S 20:36) Y dijo al muchacho: Corre y busca las flechas [saetas] que yo tirare. Y cuando el muchacho iba corriendo, él tiraba la flecha [saeta] de modo que pasara más allá de él.

(1S 20:37) Y llegando el muchacho adonde estaba la flecha [saeta] que Jonatán había tirado, Jonatán dio voces tras el muchacho, diciendo: ¿No está la flecha [saeta] más allá de ti?

(1S 20:38) Y volvió a gritar Jonatán tras el muchacho: Corre, date prisa, no te pares. Y el muchacho de Jonatán recogió las flechas [saetas], y vino a su señor.

(1S 20:39) Pero ninguna cosa entendió el muchacho; solamente Jonatán y David entendían de lo que se trataba.

(1S 20:40) Luego dio Jonatán sus armas a su muchacho, y le dijo: Vete y llévalas a la ciudad.

(1S 20:41) Y luego que el muchacho se hubo ido, se levantó David del lado del sur, y se inclinó tres veces postrándose hasta la tierra; y besándose «el uno al otro,»* lloraron «el uno con el otro;»* y David lloró más.

(1S 20:42) Y Jonatán dijo a David: Vete en paz, porque ambos hemos jurado por el nombre de Jehová, diciendo: Jehová esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre. Y él se levantó y se fue; y Jonatán entró en la ciudad.

David huye de Saúl
(1S 21:1) Vino David a Nob, al sacerdote Ahimelec; y se sorprendió Ahimelec de su encuentro, y le dijo: ¿Cómo vienes tú solo, y nadie contigo?

(1S 21:2) Y respondió David al sacerdote Ahimelec: El rey me encomendó un asunto, y me dijo: Nadie sepa cosa alguna del asunto a que te envío, y lo que te he encomendado; y yo les señalé a los criados un cierto lugar.

(1S 21:3) Ahora, pues, ¿qué «tienes a»* mano? Dame cinco panes, o lo que tengas.

(1S 21:4) El sacerdote respondió a David y dijo: No tengo pan común «a»* la mano, solamente tengo pan sagrado; pero lo daré si los criados se han guardado a lo menos de mujeres.

(1S 21:5) Y David respondió al sacerdote, y le dijo: «De hecho»* las mujeres han estado lejos de nosotros ayer y «anteayer;»* cuando yo salí, ya los vasos de los jóvenes eran santos, aunque el viaje es profano; ¿cuánto más «no serán»* santos hoy sus vasos?

(1S 21:6) Así el sacerdote le dio el pan sagrado, porque allí no había otro pan sino los panes de la proposición, los cuales habían sido quitados de la presencia de Jehová, para poner panes calientes el día que aquéllos fueron quitados.

(1S 21:7) Y estaba allí aquel día detenido delante de Jehová «uno»* de los esclavos [siervos, sirvientes] de Saúl, cuyo nombre era Doeg, edomita, el principal de los pastores de Saúl.

(1S 21:8) Y David dijo a Ahimelec: ¿No tienes aquí «a»* mano lanza o espada? Porque no tomé en mi mano mi espada ni mis armas, por cuanto la orden del rey era apremiante.

(1S 21:9) Y el sacerdote respondió: La espada de Goliat el filisteo, al que tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un velo detrás del efod; si quieres tomarla, tómala; porque aquí no hay otra sino esa. Y dijo David: Ninguna como ella; dámela.

(1S 21:10) Y levantándose David aquel día, huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis rey de Gat.

(1S 21:11) Y los esclavos [siervos, sirvientes] de Aquis le dijeron: ¿No es éste David, el rey de la tierra? ¿no es éste de quien cantaban en las danzas, diciendo: Hirió Saúl a sus miles, Y David a sus diez miles?

(1S 21:12) Y David puso en su corazón estas palabras, y tuvo gran temor de Aquis rey de Gat.

(1S 21:13) Y cambió su manera de comportarse «delante de»* ellos, y se fingió loco «entre»* ellos, y escribía en las portadas de las puertas, y dejaba correr la saliva por su barba.

(1S 21:14) Y dijo Aquis a sus esclavos [siervos, sirvientes]: He aquí, ven que este hombre es demente; ¿por qué lo han traído a mí?

(1S 21:15) ¿Acaso me faltan locos, para que hayan traído a éste que hiciese de loco delante de mí? ¿Había de entrar éste en mi casa?

(1S 22:1) Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él.

(1S 22:2) Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres.

(1S 22:3) Y se fue David de allí a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: «Yo te ruego»* que mi padre y mi madre estén con ustedes, hasta que sepa lo que Dios hará de mí.

(1S 22:4) Los trajo, pues, a la presencia del rey de Moab, y habitaron con él todo el tiempo que David estuvo en el lugar fuerte.

(1S 22:5) Pero el profeta Gad dijo a David: No te estés en este lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá. Y David se fue, y vino al bosque de Haret.

