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1ª de SAMUEL
Nacimiento de Samuel
(1S 1:1) Hubo un varón de
Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham,
hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo.
(1S 1:2) Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y
el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas
Ana no los tenía.
(1S 1:3) Y «todos los años»* aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a
Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees,
sacerdotes de Jehová.
(1S 1:4) Y cuando llegaba el
día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos
y a todas sus hijas, a cada uno su parte.
(1S 1:5) Pero a Ana daba una
parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová «no le había concedido tener hijos.»*
(1S 1:6) Y su rival la irritaba, enojándola y
entristeciéndola, porque Jehová «no le había concedido tener hijos.»*
(1S 1:7) Así hacía «cada año;»*
cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba
así; por lo cual Ana lloraba, y no comía.
(1S 1:8) Y Elcana su marido le dijo:
Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?
(1S 1:9) Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido
en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un
pilar del templo de Jehová,
(1S 1:10) ella con amargura de
alma oró a Jehová, y lloró
abundantemente.
(1S 1:11) E hizo voto,
diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu
sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a
tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su
cabeza.
(1S 1:12) Mientras ella oraba largamente
delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella.
(1S 1:13) Pero Ana hablaba en
su corazón, y solamente se movían sus
labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria.
(1S 1:14) Entonces le dijo
Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.
(1S 1:15) Y Ana le respondió
diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada
de espíritu; no he bebido vino ni
sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová.
(1S 1:16) No tengas a tu
sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi
aflicción he hablado hasta ahora.
(1S 1:17) Elí respondió y
dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho.
(1S 1:18) Y ella dijo: Halle
tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió,
y «no estuvo más triste.»
(1S 1:19) Y levantándose de
mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y
Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella.
(1S 1:20) Sucedió que al
cumplirse el tiempo, después de haber
concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por
cuanto lo pedí a Jehová.
(1S 1:21) Después subió el
varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio
acostumbrado y su voto.
(1S 1:22) Pero Ana no subió,
sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que
lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre.
(1S 1:23) Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien «te
parezca;»* quédate
hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la
mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó.
(1S 1:24) Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de
harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño
era pequeño.
(1S 1:25) Y matando el
becerro, trajeron el niño a Elí.
(1S 1:26) Y ella dijo: ¡Oh,
señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo
soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová.
(1S 1:27) Por este niño oraba,
y Jehová me dio lo que le pedí.
(1S 1:28) Yo, pues, lo dedico
también a Jehová; todos los días que
viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.
Cántico de Ana
(1S 2:1) Y Ana oró y dijo: Mi
corazón se regocija en Jehová, Mi poder
se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me
alegré en tu salvación.
(1S 2:2) No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno
fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro.
(1S 2:3) No multipliquen
palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de su [ustedes] boca; Porque el Dios de todo saber
es Jehová, Y a él toca el pesar las acciones.
(1S 2:4) Los arcos de los fuertes fueron quebrados, Y los
débiles se ciñeron de poder.
(1S 2:5) Los saciados se alquilaron por pan, Y los
hambrientos dejaron de tener hambre; Hasta la
estéril ha dado a luz siete, Y la que tenía muchos hijos languidece.
(1S 2:6) Jehová mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir.
(1S 2:7) Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y
enaltece.
(1S 2:8) El levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta
al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas
de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo.
(1S 2:9) El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos [irreverentes y sin ley] perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia
fuerza.
(1S 2:10) Delante de Jehová serán quebrantados [despedazados] sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová
juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío
de su Ungido.
(1S 2:11) Y Elcana se volvió a
su casa en Ramá; y el niño ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí.
El pecado de los hijos de Elí
(1S 2:12) Los hijos de Elí eran hombres impíos [irreverentes y sin ley], y no tenían
conocimiento de Jehová.
(1S 2:13) Y era costumbre
de los sacerdotes con el pueblo, que cuando «alguno»* ofrecía sacrificio, venía el criado del
sacerdote mientras se cocía la carne, trayendo en su mano un garfio de tres
dientes,
(1S 2:14) y lo metía en el
perol, en la olla, en el caldero o en la marmita; y todo lo que sacaba el
garfio, el sacerdote lo tomaba para sí. De esta manera hacían con todo
israelita que venía a Silo.
