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Amistad de David y Jonatán
(1S 20:1) Después David huyó
de Naiot en Ramá, y vino delante de Jonatán, y dijo: ¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es
mi maldad, o cuál mi pecado contra tu padre, para que busque mi vida?
(1S 20:2) El le dijo: En
ninguna manera; no morirás. He aquí que mi padre ninguna cosa hará, grande ni
pequeña, que no me la descubra; ¿por qué, pues, me ha de encubrir mi padre este
asunto? No será así.
(1S 20:3) Y David volvió a jurar diciendo: Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia
delante de tus ojos, y dirá: No sepa esto Jonatán, para que no se entristezca;
y ciertamente, vive Jehová y vive tu alma,
que apenas hay un paso entre mí y la muerte.
(1S 20:4) Y Jonatán dijo a
David: Lo que deseare tu alma, haré por
ti.
(1S 20:5) Y David respondió a
Jonatán: He aquí que mañana será nueva luna,
y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; mas tú dejarás que me esconda en
el campo hasta la tarde del tercer día.
(1S 20:6) Si tu padre hiciere mención
de mí, dirás: Me rogó mucho que lo dejase ir corriendo a Belén su ciudad,
porque todos los de su familia celebran allá «el
sacrificio anual.»*
(1S 20:7) Si él dijere: Bien
está, entonces tendrá paz tu esclavo [siervo,
sirviente]; mas si se enojare, sabe
que la maldad está determinada de parte de él.
(1S 20:8) Harás, pues,
misericordia con tu esclavo [siervo,
sirviente], ya que has hecho entrar a tu
esclavo [siervo, sirviente] en
pacto [alianza, convenio, acuerdo] de Jehová
contigo; y si hay maldad en mí, mátame tú, pues
no hay necesidad de llevarme hasta tu padre.
(1S 20:9) Y Jonatán le dijo:
Nunca tal te suceda; antes bien, si yo supiere que mi padre ha determinado
maldad contra ti, ¿no te lo avisaría yo?
(1S 20:10) Dijo entonces David
a Jonatán: ¿Quién me dará aviso si tu padre te respondiere ásperamente?
(1S 20:11) Y Jonatán dijo a
David: Ven, salgamos al campo. Y salieron ambos al campo.
(1S 20:12) Entonces dijo
Jonatán a David: ¡Jehová Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado
a mi padre mañana a esta hora, o el día tercero, si resultare bien para con
David, entonces enviaré a ti para hacértelo saber.
(1S 20:13) Pero si mi padre
intentare hacerte mal, Jehová haga así a Jonatán, y aun le añada, si no te lo
hiciere saber y te enviare para que te vayas en paz. Y esté Jehová contigo,
como estuvo con mi padre.
(1S 20:14) Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de
Jehová, para que no muera,
(1S 20:15) y no apartarás tu
misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado «uno por uno»*
los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea
quitado de la casa de David.
(1S 20:16) Así hizo Jonatán pacto
[alianza,
convenio, acuerdo] con la casa
de David, diciendo: Requiéralo Jehová de la mano de los enemigos de David.
(1S 20:17) Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque le amaba, pues le amaba como a sí mismo.
(1S 20:18) Luego le dijo
Jonatán: Mañana es nueva luna, y tú
serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío.
(1S 20:19) Estarás, pues, tres días,
y luego descenderás y vendrás al lugar donde estabas escondido el día que
ocurrió esto mismo, y esperarás junto a la piedra de Ezel.
(1S 20:20) Y yo tiraré tres
flechas [saetas] hacia aquel
lado, como ejercitándome al blanco.
(1S 20:21) Luego enviaré al
criado, diciéndole: Ve, busca las flechas [saetas].
Y si dijere al criado: He allí las flechas [saetas] más acá de ti, tómalas; tú vendrás,
porque paz tienes, y nada malo hay, vive Jehová.
(1S 20:22) Mas si yo dijere al
muchacho así: He allí las flechas [saetas]
más allá de ti; vete, porque Jehová te ha
enviado.
(1S 20:23) En cuanto al asunto de que tú y yo hemos hablado, esté Jehová entre nosotros dos
para siempre.
(1S 20:24) David, pues, se escondió
en el campo, y cuando llegó la nueva luna,
se sentó el rey a comer pan.
(1S 20:25) Y el rey se sentó en
su silla, «como solía,»* en el asiento junto a la pared, y Jonatán se
levantó, y se sentó Abner al lado de Saúl, y el
lugar de David quedó vacío.
(1S 20:26) Mas aquel día Saúl no dijo
nada, porque se decía: Le habrá sucedido [acontecido] algo, y no está
limpio; de seguro no está purificado.
(1S 20:27) Al siguiente día, el segundo día de la nueva luna, sucedió también que el asiento de
David quedó vacío. Y Saúl dijo a Jonatán su
hijo: ¿Por qué no ha venido a comer el hijo de Isaí hoy ni ayer?
(1S 20:28) Y Jonatán respondió
a Saúl: David me pidió encarecidamente que le dejase ir a Belén,
(1S 20:29) diciendo: Te ruego
que me dejes ir, porque nuestra familia celebra sacrificio en la ciudad, y mi
hermano me lo ha mandado; por lo tanto, si he hallado gracia en tus ojos,
permíteme ir ahora para visitar a mis hermanos. Por esto, pues, no ha venido a
la mesa del rey.
(1S 20:30) Entonces se encendió
la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso
no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para confusión tuya, y para
confusión de la vergüenza de tu madre?
(1S 20:31) Porque todo el tiempo
que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú
estarás firme, ni tu reino. Envía pues, ahora, y tráemelo, porque «ha de morir.»*
(1S 20:32) Y Jonatán respondió
a su padre Saúl y le dijo: ¿Por qué morirá? ¿Qué ha hecho?
(1S 20:33) Entonces Saúl le
arrojó una lanza para herirlo; de donde entendió Jonatán que su padre estaba
resuelto a matar a David.
(1S 20:34) Y se levantó Jonatán de la mesa con exaltada ira, y
no comió pan el segundo día de la nueva luna; porque tenía dolor a causa de David,
porque su padre le había afrentado.
(1S 20:35) Al otro día, de mañana, salió Jonatán al campo, al tiempo
señalado con David, y un muchacho pequeño con él.