Saúl mata a los sacerdotes de Nob
(1S 22:6) Oyó Saúl que se sabía de David y de los que estaban con él. Y Saúl estaba sentado en Gabaa, debajo de un tamarisco sobre un alto; y tenía su lanza en su mano, y todos sus esclavos [siervos, sirvientes] estaban alrededor de él.

(1S 22:7) Y dijo Saúl a sus esclavos [siervos, sirvientes] que estaban alrededor de él: Oigan ahora, hijos de Benjamín: ¿Les dará también a todos ustedes el hijo de Isaí tierras y viñas, y les hará a todos ustedes jefes de millares y jefes de centenas,

(1S 22:8) para que todos ustedes hayan conspirado contra mí, y no haya quien me descubra al oído cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni alguno de ustedes que se duela de mí y me descubra cómo mi hijo ha levantado a mi esclavo [siervo, sirviente] contra mí para que me aceche, tal como lo hace hoy?

(1S 22:9) Entonces Doeg edomita, que era el principal de los esclavos [siervos, sirvientes] de Saúl, respondió y dijo: Yo vi al hijo de Isaí que vino a Nob, a Ahimelec hijo de Ahitob,

(1S 22:10) el cual consultó por él a Jehová y le dio provisiones, y también le dio la espada de Goliat el filisteo.

(1S 22:11) Y el rey envió por el sacerdote Ahimelec hijo de Ahitob, y por toda la casa de su padre, los sacerdotes que estaban en Nob; y todos vinieron al rey.

(1S 22:12) Y Saúl le dijo: Oye ahora, hijo de Ahitob. Y él dijo: Heme aquí, señor mío.

(1S 22:13) Y le dijo Saúl: ¿Por qué han conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí, cuando le diste pan y espada, y consultaste por él a Dios, para que se levantase contra mí y me acechase, como lo hace hoy día?

(1S 22:14) Entonces Ahimelec respondió al rey, y dijo: ¿Y quién entre todos tus esclavos [siervos, sirvientes] es tan fiel como David, yerno también del rey, que sirve a tus órdenes y es ilustre en tu casa?

(1S 22:15) ¿He comenzado yo desde hoy a consultar por él a Dios? Lejos sea de mí; no culpe el rey de cosa alguna a su esclavo [siervo, sirviente], ni a toda la casa de mi padre; porque tu esclavo [siervo, sirviente] ninguna cosa sabe de este asunto, grande ni pequeña.

(1S 22:16) Y el rey dijo: Sin duda morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre.

(1S 22:17) Entonces dijo el rey a la «gente de su guardia»* que estaba alrededor de él: Vuelvan y maten a los sacerdotes de Jehová; porque también la mano de ellos está con David, pues sabiendo ellos que huía, no me lo descubrieron. Pero los esclavos [siervos, sirvientes] del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de Jehová.

(1S 22:18) Entonces dijo el rey a Doeg: Vuelve tú, y arremete contra los sacerdotes. Y se volvió Doeg el edomita y acometió a los sacerdotes, y mató en aquel día a ochenta y cinco varones que vestían efod de lino.

(1S 22:19) Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, hirió a filo de espada; así a hombres como a mujeres, niños hasta los de pecho, bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada.

(1S 22:20) Pero uno de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob, que se llamaba Abiatar, escapó, y huyó tras David.

(1S 22:21) Y Abiatar dio aviso a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová.

(1S 22:22) Y dijo David a Abiatar: Yo sabía que estando allí aquel día Doeg el edomita, él lo había de hacer saber a Saúl. Yo «he ocasionado la muerte»* a todas las personas de la casa de tu padre.

(1S 22:23) Quédate conmigo, no temas; quien buscare mi vida, buscará también la tuya; pues conmigo estarás a salvo.

David en el desierto
(1S 23:1) Dieron aviso a David, diciendo: He aquí que los filisteos combaten a Keila, y roban las eras.

(1S 23:2) Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Iré a atacar a estos filisteos? Y Jehová respondió a David: Ve, ataca a los filisteos, y libra a Keila.

(1S 23:3) Pero los que estaban con David le dijeron: He aquí que nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿cuánto más si fuéremos a Keila contra el ejército de los filisteos?

(1S 23:4) Entonces David volvió a consultar a Jehová. Y Jehová le respondió y dijo: Levántate, desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos.

(1S 23:5) Fue, pues, David con sus hombres a Keila, y peleó contra los filisteos, se llevó sus ganados, y les causó una gran derrota; y libró David a los de Keila.

(1S 23:6) Y sucedió que cuando Abiatar hijo de Ahimelec huyó siguiendo a David a Keila, descendió con el efod en su mano.

(1S 23:7) Y fue dado aviso a Saúl que David había venido a Keila. Entonces dijo Saúl: Dios lo ha entregado en mi mano, pues se ha encerrado entrando en ciudad con puertas y cerraduras.