(1S 2:15) Asimismo, antes de quemar
la grosura, venía el criado del sacerdote, y decía al que sacrificaba: Da carne
que asar para el sacerdote; porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda.
(1S 2:16) Y si el hombre le
respondía: Quemen la grosura primero, y después toma tanto como quieras; él
respondía: No, sino dámela ahora mismo; de otra manera yo la tomaré por la
fuerza.
(1S 2:17) Era, pues, muy
grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres
despreciaban las ofrendas de Jehová.
(1S 2:18) Y el joven Samuel ministraba en la presencia de
Jehová, vestido de un efod de lino.
(1S 2:19) Y le hacía su madre
una túnica pequeña y se la traía «cada
año,»* cuando subía
con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado.
(1S 2:20) Y Elí bendijo a
Elcana y a su mujer, diciendo: Jehová te dé hijos de esta mujer en lugar del
que pidió a Jehová. Y se volvieron a su casa.
(1S 2:21) Y visitó Jehová a
Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel
crecía delante de Jehová.
(1S 2:22) Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y
cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.
(1S 2:23) Y les dijo: ¿Por qué
hacen cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo sus [de ustedes] malos procederes.
(1S 2:24) No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacen pecar al pueblo de Jehová.
(1S 2:25) Si pecare el hombre
contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová,
¿quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová
había resuelto hacerlos morir.
(1S 2:26) Y el joven Samuel iba creciendo, y era acepto
delante de Dios y delante de los hombres.
(1S 2:27) Y vino un varón de Dios a Elí, y le dijo: Así ha dicho Jehová: ¿No me manifesté yo
claramente a la casa de tu padre, cuando estaban en Egipto en casa de Faraón?
(1S 2:28) Y yo le escogí por mi sacerdote entre todas las
tribus de Israel, para que ofreciese sobre mi altar, y quemase incienso, y
llevase efod delante de mí; y di a la casa de tu padre todas las ofrendas de los hijos
de Israel.
(1S 2:29) ¿Por qué han hollado
mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has honrado a tus hijos más
que a mí, engordándose de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo
Israel?
(1S 2:30) Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había
dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían
delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga,
porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en
poco.
(1S 2:31) He aquí, vienen días
en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya
anciano en tu casa.
(1S 2:32) Verás tu casa
humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel; y en «ningún tiempo»* habrá anciano en
tu casa.
(1S 2:33) El varón de los tuyos que yo no corte de mi altar, será para consumir tus ojos y llenar tu alma de dolor; y todos los nacidos en tu casa
morirán en la edad viril.
(1S 2:34) Y te será por señal
esto que sucederá [acontecerá] a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán en un día.
(1S 2:35) Y yo me suscitaré [promoveré, levantaré] un
sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma;
y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido
todos los días.
(1S 2:36) Y el que hubiere quedado en tu casa vendrá a
postrarse delante de él por una moneda de plata y un bocado de pan, diciéndole: «Te ruego»* que me agregues
a alguno de los ministerios, para que pueda comer un bocado de pan.
Jehová llama a Samuel
(1S 3:1) El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de
Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días;
no había visión con frecuencia.
(1S 3:2) Y sucedió un día,
que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a
oscurecerse de modo que no podía ver,
(1S 3:3) Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca
de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada,
(1S 3:4) Jehová llamó a
Samuel; y él respondió: Heme aquí.
(1S 3:5) Y corriendo luego a
Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado;
vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó.
(1S 3:6) Y Jehová volvió a
llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí;
¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y
acuéstate.
(1S 3:7) Y Samuel no había conocido
aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada.
(1S 3:8) Jehová, pues, llamó la tercera
vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has
llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven.
(1S 3:9) Y dijo Elí a Samuel:
Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu esclavo [siervo, sirviente] oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar.
(1S 3:10) Y vino Jehová y se paró,
y llamó como «las otras veces:»* ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu esclavo [siervo, sirviente] oye.
(1S 3:11) Y Jehová dijo a
Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán
ambos oídos.
(1S 3:12) Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas
que he dicho sobre su casa, desde el principio
hasta el fin.
(1S 3:13) Y le mostraré que yo
juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad [gran maldad e injusticia] que
él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios,
y él no los ha estorbado.
(1S 3:14) Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la
iniquidad [gran
maldad e injusticia] de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.