(1S 20:36) Y dijo al muchacho:
Corre y busca las flechas [saetas]
que yo tirare. Y cuando el muchacho iba
corriendo, él tiraba la flecha [saeta]
de modo que pasara más allá de él.
(1S 20:37) Y llegando el muchacho adonde estaba la flecha [saeta] que Jonatán había tirado, Jonatán dio voces tras el muchacho, diciendo: ¿No
está la flecha [saeta] más
allá de ti?
(1S 20:38) Y volvió a gritar
Jonatán tras el muchacho: Corre, date prisa, no te pares. Y el muchacho de
Jonatán recogió las flechas [saetas],
y vino a su señor.
(1S 20:39) Pero ninguna cosa entendió
el muchacho; solamente Jonatán y David entendían de lo que se trataba.
(1S 20:40) Luego dio Jonatán
sus armas a su muchacho, y le dijo: Vete y llévalas a la ciudad.
(1S 20:41) Y luego que el muchacho se hubo ido, se levantó
David del lado del sur, y se inclinó tres veces postrándose hasta la tierra; y besándose «el uno al otro,»*
lloraron «el
uno con el otro;»* y David lloró más.
(1S 20:42) Y Jonatán dijo a
David: Vete en paz, porque ambos hemos jurado por el nombre de Jehová,
diciendo: Jehová esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia,
para siempre. Y él se levantó y se fue; y Jonatán entró en la ciudad.
David huye de Saúl
(1S 21:1) Vino David a Nob, al sacerdote Ahimelec; y se
sorprendió Ahimelec de su encuentro, y le dijo:
¿Cómo vienes tú solo, y nadie contigo?
(1S 21:2) Y respondió David al
sacerdote Ahimelec: El rey me encomendó un asunto, y me dijo: Nadie sepa cosa
alguna del asunto a que te envío, y lo que te he encomendado; y yo les señalé a
los criados un cierto lugar.
(1S 21:3) Ahora, pues, ¿qué «tienes
a»* mano? Dame cinco panes, o lo que tengas.
(1S 21:4) El sacerdote respondió
a David y dijo: No tengo pan común «a»* la mano, solamente tengo pan sagrado; pero lo
daré si los criados se han guardado a lo menos de mujeres.
(1S 21:5) Y David respondió al
sacerdote, y le dijo: «De hecho»* las mujeres han estado lejos de nosotros ayer y «anteayer;»* cuando yo salí, ya los vasos de los jóvenes
eran santos, aunque el viaje es profano; ¿cuánto
más «no serán»*
santos hoy sus vasos?
(1S 21:6) Así el sacerdote le dio
el pan sagrado, porque allí no había otro pan sino los panes de la proposición,
los cuales habían sido quitados de la presencia de Jehová, para poner panes
calientes el día que aquéllos fueron quitados.
(1S 21:7) Y estaba allí aquel día detenido delante de Jehová «uno»* de los esclavos [siervos, sirvientes] de Saúl, cuyo nombre era Doeg, edomita, el principal de los
pastores de Saúl.
(1S 21:8) Y David dijo a
Ahimelec: ¿No tienes aquí «a»* mano lanza o espada? Porque no tomé en mi mano mi espada ni mis armas, por cuanto la
orden del rey era apremiante.
(1S 21:9) Y el sacerdote respondió:
La espada de Goliat el filisteo, al que tú venciste en el valle de Ela, está
aquí envuelta en un velo detrás del efod; si quieres tomarla,
tómala; porque aquí no hay otra sino esa. Y dijo David: Ninguna como ella;
dámela.
(1S 21:10) Y levantándose David aquel día, huyó de la
presencia de Saúl, y se fue a Aquis rey de Gat.
(1S 21:11) Y los esclavos [siervos,
sirvientes] de Aquis le dijeron: ¿No
es éste David, el rey de la tierra? ¿no es éste de quien cantaban en las
danzas, diciendo: Hirió Saúl a sus miles, Y David a sus diez miles?
(1S 21:12) Y David puso en su corazón
estas palabras, y tuvo gran temor de Aquis rey de Gat.
(1S 21:13) Y cambió su manera
de comportarse «delante de»* ellos, y se fingió loco «entre»* ellos, y escribía en las portadas de las puertas, y dejaba correr la
saliva por su barba.
(1S 21:14) Y dijo Aquis a sus esclavos [siervos,
sirvientes]: He aquí, ven que este
hombre es demente; ¿por qué lo han traído a mí?
(1S 21:15) ¿Acaso me faltan locos, para que hayan traído a
éste que hiciese de loco delante de mí? ¿Había
de entrar éste en mi casa?
(1S 22:1) Yéndose luego David
de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su
padre lo supieron, vinieron allí a él.
(1S 22:2) Y se juntaron con él
todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se
hallaban en amargura de espíritu, y fue
hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres.
(1S 22:3) Y se fue David de
allí a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: «Yo
te ruego»*
que mi padre y mi madre estén con ustedes, hasta que sepa lo que Dios hará de
mí.
(1S 22:4) Los trajo, pues, a
la presencia del rey de Moab, y habitaron con él todo el tiempo que David estuvo en el lugar fuerte.
(1S 22:5) Pero el profeta
Gad dijo a David: No te estés en este lugar
fuerte; anda y vete a tierra de Judá. Y David se fue, y vino al bosque de
Haret.
Saúl mata a los sacerdotes de Nob
(1S 22:6) Oyó Saúl que se
sabía de David y de los que estaban con él. Y Saúl estaba sentado en Gabaa,
debajo de un tamarisco sobre un alto; y tenía su lanza en su mano, y todos sus esclavos [siervos,
sirvientes] estaban alrededor de él.
(1S 22:7) Y dijo Saúl a sus esclavos [siervos,
sirvientes] que estaban alrededor de él: Oigan ahora, hijos de Benjamín: ¿Les dará también a todos
ustedes el hijo de Isaí tierras y viñas, y les hará a todos ustedes jefes de
millares y jefes de centenas,
(1S 22:8) para que todos ustedes hayan conspirado contra mí, y no haya
quien me descubra al oído cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni
alguno de ustedes que se duela de mí y me descubra cómo mi hijo ha levantado a
mi esclavo [siervo, sirviente]
contra mí para que me aceche, tal como lo hace hoy?
(1S 22:9) Entonces Doeg edomita, que era el principal de los esclavos [siervos, sirvientes] de Saúl, respondió y dijo: Yo vi al hijo de Isaí que vino a Nob, a
Ahimelec hijo de Ahitob,
(1S 22:10) el cual consultó por
él a Jehová y le dio provisiones, y también le dio la espada de Goliat el
filisteo.