(1S 23:8) Y convocó Saúl a todo el pueblo a la batalla para descender a Keila, y poner sitio a David y a sus hombres.

(1S 23:9) Mas entendiendo David que Saúl ideaba el mal contra él, dijo a Abiatar sacerdote: Trae el efod.

(1S 23:10) Y dijo David: Jehová Dios de Israel, tu esclavo [siervo, sirviente] tiene entendido que Saúl trata de venir contra Keila, a destruir la ciudad por causa mía.

(1S 23:11) ¿Me entregarán los vecinos de Keila en sus manos? ¿Descenderá Saúl, como ha oído tu esclavo [siervo, sirviente]? Jehová Dios de Israel, «te ruego»* que lo declares a tu esclavo [siervo, sirviente]. Y Jehová dijo: Sí, descenderá.

(1S 23:12) Dijo luego David: ¿Me entregarán los vecinos de Keila a mí y a mis hombres en manos de Saúl? Y Jehová respondió: Les entregarán.

(1S 23:13) David entonces se levantó con sus hombres, que eran como seiscientos, y salieron de Keila, y «anduvieron de un lugar a otro.»* Y vino a Saúl la nueva de que David se había escapado de Keila, y desistió de salir.

(1S 23:14) Y David se quedó en el desierto en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif; y lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos.

(1S 23:15) Viendo, pues, David que Saúl había salido en busca de su vida, se estuvo en Hores, en el desierto de Zif.

(1S 23:16) Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios.

(1S 23:17) Y le dijo: No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe.

(1S 23:18) Y ambos hicieron pacto [alianza, convenio, acuerdo] delante de Jehová; y David se quedó en Hores, y Jonatán se volvió a su casa.

(1S 23:19) Después subieron los de Zif para decirle a Saúl en Gabaa: ¿No está David escondido en nuestra tierra en las peñas de Hores, en el collado de Haquila, que está al sur del desierto?

(1S 23:20) Por tanto, rey, «desciende pronto»* ahora, conforme a tu deseo, y nosotros lo entregaremos en la mano del rey.

(1S 23:21) Y Saúl dijo: Benditos sean ustedes de Jehová, que han tenido compasión de mí.

(1S 23:22) Vayan, pues, ahora, asegúrense más, conozcan y observen «el lugar de su escondite,»* y quién lo haya visto allí; porque se me ha dicho que él es astuto enteramente [en gran manera, grandemente].

(1S 23:23) Observen, pues, e infórmense de todos los escondrijos donde se oculta, y vuelvan a mí con información segura, y yo iré con ustedes; y si él estuviere en la tierra, yo le buscaré entre todos los millares de Judá.

(1S 23:24) Y ellos se levantaron, y se fueron a Zif delante de Saúl. Pero David y su gente estaban en el desierto de Maón, en el Arabá al sur del desierto.

(1S 23:25) Y se fue Saúl con su gente a buscarlo; pero fue dado aviso a David, y descendió a la peña, y se quedó en el desierto de Maón. Cuando Saúl oyó esto, siguió a David al desierto de Maón.

(1S 23:26) Y Saúl iba por un lado del monte, y David con sus hombres por el otro lado del monte, y se daba prisa David para escapar de Saúl; mas Saúl y sus hombres habían encerrado a David y a su gente para capturarlos.

(1S 23:27) Entonces vino un mensajero a Saúl, diciendo: Ven luego, porque los filisteos han hecho una irrupción en el país.

(1S 23:28) Volvió, por tanto, Saúl de perseguir a David, y partió contra los filisteos. Por esta causa pusieron a aquel lugar por nombre Sela-hama-lecot.

(1S 23:29) Entonces David subió de allí y habitó en los lugares fuertes de Engadi.

David perdona la vida a Saúl en En-gadi
(1S 24:1) Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron aviso, diciendo: He aquí David está en el desierto de Engadi.

(1S 24:2) Y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel, fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses.

(1S 24:3) Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para cubrir sus pies; y David y sus hombres estaban sentados en los rincones de la cueva.

(1S 24:4) Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te «pareciere.»* Y se levantó David, y calladamente cortó la orilla del manto de Saúl.

(1S 24:5) Después de esto se turbó [atormentó, agobió, alteraró] el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl.

(1S 24:6) Y dijo a sus hombres: Jehová «me guarde»* de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová.

(1S 24:7) Así reprimió David a sus hombres con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl. Y Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino.

(1S 24:8) También David se levantó después, y saliendo de la cueva dio voces detrás de Saúl, diciendo: ¡Mi señor el rey! Y cuando Saúl miró hacia atrás, David inclinó su rostro a tierra, e hizo reverencia.

(1S 24:9) Y dijo David a Saúl: ¿Por qué oyes las palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal?

(1S 24:10) He aquí han visto hoy tus ojos cómo Jehová te ha puesto hoy en mis manos en la cueva; y me dijeron que te matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová.