(1S 3:15) Y Samuel estuvo acostado
hasta la mañana, y abrió las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía
descubrir la visión a Elí.
(1S 3:16) Llamando, pues, Elí
a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí.
(1S 3:17) Y Elí dijo: ¿Qué es
la palabra que te habló? «Te ruego»* que no me la
encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo lo
que habló contigo.
(1S 3:18) Y Samuel se lo manifestó
todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le «pareciere.»
(1S 3:19) Y Samuel creció, y
Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras.
(1S 3:20) Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta
de Jehová.
(1S 3:21) Y Jehová volvió a
aparecer en Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de
Jehová.
Los filisteos capturan el arca
(1S 4:1) Y Samuel habló a todo Israel. Por aquel tiempo salió Israel a encontrar en batalla a
los filisteos, y acampó junto a Eben-ezer, y los filisteos acamparon en Afec.
(1S 4:2) Y los filisteos presentaron
la batalla a Israel; y trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los
filisteos, los cuales hirieron en la batalla en el campo como a cuatro mil
hombres.
(1S 4:3) Cuando volvió el pueblo al campamento, los ancianos
de Israel dijeron: ¿Por qué nos ha herido hoy
Jehová delante de los filisteos? Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto
[alianza, convenio, acuerdo] de Jehová, para que
viniendo entre nosotros nos salve de la mano de
nuestros enemigos.
(1S 4:4) Y envió el pueblo a
Silo, y trajeron de allá el arca del pacto [alianza, convenio,
acuerdo] de Jehová de los ejércitos, que moraba entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ofni y
Finees, estaban allí con el arca del pacto [alianza, convenio, acuerdo] de Dios.
(1S 4:5) Sucedió que cuando el arca
del pacto [alianza, convenio, acuerdo] de Jehová
llegó al campamento, todo Israel gritó con tan gran júbilo que la tierra
tembló.
(1S 4:6) Cuando los filisteos oyeron
la voz de júbilo, dijeron: ¿Qué voz de gran júbilo es esta en el campamento de
los hebreos? Y supieron que el arca de
Jehová había sido traída al campamento.
(1S 4:7) Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campamento. Y
dijeron: ¡Ay de nosotros! pues «antes
de ahora»* no fue así.
(1S 4:8) ¡Ay de nosotros!
¿Quién nos librará de la mano de estos dioses poderosos? Estos son los dioses
que hirieron a Egipto con toda plaga en el desierto.
(1S 4:9) Esfuércense, oh
filisteos, y sean hombres, para que no sirvan a los hebreos, como ellos se han
servido a ustedes; sean hombres, y peleen.
(1S 4:10) Pelearon, pues, los
filisteos, e Israel fue vencido, y huyeron «cada
cual»* a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad,
pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie.
(1S 4:11) Y el arca
de Dios fue tomada, y muertos los dos hijos de
Elí, Ofni y Finees.
(1S 4:12) Y corriendo de la
batalla un hombre de Benjamín, llegó el mismo día a Silo, rotos sus vestidos y
tierra sobre su cabeza;
(1S 4:13) y cuando llegó, he aquí que Elí estaba sentado en
una silla vigilando junto al camino, porque su corazón
estaba temblando por causa del arca de Dios. Llegado, pues, aquel hombre a
la ciudad, y dadas las nuevas, toda la ciudad gritó.
(1S 4:14) Cuando Elí oyó el
estruendo de la gritería, dijo: ¿Qué estruendo de alboroto es este? Y aquel
hombre vino aprisa y dio las nuevas a Elí.
(1S 4:15) Era ya Elí de edad
de noventa y ocho años, y sus
ojos se habían oscurecido, de modo que no podía ver.
(1S 4:16) Dijo, pues, aquel
hombre a Elí: Yo vengo de la batalla, he escapado hoy del combate. Y Elí dijo:
¿Qué ha sucedido [acontecido], hijo mío?
(1S 4:17) Y el mensajero respondió
diciendo: Israel huyó delante de los filisteos, y también fue hecha gran mortandad en el pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees,
fueron muertos, y el arca de Dios ha
sido tomada.
(1S 4:18) Y sucedió que cuando
él hizo mención del arca de Dios, Elí
cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió; porque
era hombre viejo y pesado. Y había juzgado a Israel cuarenta años.