(1S 22:11) Y el rey envió por
el sacerdote Ahimelec hijo de Ahitob, y por toda la casa de su padre, los
sacerdotes que estaban en Nob; y todos vinieron al rey.
(1S 22:12) Y Saúl le dijo: Oye
ahora, hijo de Ahitob. Y él dijo: Heme aquí, señor mío.
(1S 22:13) Y le dijo Saúl: ¿Por
qué han conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí,
cuando le diste pan y espada, y consultaste por él a Dios, para que se
levantase contra mí y me acechase, como lo hace hoy día?
(1S 22:14) Entonces Ahimelec respondió
al rey, y dijo: ¿Y quién entre todos tus esclavos [siervos, sirvientes]
es tan fiel como David, yerno también del rey, que sirve a tus órdenes y es
ilustre en tu casa?
(1S 22:15) ¿He comenzado yo desde hoy a consultar por él a
Dios? Lejos sea de mí; no culpe el rey de cosa alguna a su esclavo [siervo, sirviente], ni a toda la casa de mi
padre; porque tu esclavo [siervo, sirviente] ninguna cosa sabe de este asunto, grande ni pequeña.
(1S 22:16) Y el rey dijo: Sin
duda morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre.
(1S 22:17) Entonces dijo el rey
a la «gente de su guardia»* que estaba alrededor de él: Vuelvan y maten a los sacerdotes de Jehová; porque
también la mano de ellos está con David, pues sabiendo ellos que huía, no me lo
descubrieron. Pero los esclavos [siervos, sirvientes] del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de
Jehová.
(1S 22:18) Entonces dijo el rey
a Doeg: Vuelve tú, y arremete contra los sacerdotes. Y se volvió Doeg el
edomita y acometió a los sacerdotes, y mató en aquel día a ochenta y cinco
varones que vestían efod de lino.
(1S 22:19) Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, hirió a filo de espada; así a hombres como a mujeres, niños
hasta los de pecho, bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada.
(1S 22:20) Pero uno de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob,
que se llamaba Abiatar, escapó, y huyó tras
David.
(1S 22:21) Y Abiatar dio aviso
a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová.
(1S 22:22) Y dijo David a
Abiatar: Yo sabía que estando allí aquel día Doeg el edomita, él lo había de
hacer saber a Saúl. Yo «he ocasionado
la muerte»* a
todas las personas de la casa de tu padre.
(1S 22:23) Quédate conmigo, no
temas; quien buscare mi vida, buscará también la tuya; pues conmigo estarás a
salvo.
David en el desierto
(1S 23:1) Dieron aviso a
David, diciendo: He aquí que los filisteos combaten a Keila, y roban las eras.
(1S 23:2) Y David consultó a
Jehová, diciendo: ¿Iré a atacar a estos filisteos? Y Jehová respondió a David:
Ve, ataca a los filisteos, y libra a Keila.
(1S 23:3) Pero los que estaban con David le dijeron: He aquí que nosotros aquí en Judá estamos
con miedo; ¿cuánto más si fuéremos a Keila contra el ejército de los filisteos?
(1S 23:4) Entonces David volvió a consultar a Jehová. Y
Jehová le respondió y dijo: Levántate, desciende
a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos.
(1S 23:5) Fue, pues, David con
sus hombres a Keila, y peleó contra los filisteos, se llevó sus ganados, y les
causó una gran derrota; y libró David a los de Keila.
(1S 23:6) Y sucedió que cuando
Abiatar hijo de Ahimelec huyó siguiendo a David a Keila, descendió con el efod en su mano.
(1S 23:7) Y fue dado aviso a
Saúl que David había venido a Keila. Entonces dijo Saúl: Dios lo ha entregado
en mi mano, pues se ha encerrado entrando en ciudad con puertas y cerraduras.
(1S 23:8) Y convocó Saúl a
todo el pueblo a la batalla para descender a Keila, y poner sitio a David y a
sus hombres.
(1S 23:9) Mas entendiendo
David que Saúl ideaba el mal contra él, dijo a Abiatar sacerdote: Trae el efod.
(1S 23:10) Y dijo David: Jehová
Dios de Israel, tu esclavo [siervo,
sirviente] tiene entendido que Saúl
trata de venir contra Keila, a destruir la ciudad por causa mía.
(1S 23:11) ¿Me entregarán los
vecinos de Keila en sus manos? ¿Descenderá Saúl, como ha oído tu esclavo [siervo, sirviente]? Jehová Dios de Israel, «te ruego»* que
lo declares a tu esclavo [siervo, sirviente]. Y Jehová dijo: Sí, descenderá.
(1S 23:12) Dijo luego David:
¿Me entregarán los vecinos de Keila a mí y a mis hombres en manos de Saúl? Y
Jehová respondió: Les entregarán.
(1S 23:13) David entonces se levantó con sus hombres, que eran
como seiscientos, y salieron de Keila, y «anduvieron de un lugar a otro.»* Y vino a Saúl la
nueva de que David se había escapado de Keila, y desistió de salir.
(1S 23:14) Y David se quedó en
el desierto en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif; y
lo buscaba Saúl todos los días, pero
Dios no lo entregó en sus manos.
(1S 23:15) Viendo, pues, David
que Saúl había salido en busca de su vida, se estuvo en Hores, en el desierto
de Zif.
(1S 23:16) Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios.
(1S 23:17) Y le dijo: No temas,
pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel, y yo
seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe.
(1S 23:18) Y ambos hicieron pacto [alianza, convenio,
acuerdo] delante de Jehová; y David se quedó
en Hores, y Jonatán se volvió a su casa.
(1S 23:19) Después subieron los
de Zif para decirle a Saúl en Gabaa: ¿No está David escondido en nuestra tierra
en las peñas de Hores, en el collado de Haquila, que está al sur del desierto?
(1S 23:20) Por tanto, rey, «desciende
pronto»* ahora, conforme a tu deseo, y nosotros lo entregaremos en la mano del rey.
(1S 23:21) Y Saúl dijo:
Benditos sean ustedes de Jehová, que han tenido compasión de mí.
(1S 23:22) Vayan, pues, ahora,
asegúrense más, conozcan y observen «el
lugar de su escondite,»* y quién lo haya visto allí; porque se me ha dicho que él es
astuto enteramente [en gran manera,
grandemente].