(1S 24:11) Y mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto, y no te maté. Conoce, pues, y ve que no hay mal ni traición en mi mano, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a caza de mi vida para quitármela.

(1S 24:12) Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti.

(1S 24:13) Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos [irreverentes y sin ley] saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti.

(1S 24:14) ¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?

(1S 24:15) Jehová, pues, será juez, y él juzgará entre tú y yo. El vea y sustente mi causa, y me defienda de tu mano.

(1S 24:16) Y sucedió que cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, Saúl dijo: ¿No es esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzó Saúl su voz y lloró,

(1S 24:17) y dijo a David: Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal.

(1S 24:18) has mostrado hoy que has hecho conmigo bien; pues no me has dado muerte, habiéndome entregado Jehová en tu mano.

(1S 24:19) Porque ¿quién hallará a su enemigo, y lo dejará «ir sano y salvo?»* Jehová te pague con bien por lo que en este día has hecho conmigo.

(1S 24:20) Y ahora, como yo entiendo que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y estable,

(1S 24:21) júrame, pues, ahora por Jehová, que no destruirás mi descendencia después de mí, ni borrarás mi nombre de la casa de mi padre.

(1S 24:22) Entonces David juró a Saúl. Y se fue Saúl a su casa, y David y sus hombres subieron al lugar fuerte.

David y Abigail
(1S 25:1) Murió Samuel, y se juntó todo Israel, y lo lloraron, y lo sepultaron en su casa en Ramá. Y se levantó David y se fue al desierto de Parán.

(1S 25:2) Y en Maón había un hombre que tenía su hacienda en Carmel, el cual era muy rico, y tenía tres mil ovejas y mil cabras. Y sucedió que estaba esquilando sus ovejas en Carmel.

(1S 25:3) Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer, Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del linaje de Caleb.

(1S 25:4) Y oyó David en el desierto que Nabal esquilaba sus ovejas.

(1S 25:5) Entonces envió David diez jóvenes y les dijo: Suban a Carmel y vayan a Nabal, y salúdenle en mi nombre,

(1S 25:6) y díganle así: Sea paz a ti, y paz a tu familia, y paz a todo cuanto tienes.

(1S 25:7) He sabido que tienes esquiladores. Ahora, tus pastores han estado con nosotros; no les tratamos mal, ni les faltó nada en todo el tiempo que han estado en Carmel.

(1S 25:8) Pregunta a tus criados, y ellos te lo dirán. Hallen, por tanto, estos jóvenes gracia en tus ojos, porque hemos venido en buen día; «te ruego»* que des lo que tuvieres a mano a tus esclavos [siervos, sirvientes], y a tu hijo David.

(1S 25:9) Cuando llegaron los jóvenes enviados por David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y callaron.

(1S 25:10) Y Nabal respondió a los jóvenes enviados por David, y dijo: ¿Quién es David, y quién es el hijo de Isaí? Muchos esclavos [siervos, sirvientes] hay hoy que huyen de sus señores.

(1S 25:11) ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son?

(1S 25:12) Y los jóvenes que había enviado David se volvieron por su camino, y vinieron y dijeron a David todas estas palabras.

(1S 25:13) Entonces David dijo a sus hombres: Cíñase «cada uno»* su espada. Y se ciñó «cada uno»* su espada y también David se ciñó su espada; y subieron tras David como cuatrocientos hombres, y dejaron doscientos con el bagaje.

(1S 25:14) Pero uno de los criados dio aviso a Abigail mujer de Nabal, diciendo: He aquí David envió mensajeros del desierto que saludasen a nuestro amo, y él los ha zaherido.

(1S 25:15) Y aquellos hombres han sido muy buenos con nosotros, y nunca nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en el campo.

(1S 25:16) Muro fueron para nosotros de día y de noche, todos los días que hemos estado con ellos apacentando las ovejas.

(1S 25:17) Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle.

(1S 25:18) Entonces Abigail tomó luego doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos, y lo cargó todo en asnos.

(1S 25:19) Y dijo a sus criados: vayan delante de mí, y yo les seguiré luego; y nada declaró a su marido Nabal.

(1S 25:20) Y montando un asno, descendió por una parte secreta del monte; y he aquí David y sus hombres venían frente a ella, y ella les salió al encuentro.

(1S 25:21) Y David había dicho: Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien.

(1S 25:22) Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere suyo no he de dejar con vida ni «un varón

(1S 25:23) Y cuando Abigail vio a David, se bajó prontamente del asno, y postrándose sobre su rostro delante de David, se inclinó a tierra;

(1S 25:24) y se echó a sus pies, y dijo: Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas «te ruego»* que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva.

(1S 25:25) No «haga caso»* ahora mi señor de ese hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. El se llama Nabal, y la insensatez está con él; mas yo tu sierva no vi a los jóvenes que tú enviaste.