(1S 4:19) Y su nuera la mujer de Finees, que estaba encinta,
cercana al alumbramiento, oyendo el rumor que el
arca de Dios había sido tomada, y
muertos su suegro y su marido, se inclinó y dio a luz; porque le sobrevinieron
sus dolores de repente.
(1S 4:20) Y al tiempo
que moría, le decían las que estaban junto a
ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Mas ella no respondió, ni
«se dio por entendida.»*
(1S 4:21) Y llamó al niño
Icabod, diciendo: ¡Traspasada es la gloria de Israel! por haber sido tomada el arca de Dios, y por la muerte de su suegro y
de su marido.
(1S 4:22) Dijo, pues:
Traspasada es la gloria de Israel; porque ha sido tomada el arca de Dios.
El arca en tierra de los filisteos
(1S 5:1) Cuando los filisteos capturaron el arca de
Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod.
(1S 5:2) Y tomaron los
filisteos el arca de Dios, y la
metieron en la casa de Dagón, y la pusieron junto a Dagón.
(1S 5:3) Y cuando al siguiente día los de Asdod se
levantaron de mañana, he aquí Dagón postrado en tierra delante del arca de Jehová; y tomaron a Dagón y lo
volvieron a su lugar.
(1S 5:4) Y volviéndose a levantar
de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón había caído postrado en tierra
delante del arca de Jehová; y la cabeza
de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral,
habiéndole quedado a Dagón el tronco solamente.
(1S 5:5) Por esta causa los sacerdotes de Dagón y todos los
que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de Dagón
en Asdod, hasta hoy.
(1S 5:6) Y se agravó la mano
de Jehová sobre los de Asdod, y los destruyó y los hirió con tumores en Asdod y
en todo su territorio.
(1S 5:7) Y viendo esto los de
Asdod, dijeron: No quede con nosotros el arca
del Dios de Israel, porque su mano es dura sobre nosotros y sobre nuestro dios
Dagón.
(1S 5:8) Convocaron, pues, a
todos los príncipes de los filisteos, y les dijeron: ¿Qué haremos del arca del Dios de Israel? Y ellos
respondieron: Pásese el arca del Dios
de Israel a Gat. Y pasaron allá el arca
del Dios de Israel.
(1S 5:9) Y sucedió que cuando
la habían pasado, la mano de Jehová estuvo contra la ciudad con gran
quebrantamiento, y afligió a los hombres de aquella ciudad desde el chico hasta
el grande, y se llenaron de tumores.
(1S 5:10) Entonces enviaron el
arca de Dios a Ecrón. Y cuando el arca de Dios vino a Ecrón, los ecronitas
dieron voces, diciendo: Han pasado a nosotros el arca
del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo.
(1S 5:11) Y enviaron y
reunieron a todos los príncipes de los filisteos, diciendo: Envíen el arca del Dios de Israel, y vuélvase a su
lugar, y no nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo; porque había consternación
de muerte en toda la ciudad, y la mano de Dios se había agravado allí.
(1S 5:12) Y los que no morían,
eran heridos de tumores; y el clamor de la ciudad subía al cielo.
Los filisteos devuelven el arca
(1S 6:1) Estuvo el arca de Jehová en la tierra de los filisteos
siete meses.
(1S 6:2) Entonces los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos,
preguntaron: ¿Qué haremos del arca de
Jehová? Hágannos saber de qué manera la hemos de volver a enviar a su lugar.
(1S 6:3) Ellos dijeron: Si
envían el arca del Dios de Israel, no
la envíen vacía, sino páguenle la expiación; entonces serán sanos, y conocerán
por qué no se apartó de ustedes su mano.
(1S 6:4) Y ellos dijeron: ¿Y
qué será la expiación que le pagaremos? Ellos respondieron: Conforme al número
de los príncipes de los filisteos, cinco tumores de oro, y cinco ratones de
oro, porque una misma plaga ha afligido a todos ustedes y a sus [de ustedes] príncipes.
(1S 6:5) Harán, pues, figuras
de sus [de ustedes] tumores, y
de sus [de ustedes] ratones que
destruyen la tierra, y darán gloria al Dios de Israel; quizá aliviará su mano de sobre ustedes y de sobre sus [de ustedes] dioses, y de sobre su [de ustedes] tierra.