(1S 23:23) Observen, pues, e
infórmense de todos los escondrijos donde se oculta, y vuelvan a mí con
información segura, y yo iré con ustedes; y si él estuviere en la tierra, yo le
buscaré entre todos los millares de Judá.
(1S 23:24) Y ellos se levantaron, y se fueron a Zif delante de Saúl. Pero David y su gente estaban
en el desierto de Maón, en el Arabá al sur del desierto.
(1S 23:25) Y se fue Saúl con su
gente a buscarlo; pero fue dado aviso a David, y descendió a la peña, y se
quedó en el desierto de Maón. Cuando Saúl oyó esto, siguió a David al desierto
de Maón.
(1S 23:26) Y Saúl iba por un
lado del monte, y David con sus hombres por el otro lado del monte, y se daba
prisa David para escapar de Saúl; mas Saúl y sus hombres habían encerrado a
David y a su gente para capturarlos.
(1S 23:27) Entonces vino un mensajero a Saúl, diciendo: Ven luego, porque los filisteos han hecho una
irrupción en el país.
(1S 23:28) Volvió, por tanto, Saúl de perseguir a David, y
partió contra los filisteos. Por esta causa pusieron a aquel lugar por nombre
Sela-hama-lecot.
(1S 23:29) Entonces David subió
de allí y habitó en los lugares fuertes de Engadi.
David perdona la vida a Saúl en
En-gadi
(1S 24:1) Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos,
le dieron aviso, diciendo: He aquí David está en el desierto de Engadi.
(1S 24:2) Y tomando Saúl tres
mil hombres escogidos de todo Israel, fue en busca de David y de sus hombres,
por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses.
(1S 24:3) Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino,
donde había una cueva, entró Saúl en ella para cubrir sus pies; y David y sus
hombres estaban sentados en los rincones de la cueva.
(1S 24:4) Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el día de que te dijo Jehová: He
aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te «pareciere.»* Y se levantó David, y calladamente cortó la orilla
del manto de Saúl.
(1S 24:5) Después de esto se turbó [atormentó, agobió, alteraró]
el corazón de David, porque había
cortado la orilla del manto de Saúl.
(1S 24:6) Y dijo a sus
hombres: Jehová «me guarde»* de hacer tal
cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi
mano contra él; porque es el ungido de Jehová.
(1S 24:7) Así reprimió David a
sus hombres con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl. Y
Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino.
(1S 24:8) También David se levantó después, y saliendo de la cueva dio voces detrás de Saúl, diciendo: ¡Mi
señor el rey! Y cuando Saúl miró hacia atrás, David inclinó su rostro a tierra,
e hizo reverencia.
(1S 24:9) Y dijo David a Saúl:
¿Por qué oyes las palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal?
(1S 24:10) He aquí han visto hoy tus
ojos cómo Jehová te ha puesto hoy en mis manos en la cueva; y me dijeron que te
matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor,
porque es el ungido de Jehová.
(1S 24:11) Y mira, padre mío, mira
la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto, y no
te maté. Conoce, pues, y ve que no hay mal ni traición en mi mano, ni he pecado
contra ti; sin embargo, tú andas a caza de mi vida para quitármela.
(1S 24:12) Juzgue Jehová entre
tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti.
(1S 24:13) Como dice el
proverbio de los antiguos: De los impíos [irreverentes
y sin ley] saldrá la impiedad; así
que mi mano no será contra ti.
(1S 24:14) ¿Tras quién ha salido
el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?
(1S 24:15) Jehová, pues, será
juez, y él juzgará entre tú y yo. El vea y sustente mi causa, y me defienda de
tu mano.
(1S 24:16) Y sucedió que cuando
David acabó de decir estas palabras a Saúl, Saúl dijo: ¿No es esta la voz tuya,
hijo mío David? Y alzó Saúl su voz y lloró,
(1S 24:17) y dijo a David: Más
justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal.
(1S 24:18) Tú has mostrado hoy
que has hecho conmigo bien; pues no me has dado muerte, habiéndome entregado
Jehová en tu mano.
(1S 24:19) Porque ¿quién hallará
a su enemigo, y lo dejará «ir sano y
salvo?»* Jehová te pague con bien por lo que en este día has hecho conmigo.
(1S 24:20) Y ahora, como yo entiendo
que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y
estable,
(1S 24:21) júrame, pues, ahora por Jehová, que no destruirás mi descendencia después de mí, ni borrarás mi nombre
de la casa de mi padre.
(1S 24:22) Entonces David juró a Saúl. Y se fue Saúl a su casa, y David y sus hombres subieron al
lugar fuerte.
David y Abigail
(1S 25:1) Murió Samuel, y se
juntó todo Israel, y lo lloraron, y lo sepultaron en su casa en Ramá. Y se
levantó David y se fue al desierto de Parán.
(1S 25:2) Y en Maón había un hombre que tenía su hacienda en
Carmel, el cual era muy rico, y tenía tres mil ovejas y mil cabras. Y sucedió
que estaba esquilando sus ovejas en Carmel.
(1S 25:3) Y aquel varón se llamaba Nabal, y su mujer,
Abigail. Era aquella mujer de buen entendimiento
y de hermosa apariencia, pero el hombre era duro y de malas obras; y era del
linaje de Caleb.
(1S 25:4) Y oyó David en el
desierto que Nabal esquilaba sus ovejas.
(1S 25:5) Entonces envió David
diez jóvenes y les dijo: Suban a Carmel y vayan a Nabal, y salúdenle en mi
nombre,
(1S 25:6) y díganle así: Sea
paz a ti, y paz a tu familia, y paz a todo cuanto tienes.
(1S 25:7) He sabido que
tienes esquiladores. Ahora, tus pastores han estado con nosotros; no les
tratamos mal, ni les faltó nada en todo el tiempo
que han estado en Carmel.
(1S 25:8) Pregunta a tus
criados, y ellos te lo dirán. Hallen, por tanto, estos jóvenes gracia en tus
ojos, porque hemos venido en buen día; «te
ruego»* que des
lo que tuvieres a mano a tus esclavos [siervos, sirvientes], y a tu hijo David.
(1S 25:9) Cuando llegaron los jóvenes enviados por David,
dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre
de David, y callaron.