(1S 25:26) Ahora pues, señor mío, vive Jehová, y vive tu alma, que Jehová te ha impedido el venir a derramar sangre y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los que procuran mal contra mi señor.

(1S 25:27) Y ahora este regalo [presente] que tu sierva ha traído a mi señor, sea dado a los hombres que siguen a mi señor.

(1S 25:28) Y «yo te ruego»* que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días.

(1S 25:29) Aunque «alguien»* se haya levantado para perseguirte y atentar contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda.

(1S 25:30) Y sucederá [acontecerá] que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel,

(1S 25:31) entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni «remordimientos»* por haber derramado sangre sin causa, o por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva.

(1S 25:32) Y dijo David a Abigail: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases.

(1S 25:33) Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano.

(1S 25:34) Porque vive Jehová Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni «un varón

(1S 25:35) Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y «te he tenido respeto.»*

(1S 25:36) Y Abigail volvió a Nabal, y he aquí que él tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de Nabal estaba alegre, y estaba completamente ebrio, por lo cual ella no le declaró cosa alguna hasta «el día siguiente.»*

(1S 25:37) Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían pasado los efectos del vino, le refirió su mujer estas cosas; y desmayó su corazón en él, y se quedó como una piedra.

(1S 25:38) Y diez días después, Jehová hirió a Nabal, y murió.

(1S 25:39) Luego que David oyó que Nabal había muerto, dijo: Bendito sea Jehová, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de mano de Nabal, y ha preservado del mal a su esclavo [siervo, sirviente]; y Jehová ha vuelto la maldad de Nabal sobre su propia cabeza. Después envió David a hablar con Abigail, para tomarla por su mujer.

(1S 25:40) Y los esclavos [siervos, sirvientes] de David vinieron a Abigail en Carmel, y hablaron con ella, diciendo: David nos ha enviado a ti, para tomarte por su mujer.

(1S 25:41) Y ella se levantó e inclinó su rostro a tierra, diciendo: He aquí tu sierva, que será una sierva para lavar los pies de los esclavos [siervos, sirvientes] de mi señor.

(1S 25:42) Y levantándose luego Abigail con cinco doncellas «que le servían,»* montó en un asno y siguió a los mensajeros de David, y fue su mujer.

(1S 25:43) También tomó David a Ahinoam de Jezreel, y ambas fueron sus mujeres.

(1S 25:44) Porque Saúl había dado a su hija Mical mujer de David a Palti hijo de Lais, que era de Galim.

David perdona la vida de Saúl en Zif
(1S 26:1) Vinieron los zifeos a Saúl en Gabaa, diciendo: ¿No está David escondido en el collado de Haquila, al oriente del desierto?

(1S 26:2) Saúl entonces se levantó y descendió al desierto de Zif, llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif.

(1S 26:3) Y acampó Saúl en el collado de Haquila, que está al oriente del desierto, junto al camino. Y estaba David en el desierto, y entendió que Saúl le seguía en el desierto.

(1S 26:4) David, por tanto, envió espías, y supo con certeza que Saúl había venido.

(1S 26:5) Y se levantó David, y vino al sitio donde Saúl había acampado; y miró David el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Y estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el pueblo estaba acampado en derredor de él.

(1S 26:6) Entonces David dijo a Ahimelec heteo y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo.

(1S 26:7) David, pues, y Abisai fueron de noche al ejército; y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento, y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el ejército estaban tendidos alrededor de él.

(1S 26:8) Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe.

(1S 26:9) Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?

(1S 26:10) Dijo además David: Vive Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o descendiendo en batalla perezca,

(1S 26:11) guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová. Pero toma ahora la lanza que está a su cabecera, y la vasija de agua, y vámonos.

(1S 26:12) Se llevó, pues, David la lanza y la vasija de agua de la cabecera de Saúl, y se fueron; y no hubo nadie que viese, ni entendiese, ni velase, pues todos dormían; porque un profundo sueño enviado de Jehová había caído sobre ellos.

(1S 26:13) Entonces pasó David al lado opuesto, y se puso en la cumbre del monte a lo lejos, habiendo gran distancia entre ellos.

(1S 26:14) Y dio voces David al pueblo, y a Abner hijo de Ner, diciendo: ¿No respondes, Abner? Entonces Abner respondió y dijo: ¿Quién eres tú que gritas al rey?

(1S 26:15) Y dijo David a Abner: ¿No eres tú un hombre? ¿y quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has guardado al rey tu señor? Porque uno del pueblo ha entrado a matar a tu señor el rey.

(1S 26:16) Esto que has hecho no está bien. Vive Jehová, que «son dignos de muerte,»* porque no han guardado a su [de ustedes] señor, al ungido de Jehová. Mira pues, ahora, dónde está la lanza del rey, y la vasija de agua que estaba a su cabecera.

(1S 26:17) Y conociendo Saúl la voz de David, dijo: ¿No es esta tu voz, hijo mío David? Y David respondió: Mi voz es, rey señor mío.