(1S 6:6) ¿Por qué endurecen
su [de ustedes] corazón, como los egipcios y Faraón
endurecieron su corazón? Después que
los había tratado así, ¿no los dejaron ir, y se
fueron?
(1S 6:7) Hagan, pues, ahora
un carro nuevo, y tomen luego dos vacas que críen, a las cuales no haya sido
puesto yugo, y amarren [aten, unzan] las vacas al carro, y hagan volver sus becerros de
detrás de ellas a casa.
(1S 6:8) Tomaran luego el arca de Jehová, y la pondrán sobre el carro,
y las joyas de oro que le han de pagar en ofrenda por la culpa, las pondrán en
una caja al lado de ella; y la dejaran que se vaya.
(1S 6:9) Y observaran; si
sube por el camino de su tierra a Bet-semes, él nos ha hecho este mal tan
grande; y si no, sabremos que no es su mano la que nos ha herido, sino que esto
ocurrió por accidente.
(1S 6:10) Y aquellos hombres lo hicieron así; tomando dos vacas que criaban, las amarraron [ataron, uncieron]
al carro, y encerraron en casa sus becerros.
(1S 6:11) Luego pusieron el arca
de Jehová sobre el carro, y la caja con los ratones de oro y las figuras de sus
tumores.
(1S 6:12) Y las vacas se encaminaron
por el camino de Bet-semes, y seguían camino recto, andando y bramando, sin
apartarse ni a derecha ni a izquierda; y los príncipes de los filisteos fueron
tras ellas hasta el límite de Bet-semes.
(1S 6:13) Y los de Bet-semes segaban el trigo en el valle; y
alzando los ojos vieron el arca, y se regocijaron cuando la vieron.
(1S 6:14) Y el carro vino al campo de Josué de Bet-semes, y
paró allí donde había una gran piedra; y ellos
cortaron la madera del carro, y ofrecieron las vacas en holocausto a Jehová.
(1S 6:15) Y los levitas bajaron
el arca de Jehová, y la caja que estaba
junto a ella, en la cual estaban las joyas de oro, y las pusieron sobre aquella
gran piedra; y los hombres de Bet-semes sacrificaron holocaustos y dedicaron
sacrificios a Jehová en aquel día.
(1S 6:16) Cuando vieron esto los cinco príncipes de los
filisteos, volvieron a Ecrón el mismo día.
(1S 6:17) Estos fueron los tumores de oro que pagaron los
filisteos en expiación a Jehová: por Asdod uno, por Gaza uno, por Ascalón uno,
por Gat uno, por Ecrón uno.
(1S 6:18) Y los ratones de oro fueron conforme al número de
todas las ciudades de los filisteos pertenecientes a los cinco príncipes, así
las ciudades fortificadas como las aldeas sin muro. La gran piedra sobre la cual pusieron el arca
de Jehová está en el campo de Josué de Bet-semes hasta hoy.
(1S 6:19) Entonces Dios hizo morir
a los hombres de Bet-semes, porque habían visto dentro del arca de Jehová; hizo morir del pueblo a
cincuenta mil setenta hombres. Y lloró el pueblo, porque Jehová lo había herido
con tan gran mortandad.
(1S 6:20) Y dijeron los de Bet-semes: ¿Quién podrá estar
delante de Jehová el Dios santo? ¿A quién subirá
desde nosotros?
(1S 6:21) Y enviaron
mensajeros a los habitantes de Quiriatjearim, diciendo: Los filisteos han
devuelto el arca de Jehová; desciendan,
pues, y llévenla a ustedes.
(1S 7:1) Vinieron los de Quiriatjearim y llevaron el arca de
Jehová, y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y
santificaron a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová.
(1S 7:2) Desde el día que llegó el arca a Quiriatjearim pasaron muchos
días, veinte años; y
toda la casa de Israel lamentaba detrás de Jehová.
Samuel, Juez de Israel
(1S 7:3) Habló Samuel a toda
la casa de Israel, diciendo: Si de todo su [de
ustedes] corazón se vuelven a Jehová, quiten los dioses ajenos y a
Astarot de entre ustedes, y preparen su [de
ustedes] corazón a Jehová, y sólo a él sirvan, y les librará de la mano
de los filisteos.
(1S 7:4) Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Jehová.
(1S 7:5) Y Samuel dijo:
Reúnan a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por ustedes a Jehová.