(1S 25:10) Y Nabal respondió a
los jóvenes enviados por David, y dijo: ¿Quién es David, y quién es el hijo de
Isaí? Muchos esclavos [siervos, sirvientes] hay hoy que huyen de sus
señores.
(1S 25:11) ¿He de tomar yo
ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y
darla a hombres que no sé de dónde son?
(1S 25:12) Y los jóvenes que
había enviado David se volvieron por su camino, y vinieron y dijeron a David
todas estas palabras.
(1S 25:13) Entonces David dijo
a sus hombres: Cíñase «cada uno»* su espada. Y se ciñó
«cada uno»*
su espada y también David se ciñó su espada; y
subieron tras David como cuatrocientos hombres, y dejaron doscientos con el
bagaje.
(1S 25:14) Pero uno de los criados dio aviso a Abigail mujer
de Nabal, diciendo: He aquí David envió
mensajeros del desierto que saludasen a nuestro amo, y él los ha zaherido.
(1S 25:15) Y aquellos hombres han sido muy buenos con
nosotros, y nunca nos trataron mal, ni nos faltó
nada en todo el tiempo que anduvimos
con ellos, cuando estábamos en el campo.
(1S 25:16) Muro fueron para
nosotros de día y de noche, todos los días
que hemos estado con ellos apacentando las ovejas.
(1S 25:17) Ahora, pues, reflexiona
y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y
contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda
hablarle.
(1S 25:18) Entonces Abigail tomó luego
doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de
grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos, y
lo cargó todo en asnos.
(1S 25:19) Y dijo a sus
criados: vayan delante de mí, y yo les seguiré luego; y nada declaró a su
marido Nabal.
(1S 25:20) Y montando un asno,
descendió por una parte secreta del monte; y he aquí David y sus hombres venían
frente a ella, y ella les salió al encuentro.
(1S 25:21) Y David había dicho:
Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que
nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien.
(1S 25:22) Así haga Dios a los
enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere
suyo no he de dejar con vida ni «un
varón.»
(1S 25:23) Y cuando Abigail vio
a David, se bajó prontamente del asno, y postrándose sobre su rostro delante de
David, se inclinó a tierra;
(1S 25:24) y se echó a sus
pies, y dijo: Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas «te ruego»* que
permitas que tu sierva hable a tus oídos, y
escucha las palabras de tu sierva.
(1S 25:25) No «haga caso»* ahora mi señor
de ese hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. El se
llama Nabal, y la insensatez está con él; mas yo tu sierva no vi a los jóvenes
que tú enviaste.
(1S 25:26) Ahora pues, señor mío, vive Jehová, y vive tu alma, que Jehová te ha impedido el venir a derramar sangre
y vengarte por tu propia mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos los
que procuran mal contra mi señor.
(1S 25:27) Y ahora este regalo [presente]
que tu sierva ha traído a mi señor, sea dado a
los hombres que siguen a mi señor.
(1S 25:28) Y «yo te ruego»* que perdones a tu sierva esta ofensa; pues
Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti
en tus días.
(1S 25:29) Aunque «alguien»* se haya levantado para perseguirte y atentar
contra tu vida, con todo, la vida de mi señor será ligada en el haz de los que
viven delante de Jehová tu Dios, y él arrojará
la vida de tus enemigos como de en medio de la palma de una honda.
(1S 25:30) Y sucederá [acontecerá]
que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de
ti, y te establezca por príncipe sobre Israel,
(1S 25:31) entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni «remordimientos»*
por haber derramado sangre sin causa, o
por haberte vengado por ti mismo. Guárdese, pues, mi señor, y cuando Jehová
haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva.
(1S 25:32) Y dijo David a
Abigail: Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me
encontrases.
(1S 25:33) Y bendito sea tu
razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano.
(1S 25:34) Porque vive Jehová Dios de Israel que me ha
defendido de hacerte mal, que si no te hubieras
dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con
vida a Nabal ni «un varón.»
(1S 25:35) Y recibió David de
su mano lo que le había traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he
oído tu voz, y «te he tenido respeto.»*
(1S 25:36) Y Abigail volvió a Nabal, y he aquí que él tenía
banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de Nabal estaba alegre, y estaba
completamente ebrio, por lo cual ella no le declaró cosa alguna hasta «el día siguiente.»*
(1S 25:37) Pero por la mañana, cuando ya a Nabal se le habían
pasado los efectos del vino, le refirió su mujer
estas cosas; y desmayó su corazón en
él, y se quedó como una piedra.
(1S 25:38) Y diez días después, Jehová hirió a Nabal, y murió.
(1S 25:39) Luego que David oyó
que Nabal había muerto, dijo: Bendito sea Jehová, que juzgó la causa de mi
afrenta recibida de mano de Nabal, y ha preservado del mal a su esclavo [siervo, sirviente]; y Jehová ha vuelto la
maldad de Nabal sobre su propia cabeza. Después envió
David a hablar con Abigail, para tomarla por su mujer.
(1S 25:40) Y los esclavos [siervos,
sirvientes] de David vinieron a Abigail en Carmel, y hablaron con ella, diciendo: David nos ha enviado a ti, para
tomarte por su mujer.
(1S 25:41) Y ella se levantó e inclinó su rostro a tierra,
diciendo: He aquí tu sierva, que será una sierva
para lavar los pies de los esclavos [siervos, sirvientes] de mi señor.
(1S 25:42) Y levantándose luego Abigail con cinco doncellas «que le servían,»*
montó en un asno y siguió a los mensajeros de
David, y fue su mujer.
(1S 25:43) También tomó David a
Ahinoam de Jezreel, y ambas fueron sus mujeres.
(1S 25:44) Porque Saúl había dado a su hija Mical mujer de
David a Palti hijo de Lais, que era de Galim.
David perdona la vida de Saúl en Zif
(1S 26:1) Vinieron los zifeos a Saúl en Gabaa, diciendo: ¿No
está David escondido en el collado de Haquila, al oriente del desierto?
(1S 26:2) Saúl entonces se levantó y descendió al desierto de Zif, llevando consigo tres mil hombres
escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif.
(1S 26:3) Y acampó Saúl en el
collado de Haquila, que está al oriente del desierto, junto al camino. Y estaba
David en el desierto, y entendió que Saúl le seguía en el desierto.
(1S 26:4) David, por tanto, envió
espías, y supo con certeza que Saúl había venido.