(1S 26:18) Y dijo: ¿Por qué persigue así mi señor a su esclavo [siervo, sirviente]? ¿Qué he hecho? ¿Qué mal hay en mi mano?

(1S 26:19) «Ruego,»* pues, que el rey mi señor oiga ahora las palabras de su siervo. Si Jehová te incita contra mí, acepte él la ofrenda; mas si fueren hijos de hombres, malditos sean ellos en presencia de Jehová, porque me han arrojado hoy para que no tenga parte en la heredad [posesión territorial] de Jehová, diciendo: Ve y sirve a dioses ajenos.

(1S 26:20) No caiga, pues, ahora mi sangre en tierra delante de Jehová, porque ha salido el rey de Israel a buscar una pulga, así como quien persigue una perdiz por los montes.

(1S 26:21) Entonces dijo Saúl: He pecado; vuélvete, hijo mío David, que ningún mal te haré más, porque mi vida ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He aquí yo he hecho neciamente, y he errado en gran manera.

(1S 26:22) Y David respondió y dijo: He aquí la lanza del rey; pase acá uno de los criados y tómela.

(1S 26:23) Y Jehová pague a «cada uno»* su justicia y su lealtad; pues Jehová te había entregado hoy en mi mano, mas yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová.

(1S 26:24) Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción.

(1S 26:25) Y Saúl dijo a David: Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás. Entonces David se fue por su camino, y Saúl se volvió a su lugar.

David entre los filisteos
(1S 27:1) Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no me ande buscando más por todo el territorio de Israel; y así escaparé de su mano.

(1S 27:2) Se levantó, pues, David, y con los seiscientos hombres que tenía consigo se pasó a Aquis hijo de Maoc, rey de Gat.

(1S 27:3) Y moró David con Aquis en Gat, él y sus hombres, «cada uno»* con su familia; David con sus dos mujeres, Ahinoam jezreelita y Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel.

(1S 27:4) Y vino a Saúl la nueva de que David había huido a Gat, y no lo buscó más.

(1S 27:5) Y David dijo a Aquis: Si he hallado gracia ante tus ojos, séame dado lugar en alguna de las aldeas para que habite allí; pues ¿por qué ha de morar tu esclavo [siervo, sirviente] contigo en la ciudad real?

(1S 27:6) Y Aquis le dio aquel día a Siclag, por lo cual Siclag vino a ser de los reyes de Judá hasta hoy.

(1S 27:7) Fue el número de los días que David habitó en la tierra de los filisteos, «un año»* y cuatro meses.

(1S 27:8) Y subía David con sus hombres, y hacían incursiones contra los gesuritas, los gezritas y los amalecitas; porque éstos habitaban de largo tiempo la tierra, desde como quien va a Shur hasta la tierra de Egipto.

(1S 27:9) Y asolaba David el país, y no dejaba con vida hombre ni mujer; y se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos y las ropas, y regresaba a Aquis.

(1S 27:10) Y decía Aquis: ¿Dónde han merodeado hoy? Y David decía: En el Neguev de Judá, y el Neguev de Jerameel, o en el Neguev de los ceneos.

(1S 27:11) Ni hombre ni mujer dejaba David con vida para que viniesen a Gat; diciendo: No sea que den aviso de nosotros y digan: Esto hizo David. Y esta fue su costumbre todo el tiempo que moró en la tierra de los filisteos.

(1S 27:12) Y Aquis creía a David, y decía: El se ha hecho abominable a su pueblo de Israel, y será siempre mi esclavo [siervo, sirviente].

(1S 28:1) Sucedió en aquellos días, que los filisteos reunieron sus fuerzas para pelear contra Israel. Y dijo Aquis a David: Ten entendido que has de salir conmigo a campaña, tú y tus hombres.

(1S 28:2) Y David respondió a Aquis: Muy bien, tú sabrás lo que hará tu esclavo [siervo, sirviente]. Y Aquis dijo a David: Por tanto, yo te constituiré guarda de mi persona durante toda mi vida.

Saúl y la divina de Endor
(1S 28:3) Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había lamentado, y le habían sepultado en Ramá, su ciudad. Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos.

(1S 28:4) Se juntaron, pues, los filisteos, y vinieron y acamparon en Sunem; y Saúl juntó a todo Israel, y acamparon en Gilboa.

(1S 28:5) Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó [atormentó, agobió, alteró] su corazón enteramente [en gran manera, grandemente].

(1S 28:6) Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas.

(1S 28:7) Entonces Saúl dijo a sus criados: Búsquenme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación.

(1S 28:8) Y se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos, y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella mujer de noche; y él dijo: «Yo te ruego»* que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere.

(1S 28:9) Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir?

(1S 28:10) Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto.

(1S 28:11) La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel.

(1S 28:12) Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo:

(1S 28:13) ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra.

(1S 28:14) El le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia.