(1S 7:6) Y se reunieron en
Mizpa, y sacaron agua, y la derramaron delante de Jehová, y ayunaron aquel día,
y dijeron allí: Contra Jehová hemos pecado. Y juzgó Samuel a los hijos de
Israel en Mizpa.
(1S 7:7) Cuando oyeron los
filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los
príncipes de los filisteos contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel,
tuvieron temor de los filisteos.
(1S 7:8) Entonces dijeron los
hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro
Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos.
(1S 7:9) Y Samuel tomó un
cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a
Jehová por Israel, y Jehová le oyó.
(1S 7:10) Y sucedió que
mientras Samuel sacrificaba el holocausto, los filisteos llegaron para pelear
con los hijos de Israel. Mas Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre
los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel.
(1S 7:11) Y saliendo los hijos
de Israel de Mizpa, siguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta abajo de
Betcar.
(1S 7:12) Tomó luego Samuel
una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer,
diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová.
(1S 7:13) Así fueron sometidos
los filisteos, y no volvieron más a entrar en el territorio de Israel; y la
mano de Jehová estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel.
(1S 7:14) Y fueron restituidas a los hijos de Israel las
ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas, desde Ecrón hasta
Gat; e Israel libró su territorio de mano de los filisteos. Y hubo paz entre
Israel y el amorreo.
(1S 7:15) Y juzgó Samuel a
Israel todo el tiempo que vivió.
(1S 7:16) Y «todos los años»* iba y daba vuelta a Betel,
a Gilgal y a Mizpa, y juzgaba a Israel en todos
estos lugares.
(1S 7:17) Después volvía a
Ramá, porque allí estaba su casa, y allí juzgaba a Israel; y edificó allí un
altar a Jehová.
Israel pide rey
(1S 8:1) Sucedió que habiendo
Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel.
(1S 8:2) Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el
nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba.
(1S 8:3) Pero no anduvieron
los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia,
dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.
(1S 8:4) Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel,
(1S 8:5) y le dijeron: He
aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto,
constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.
(1S 8:6) Pero no agradó a
Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a
Jehová.
(1S 8:7) Y dijo Jehová a
Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han
desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.
(1S 8:8) Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy,
dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo.
(1S 8:9) Ahora, pues, oye su
voz; mas protesta solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les tratará el
rey que reinará sobre ellos.
(1S 8:10) Y refirió Samuel
todas las palabras de Jehová al pueblo que le había pedido rey.
(1S 8:11) Dijo, pues: Así hará
el rey que reinará sobre ustedes: tomará sus [de
ustedes] hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a
caballo, para que corran delante de su carro;
(1S 8:12) y nombrará para sí jefes de miles y jefes de
cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus
campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos
de sus carros.
(1S 8:13) Tomará también a sus [de
ustedes] hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras.
(1S 8:14) Asimismo tomará lo
mejor de sus [de ustedes]
tierras, de sus [de ustedes] viñas y
de sus [de ustedes] olivares, y los
dará a sus esclavos [siervos,
sirvientes].
(1S 8:15) Diezmará su [de ustedes] grano y sus [de ustedes] viñas, para dar a sus oficiales y a sus esclavos [siervos,
sirvientes].
(1S 8:16) Tomará sus [de ustedes] esclavos [siervos,
sirvientes] y sus [de ustedes]
siervas, sus [de ustedes] mejores
jóvenes, y sus [de ustedes] asnos, y
con ellos hará sus obras.
(1S 8:17) Diezmará también sus
[de ustedes] rebaños, y serán sus esclavos [siervos,
sirvientes].
(1S 8:18) Y clamaran aquel día «a
causa de»* su [de
ustedes] rey que se habrán elegido,
mas Jehová no les responderá en aquel día.
(1S 8:19) Pero el pueblo no quiso
oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros;
(1S 8:20) y nosotros seremos
también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante
de nosotros, y hará nuestras guerras.
(1S 8:21) Y oyó Samuel todas
las palabras del pueblo, y las refirió en oídos de Jehová.
(1S 8:22) Y Jehová dijo a
Samuel: Oye su voz, y pon rey sobre ellos. Entonces dijo Samuel a los varones
de Israel: váyanse «cada uno»* a su [de
ustedes] ciudad.