(1S 26:5) Y se levantó David, y vino al sitio donde Saúl
había acampado; y miró David el lugar donde
dormían Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Y estaba Saúl
durmiendo en el campamento, y el pueblo estaba acampado en derredor de él.
(1S 26:6) Entonces David dijo
a Ahimelec heteo y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién descenderá
conmigo a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo.
(1S 26:7) David, pues, y Abisai fueron de noche al ejército;
y he aquí que Saúl estaba tendido durmiendo en el campamento, y su lanza
clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el ejército estaban tendidos alrededor
de él.
(1S 26:8) Entonces dijo Abisai
a David: Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que
le hiera con la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré
segundo golpe.
(1S 26:9) Y David respondió a
Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?
(1S 26:10) Dijo además David:
Vive Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o
descendiendo en batalla perezca,
(1S 26:11) guárdeme Jehová de
extender mi mano contra el ungido de Jehová. Pero toma ahora la
lanza que está a su cabecera, y la vasija de agua, y vámonos.
(1S 26:12) Se llevó, pues, David la lanza y la vasija de agua
de la cabecera de Saúl, y se fueron; y no hubo nadie que viese, ni entendiese,
ni velase, pues todos dormían; porque un profundo sueño enviado de Jehová había
caído sobre ellos.
(1S 26:13) Entonces pasó David
al lado opuesto, y se puso en la cumbre del monte a lo lejos, habiendo gran
distancia entre ellos.
(1S 26:14) Y dio voces David al
pueblo, y a Abner hijo de Ner, diciendo: ¿No respondes, Abner? Entonces Abner
respondió y dijo: ¿Quién eres tú que gritas al rey?
(1S 26:15) Y dijo David a
Abner: ¿No eres tú un hombre? ¿y quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues,
no has guardado al rey tu señor? Porque uno del pueblo ha entrado a matar a tu
señor el rey.
(1S 26:16) Esto que has hecho
no está bien. Vive Jehová, que «son
dignos de muerte,»*
porque no han guardado a su [de ustedes] señor, al ungido de Jehová. Mira pues, ahora,
dónde está la lanza del rey, y la vasija de agua que estaba a su cabecera.
(1S 26:17) Y conociendo Saúl la
voz de David, dijo: ¿No es esta tu voz, hijo mío David? Y David respondió: Mi
voz es, rey señor mío.
(1S 26:18) Y dijo: ¿Por qué
persigue así mi señor a su esclavo [siervo,
sirviente]? ¿Qué he hecho? ¿Qué mal
hay en mi mano?
(1S 26:19) «Ruego,»* pues, que el rey mi señor oiga ahora las
palabras de su siervo. Si Jehová te incita contra mí, acepte él la ofrenda; mas
si fueren hijos de hombres, malditos sean ellos en presencia de Jehová, porque
me han arrojado hoy para que no tenga parte en la heredad [posesión territorial] de Jehová, diciendo: Ve
y sirve a dioses ajenos.
(1S 26:20) No caiga, pues,
ahora mi sangre en tierra delante de
Jehová, porque ha salido el rey de Israel a buscar una pulga, así como quien
persigue una perdiz por los montes.
(1S 26:21) Entonces dijo Saúl:
He pecado; vuélvete, hijo mío David, que ningún mal te haré más, porque mi vida
ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He aquí yo he hecho neciamente, y he
errado en gran manera.
(1S 26:22) Y David respondió y
dijo: He aquí la lanza del rey; pase acá uno de los criados y tómela.
(1S 26:23) Y Jehová pague a «cada
uno»* su justicia y su lealtad; pues Jehová
te había entregado hoy en mi mano, mas yo no quise
extender mi mano contra el ungido de Jehová.
(1S 26:24) Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa
hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de
Jehová, y me libre de toda aflicción.
(1S 26:25) Y Saúl dijo a David:
Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y
prevalecerás. Entonces David se fue por su camino, y Saúl se volvió a su lugar.
David entre los filisteos
(1S 27:1) Dijo luego David en
su corazón: Al fin seré muerto algún
día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra
de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no me ande buscando más
por todo el territorio de Israel; y así escaparé de su mano.
(1S 27:2) Se levantó, pues, David, y con los seiscientos
hombres que tenía consigo se pasó a Aquis hijo de Maoc, rey de Gat.
(1S 27:3) Y moró David con
Aquis en Gat, él y sus hombres, «cada
uno»* con su
familia; David con sus dos mujeres, Ahinoam jezreelita y Abigail la que fue
mujer de Nabal el de Carmel.
(1S 27:4) Y vino a Saúl la nueva
de que David había huido a Gat, y no lo buscó más.
(1S 27:5) Y David dijo a
Aquis: Si he hallado gracia ante tus ojos, séame dado lugar en alguna de las
aldeas para que habite allí; pues ¿por qué ha de morar tu esclavo [siervo, sirviente] contigo en la ciudad real?
(1S 27:6) Y Aquis le dio aquel
día a Siclag, por lo cual Siclag vino a ser de los reyes de Judá hasta hoy.
(1S 27:7) Fue el número de los
días que David habitó en la tierra de
los filisteos, «un año»* y cuatro meses.
(1S 27:8) Y subía David con
sus hombres, y hacían incursiones contra los gesuritas, los gezritas y los
amalecitas; porque éstos habitaban de largo tiempo
la tierra, desde como quien va a Shur hasta la tierra de Egipto.
(1S 27:9) Y asolaba David el
país, y no dejaba con vida hombre ni mujer; y se llevaba las ovejas, las vacas,
los asnos, los camellos y las ropas, y regresaba a Aquis.
(1S 27:10) Y decía Aquis:
¿Dónde han merodeado hoy? Y David decía: En el Neguev de Judá, y el Neguev de
Jerameel, o en el Neguev de los ceneos.
(1S 27:11) Ni hombre ni mujer dejaba David con vida para que viniesen a Gat; diciendo: No sea que den
aviso de nosotros y digan: Esto hizo David. Y esta fue su costumbre todo el tiempo que moró en la tierra de los filisteos.
(1S 27:12) Y Aquis creía a
David, y decía: El se ha hecho abominable a su pueblo de Israel, y será siempre
mi esclavo [siervo, sirviente].
(1S 28:1) Sucedió en aquellos días,
que los filisteos reunieron sus fuerzas para
pelear contra Israel. Y dijo Aquis a David: Ten entendido que has de salir
conmigo a campaña, tú y tus hombres.