(1S 28:15) Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni «por medio de»* profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer.

(1S 28:16) Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo?

(1S 28:17) Jehová te ha hecho como dijo «por medio de mí;»* pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David.

(1S 28:18) Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy.

(1S 28:19) Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estarán conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos.

(1S 28:20) Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas, porque en todo aquel día y aquella noche no había comido pan.

(1S 28:21) Entonces la mujer vino a Saúl, y viéndolo turbado [atormentado, agobiado, alterado] enteramente [en gran manera, grandemente], le dijo: He aquí que tu sierva ha obedecido a tu voz, y he arriesgado mi vida, y he oído las palabras que tú me has dicho.

(1S 28:22) «Te ruego,»* pues, que tú también oigas la voz de tu sierva; pondré yo delante de ti un bocado de pan para que comas, a fin de que cobres fuerzas, y sigas tu camino.

(1S 28:23) Y él rehusó diciendo: No comeré. Pero porfiaron con él sus esclavos [siervos, sirvientes] juntamente con la mujer, y él les obedeció. Se levantó, pues, del suelo, y se sentó sobre una cama.

(1S 28:24) Y aquella mujer tenía en su casa un ternero engordado, el cual mató luego; y tomó harina y la amasó, y coció de ella panes sin levadura.

(1S 28:25) Y lo trajo delante de Saúl y de sus esclavos [siervos, sirvientes]; y después de haber comido, se levantaron, y se fueron aquella noche.

Los filisteos desconfían de David
(1S 29:1) Los filisteos juntaron todas sus fuerzas en Afec, e Israel acampó junto a la fuente que está en Jezreel.

(1S 29:2) Y cuando los príncipes de los filisteos pasaban revista a sus compañías de a ciento y de a mil hombres, David y sus hombres iban en la retaguardia con Aquis.

(1S 29:3) Y dijeron los príncipes de los filisteos: ¿Qué hacen aquí estos hebreos? Y Aquis respondió a los príncipes de los filisteos: ¿No es éste David, el esclavo [siervo, sirviente] de Saúl rey de Israel, que ha estado conmigo por días y años, y no he hallado falta en él desde el día que se pasó a mí hasta hoy?

(1S 29:4) Entonces los príncipes de los filisteos se enojaron contra él, y le dijeron: Despide a este hombre, para que se vuelva al lugar que le señalaste, y no venga con nosotros a la batalla, no sea que en la batalla se nos vuelva enemigo; porque ¿con qué cosa volvería mejor a la gracia de su señor que con las cabezas de estos hombres?

(1S 29:5) ¿No es éste David, de quien cantaban en las danzas, diciendo: Saúl hirió a sus miles, Y David a sus diez miles?

(1S 29:6) Y Aquis llamó a David y le dijo: Vive Jehová, que tú has sido recto, y que «me ha parecido»* bien tu salida y tu entrada en el campamento conmigo, y que ninguna cosa mala he hallado en ti desde el día que viniste a mí hasta hoy; mas a los ojos de los príncipes no agradas.

(1S 29:7) Vuélvete, pues, y vete en paz, para no «desagradar a»* los príncipes de los filisteos.

(1S 29:8) Y David respondió a Aquis: ¿Qué he hecho? ¿Qué has hallado en tu esclavo [siervo, sirviente] desde el día que estoy «contigo»* hasta hoy, para que yo no vaya y pelee contra los enemigos de mi señor el rey?

(1S 29:9) Y Aquis respondió a David, y dijo: Yo sé que tú eres bueno ante mis ojos, como un ángel de Dios; pero los príncipes de los filisteos me han dicho: No venga con nosotros a la batalla.

(1S 29:10) Levántate, pues, de mañana, tú y los esclavos [siervos, sirvientes] de tu señor que han venido contigo; y levantándose al amanecer, marchen.

(1S 29:11) Y se levantó David de mañana, él y sus hombres, para irse y volver a la tierra de los filisteos; y los filisteos fueron a Jezreel.

David derrota a los amalecitas
(1S 30:1) Cuando David y sus hombres vinieron a Siclag al tercer día, los de Amalec habían invadido el Neguev y a Siclag, y habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego.

(1S 30:2) Y se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el menor hasta el mayor; pero a «nadie»* habían dado muerte, sino se los habían llevado al seguir su camino.

(1S 30:3) Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían sido llevados cautivos.

(1S 30:4) Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar.

(1S 30:5) Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran cautivas.

(1S 30:6) Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, «cada uno»* por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios.

(1S 30:7) Y dijo David al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: «Yo te ruego»* que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod a David.

(1S 30:8) Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos.

(1S 30:9) Partió, pues, David, él y los seiscientos hombres que con él estaban, y llegaron hasta el torrente de Besor, donde se quedaron algunos.

(1S 30:10) Y David siguió adelante con cuatrocientos hombres; porque se quedaron atrás doscientos, que cansados no pudieron pasar el torrente de Besor.