(1S 28:2) Y David respondió a
Aquis: Muy bien, tú sabrás lo que hará tu esclavo [siervo, sirviente]. Y Aquis dijo a David: Por tanto, yo te constituiré guarda de mi
persona durante toda mi vida.
Saúl y la divina de Endor
(1S 28:3) Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había
lamentado, y le habían sepultado en Ramá, su
ciudad. Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores
y adivinos.
(1S 28:4) Se juntaron, pues, los filisteos, y vinieron y
acamparon en Sunem; y Saúl juntó a todo Israel,
y acamparon en Gilboa.
(1S 28:5) Y cuando vio Saúl el
campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó [atormentó, agobió, alteró] su corazón
enteramente [en gran manera, grandemente].
(1S 28:6) Y consultó Saúl a
Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños,
ni por Urim, ni por profetas.
(1S 28:7) Entonces Saúl dijo a
sus criados: Búsquenme una mujer que tenga espíritu
de adivinación, para que yo vaya a ella
y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una
mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación.
(1S 28:8) Y se disfrazó Saúl,
y se puso otros vestidos, y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella mujer
de noche; y él dijo: «Yo te ruego»* que me adivines por el espíritu
de adivinación, y me hagas subir a
quien yo te dijere.
(1S 28:9) Y la mujer le dijo:
He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los
evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues,
pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir?
(1S 28:10) Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive
Jehová, que ningún mal te vendrá por esto.
(1S 28:11) La mujer entonces dijo:
¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel.
(1S 28:12) Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y
habló aquella mujer a Saúl, diciendo:
(1S 28:13) ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el
rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la
mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra.
(1S 28:14) El le dijo: ¿Cuál es
su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl
entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran
reverencia.
(1S 28:15) Y Samuel dijo a
Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy
angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y
no me responde más, ni «por medio de»* profetas
ni por sueños; por esto te he llamado, para que me
declares lo que tengo que hacer.
(1S 28:16) Entonces Samuel dijo:
¿Y para qué me preguntas a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo?
(1S 28:17) Jehová te ha hecho
como dijo «por medio de mí;»* pues Jehová ha quitado
el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David.
(1S 28:18) Como tú no obedeciste
a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso
Jehová te ha hecho esto hoy.
(1S 28:19) Y Jehová entregará a
Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estarán conmigo, tú
y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los
filisteos.
(1S 28:20) Entonces Saúl cayó
en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y
estaba sin fuerzas, porque en todo aquel día y aquella noche no había comido
pan.
(1S 28:21) Entonces la mujer vino a Saúl, y viéndolo turbado [atormentado,
agobiado, alterado] enteramente [en
gran manera, grandemente], le dijo:
He aquí que tu sierva ha obedecido a tu voz, y he arriesgado mi vida, y he oído
las palabras que tú me has dicho.
(1S 28:22) «Te ruego,»* pues, que tú también oigas la voz de tu sierva; pondré yo delante de ti un
bocado de pan para que comas, a fin de que cobres fuerzas, y sigas tu camino.
(1S 28:23) Y él rehusó
diciendo: No comeré. Pero porfiaron con él sus esclavos [siervos,
sirvientes] juntamente con la mujer, y él les obedeció. Se levantó, pues, del suelo, y se sentó sobre una
cama.
(1S 28:24) Y aquella mujer tenía en su casa un ternero
engordado, el cual mató luego; y tomó harina y
la amasó, y coció de ella panes sin levadura.
(1S 28:25) Y lo trajo delante de Saúl y de sus esclavos [siervos, sirvientes]; y después de haber
comido, se levantaron, y se fueron aquella noche.
Los filisteos desconfían de David
(1S 29:1) Los filisteos juntaron todas sus fuerzas en Afec, e Israel acampó junto a la fuente
que está en Jezreel.
(1S 29:2) Y cuando los príncipes de los filisteos pasaban
revista a sus compañías de a ciento y de a mil hombres, David y sus hombres
iban en la retaguardia con Aquis.
(1S 29:3) Y dijeron los
príncipes de los filisteos: ¿Qué hacen aquí estos hebreos? Y Aquis respondió a
los príncipes de los filisteos: ¿No es éste David, el esclavo [siervo, sirviente] de Saúl rey de Israel, que
ha estado conmigo por días y años, y no he hallado falta en él
desde el día que se pasó a mí hasta hoy?
(1S 29:4) Entonces los príncipes de los filisteos se enojaron contra él, y le dijeron: Despide a este hombre, para
que se vuelva al lugar que le señalaste, y no venga con nosotros a la batalla,
no sea que en la batalla se nos vuelva enemigo; porque ¿con qué cosa volvería
mejor a la gracia de su señor que con las cabezas de estos hombres?
(1S 29:5) ¿No es éste David, de quien cantaban en las danzas,
diciendo: Saúl hirió a sus miles, Y David a sus
diez miles?
(1S 29:6) Y Aquis llamó a
David y le dijo: Vive Jehová, que tú has sido recto, y que «me ha parecido»*
bien tu salida y tu entrada en el campamento
conmigo, y que ninguna cosa mala he hallado en ti desde el día que viniste a mí
hasta hoy; mas a los ojos de los príncipes no agradas.
(1S 29:7) Vuélvete, pues, y vete
en paz, para no «desagradar a»* los príncipes de los filisteos.
(1S 29:8) Y David respondió a
Aquis: ¿Qué he hecho? ¿Qué has hallado en tu esclavo [siervo, sirviente] desde el día que estoy «contigo»*
hasta hoy, para que yo no vaya y pelee contra
los enemigos de mi señor el rey?
(1S 29:9) Y Aquis respondió a
David, y dijo: Yo sé que tú eres bueno ante mis ojos, como un ángel de Dios;
pero los príncipes de los filisteos me han dicho: No venga con nosotros a la
batalla.
(1S 29:10) Levántate, pues, de
mañana, tú y los esclavos [siervos, sirvientes] de tu señor que han
venido contigo; y levantándose al amanecer,
marchen.
(1S 29:11) Y se levantó David
de mañana, él y sus hombres, para irse y volver a la tierra de los filisteos; y
los filisteos fueron a Jezreel.
David derrota a los amalecitas
(1S 30:1) Cuando David y sus hombres vinieron a Siclag al
tercer día, los de Amalec habían invadido el
Neguev y a Siclag, y habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego.
(1S 30:2) Y se habían llevado cautivas a las mujeres y a
todos los que estaban allí, desde el menor hasta
el mayor; pero a «nadie»* habían dado muerte, sino se los habían llevado
al seguir su camino.
(1S 30:3) Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he
aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían sido llevados
cautivos.
(1S 30:4) Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas
para llorar.
(1S 30:5) Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y
Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran cautivas.
(1S 30:6) Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura
de alma, «cada uno»* por sus hijos y
por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová
su Dios.
(1S 30:7) Y dijo David al
sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: «Yo
te ruego»* que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod a David.
(1S 30:8) Y David consultó a
Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él
le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a
los cautivos.
(1S 30:9) Partió, pues, David,
él y los seiscientos hombres que con él estaban, y llegaron hasta el torrente
de Besor, donde se quedaron algunos.
(1S 30:10) Y David siguió
adelante con cuatrocientos hombres; porque se quedaron atrás doscientos, que
cansados no pudieron pasar el torrente de Besor.
(1S 30:11) Y hallaron en el
campo a un hombre egipcio, el cual trajeron a David, y le dieron pan, y comió,
y le dieron a beber agua.
(1S 30:12) Le dieron también un
pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió
en él su espíritu; porque no había
comido pan ni bebido agua en tres días
y tres noches.
(1S 30:13) Y le dijo David: ¿De
quién eres tú, y de dónde eres? Y respondió el joven egipcio: Yo soy esclavo [siervo, sirviente] de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días,
porque estaba yo enfermo;
(1S 30:14) pues hicimos una incursión a la parte del Neguev
que es de los cereteos, y de Judá, y al Neguev de Caleb; y pusimos fuego a
Siclag.
(1S 30:15) Y le dijo David: ¿Me llevarás tú a esa tropa? Y él dijo: Júrame por Dios que no me
matarás, ni me entregarás en mano de mi amo, y yo te llevaré a esa gente.
(1S 30:16) Lo llevó, pues; y he
aquí que estaban desparramados sobre toda aquella tierra, comiendo y bebiendo y
haciendo fiesta, por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de
los filisteos y de la tierra de Judá.
(1S 30:17) Y los hirió David
desde aquella mañana hasta la tarde del día siguiente; y no escapó de ellos «ninguno,»*
sino cuatrocientos jóvenes que montaron sobre
los camellos y huyeron.
(1S 30:18) Y libró David todo
lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó David a sus dos
mujeres.
(1S 30:19) Y no les faltó cosa
alguna, chica ni grande, así de hijos como de hijas, del robo, y de todas las
cosas que les habían tomado; todo lo recuperó David.
(1S 30:20) Tomó también David
todas las ovejas y el ganado mayor; y trayéndolo todo delante, decían: Este es
el botín de David.
(1S 30:21) Y vino David a los doscientos hombres que habían
quedado cansados y no habían podido seguir a
David, a los cuales habían hecho quedar en el torrente de Besor; y ellos
salieron a recibir a David y al pueblo que con él estaba. Y cuando David llegó
a la gente, les saludó con paz.
(1S 30:22) Entonces todos los malos y perversos de entre los
que habían ido con David, respondieron y
dijeron: Porque no fueron con nosotros, no les daremos del botín que hemos
quitado, sino a «cada uno»* su mujer y sus hijos; que los tomen y se vayan.
(1S 30:23) Y David dijo: No
hagan eso, hermanos míos, de lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado,
y ha entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros.
(1S 30:24) ¿Y quién les escuchará en este caso? Porque
conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la parte del
que queda con el bagaje; les tocará parte igual.
(1S 30:25) Desde aquel día en adelante fue esto por ley y
ordenanza en Israel, hasta hoy.
(1S 30:26) Y cuando David llegó a Siclag, envió del botín a los ancianos de Judá, sus amigos,
diciendo: He aquí un regalo [presente]
para ustedes del botín de los enemigos de Jehová.
(1S 30:27) Lo envió a los que estaban en Betel, en Ramot del
Neguev, en Jatir,
(1S 30:28) en Aroer, en Sifmot, en Estemoa,
(1S 30:29) en Racal, en las ciudades de Jerameel, en las
ciudades del ceneo,
(1S 30:30) en Horma, en Corasán, en Atac,
(1S 30:31) en Hebrón, y en todos los lugares donde David
había estado con sus hombres.
Muerte de Saúl y de sus hijos
(1Cr 10:1-12)
(1S 31:1) Los filisteos, pues, pelearon contra Israel, y los
de Israel huyeron delante de los filisteos, y cayeron muertos en el monte de
Gilboa.
(1S 31:2) Y siguiendo los
filisteos a Saúl y a sus hijos, mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa,
hijos de Saúl.
(1S 31:3) Y arreció la batalla
contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos.
(1S 31:4) Entonces dijo Saúl a
su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos
incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería,
porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre
ella.
(1S 31:5) Y viendo su escudero
a Saúl muerto, él también se echó sobre su espada, y murió con él.
(1S 31:6) Así murió Saúl en
aquel día, juntamente con sus tres hijos, y su escudero, y todos sus varones.
(1S 31:7) Y los de Israel que eran del otro lado del valle, y
del otro lado del Jordán, viendo que Israel había huido
y que Saúl y sus hijos habían sido muertos, dejaron las ciudades y huyeron; y
los filisteos vinieron y habitaron en ellas.
(1S 31:8) Sucedió al siguiente día, que viniendo los
filisteos a despojar a los muertos, hallaron a
Saúl y a sus tres hijos tendidos en el monte de Gilboa.
(1S 31:9) Y le cortaron la
cabeza, y le despojaron de las armas; y enviaron mensajeros por toda la tierra
de los filisteos, para que llevaran las buenas nuevas al templo de sus ídolos y al pueblo.
(1S 31:10) Y pusieron sus armas en el templo
de Astarot, y colgaron su cuerpo en el muro de
Betsán.
(1S 31:11) Mas oyendo los de Jabes de Galaad esto que los
filisteos hicieron a Saúl,
(1S 31:12) todos los hombres valientes se levantaron, y
anduvieron toda aquella noche, y quitaron el
cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos del muro de Betsán; y viniendo a
Jabes, los quemaron allí.
(1S 31:13) Y tomando sus huesos,
los sepultaron debajo de un árbol en Jabes, y ayunaron siete días.