(1S 30:11) Y hallaron en el campo a un hombre egipcio, el cual trajeron a David, y le dieron pan, y comió, y le dieron a beber agua.

(1S 30:12) Le dieron también un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió en él su espíritu; porque no había comido pan ni bebido agua en tres días y tres noches.

(1S 30:13) Y le dijo David: ¿De quién eres tú, y de dónde eres? Y respondió el joven egipcio: Yo soy esclavo [siervo, sirviente] de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo;

(1S 30:14) pues hicimos una incursión a la parte del Neguev que es de los cereteos, y de Judá, y al Neguev de Caleb; y pusimos fuego a Siclag.

(1S 30:15) Y le dijo David: ¿Me llevarás tú a esa tropa? Y él dijo: Júrame por Dios que no me matarás, ni me entregarás en mano de mi amo, y yo te llevaré a esa gente.

(1S 30:16) Lo llevó, pues; y he aquí que estaban desparramados sobre toda aquella tierra, comiendo y bebiendo y haciendo fiesta, por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá.

(1S 30:17) Y los hirió David desde aquella mañana hasta la tarde del día siguiente; y no escapó de ellos «ninguno,»* sino cuatrocientos jóvenes que montaron sobre los camellos y huyeron.

(1S 30:18) Y libró David todo lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó David a sus dos mujeres.

(1S 30:19) Y no les faltó cosa alguna, chica ni grande, así de hijos como de hijas, del robo, y de todas las cosas que les habían tomado; todo lo recuperó David.

(1S 30:20) Tomó también David todas las ovejas y el ganado mayor; y trayéndolo todo delante, decían: Este es el botín de David.

(1S 30:21) Y vino David a los doscientos hombres que habían quedado cansados y no habían podido seguir a David, a los cuales habían hecho quedar en el torrente de Besor; y ellos salieron a recibir a David y al pueblo que con él estaba. Y cuando David llegó a la gente, les saludó con paz.

(1S 30:22) Entonces todos los malos y perversos de entre los que habían ido con David, respondieron y dijeron: Porque no fueron con nosotros, no les daremos del botín que hemos quitado, sino a «cada uno»* su mujer y sus hijos; que los tomen y se vayan.

(1S 30:23) Y David dijo: No hagan eso, hermanos míos, de lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado, y ha entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros.

(1S 30:24) ¿Y quién les escuchará en este caso? Porque conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les tocará parte igual.

(1S 30:25) Desde aquel día en adelante fue esto por ley y ordenanza en Israel, hasta hoy.

(1S 30:26) Y cuando David llegó a Siclag, envió del botín a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: He aquí un regalo [presente] para ustedes del botín de los enemigos de Jehová.

(1S 30:27) Lo envió a los que estaban en Betel, en Ramot del Neguev, en Jatir,

(1S 30:28) en Aroer, en Sifmot, en Estemoa,

(1S 30:29) en Racal, en las ciudades de Jerameel, en las ciudades del ceneo,

(1S 30:30) en Horma, en Corasán, en Atac,

(1S 30:31) en Hebrón, y en todos los lugares donde David había estado con sus hombres.

Muerte de Saúl y de sus hijos
(1Cr 10:1-12)
(1S 31:1) Los filisteos, pues, pelearon contra Israel, y los de Israel huyeron delante de los filisteos, y cayeron muertos en el monte de Gilboa.

(1S 31:2) Y siguiendo los filisteos a Saúl y a sus hijos, mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl.

(1S 31:3) Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos.

(1S 31:4) Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería, porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella.

(1S 31:5) Y viendo su escudero a Saúl muerto, él también se echó sobre su espada, y murió con él.

(1S 31:6) Así murió Saúl en aquel día, juntamente con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones.

(1S 31:7) Y los de Israel que eran del otro lado del valle, y del otro lado del Jordán, viendo que Israel había huido y que Saúl y sus hijos habían sido muertos, dejaron las ciudades y huyeron; y los filisteos vinieron y habitaron en ellas.

(1S 31:8) Sucedió al siguiente día, que viniendo los filisteos a despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus tres hijos tendidos en el monte de Gilboa.

(1S 31:9) Y le cortaron la cabeza, y le despojaron de las armas; y enviaron mensajeros por toda la tierra de los filisteos, para que llevaran las buenas nuevas al templo de sus ídolos y al pueblo.

(1S 31:10) Y pusieron sus armas en el templo de Astarot, y colgaron su cuerpo en el muro de Betsán.

(1S 31:11) Mas oyendo los de Jabes de Galaad esto que los filisteos hicieron a Saúl,

(1S 31:12) todos los hombres valientes se levantaron, y anduvieron toda aquella noche, y quitaron el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos del muro de Betsán; y viniendo a Jabes, los quemaron allí.

(1S 31:13) Y tomando sus huesos, los sepultaron debajo de un árbol en Jabes, y ayunaron siete días.

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