Saúl es elegido rey
(1S 9:1) Había un varón de
Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de
Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita.
(1S 9:2) Y tenía él un hijo
que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro
más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo.
(1S 9:3) Y se habían perdido
las asnas de Cis, padre de Saúl; por lo que dijo Cis a Saúl su hijo: Toma ahora
contigo alguno de los criados, y levántate, y ve a buscar las asnas.
(1S 9:4) Y él pasó el monte
de Efraín, y de allí a la tierra de Salisa, y no las hallaron. Pasaron luego
por la tierra de Saalim, y tampoco. Después pasaron por la tierra de Benjamín,
y no las encontraron.
(1S 9:5) Cuando vinieron a la tierra de Zuf, Saúl dijo a su criado que tenía consigo: Ven, volvámonos;
porque quizá mi padre, abandonada la preocupación por las asnas, estará
acongojado por nosotros.
(1S 9:6) El le respondió: He
aquí ahora hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre insigne [célebre];
todo lo que él dice sucede [acontece] sin falta. Vamos, pues, allá; quizá
nos dará algún indicio acerca del objeto por el
cual emprendimos nuestro camino.
(1S 9:7) Respondió Saúl a su
criado: Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos al varón? Porque el pan de nuestras
alforjas se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al varón de Dios. ¿Qué
tenemos?
(1S 9:8) Entonces volvió el
criado a responder a Saúl, diciendo: He aquí se halla en mi mano la cuarta
parte de un siclo de plata; esto daré al varón de Dios, para que nos declare
nuestro camino.
(1S 9:9) (Antiguamente en Israel «cualquiera»* que iba a consultar a Dios, decía así: Vengan y vamos al vidente; porque al que hoy se llama profeta, entonces se le llamaba vidente.)
(1S 9:10) Dijo entonces Saúl a
su criado: Dices bien; anda, vamos. Y fueron a la ciudad donde estaba el varón
de Dios.
(1S 9:11) Y cuando subían por la cuesta de la ciudad,
hallaron unas doncellas que salían por agua, a
las cuales dijeron: ¿ Está en este lugar el vidente?
(1S 9:12) Ellas, respondiéndoles,
dijeron: Sí; helo allí delante de ti; date prisa, pues, porque hoy ha venido a
la ciudad en atención a que el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto.
(1S 9:13) Cuando entren en la ciudad, le encontraran luego, antes que suba al lugar alto a comer; pues el
pueblo no comerá hasta que él haya llegado, por cuanto él es el que bendice el
sacrificio; después de esto comen los convidados. Suban, pues, ahora, porque
ahora le hallaran.
(1S 9:14) Ellos entonces subieron
a la ciudad; y cuando estuvieron en medio de ella, he aquí Samuel venía hacía
ellos para subir al lugar alto.
(1S 9:15) Y un día antes que Saúl viniese, Jehová había
revelado al oído de Samuel, diciendo:
(1S 9:16) Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual
ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y salvará a mi pueblo de mano de
los filisteos; porque yo he visto a mi pueblo, por cuanto su clamor ha llegado
hasta mí.
(1S 9:17) Y luego que Samuel vio
a Saúl, Jehová le dijo: He aquí éste es el varón del cual te hablé; éste gobernará
a mi pueblo.
(1S 9:18) Acercándose, pues,
Saúl a Samuel en medio de la puerta, le dijo: «Te
ruego»* que me enseñes dónde está la casa del vidente.
(1S 9:19) Y Samuel respondió a
Saúl, diciendo: Yo soy el vidente; sube delante de mí al lugar alto, y come hoy
conmigo, y por la mañana te despacharé, y te descubriré todo lo que está en tu corazón.
(1S 9:20) Y de las asnas que se te perdieron hace ya tres días, «pierde
cuidado»* de ellas, porque se han hallado. Mas ¿para quién es todo lo que hay de codiciable en
Israel, sino para ti y para toda la casa de tu padre?
(1S 9:21) Saúl respondió y
dijo: ¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y
mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín?
¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante?
(1S 9:22) Entonces Samuel tomó
a Saúl y a su criado, los introdujo a la sala, y les dio lugar a la cabecera de
los convidados, que eran unos treinta hombres.
(1S 9:23) Y dijo Samuel al
cocinero: Trae acá la porción que te di, la cual te dije que guardases aparte.
(1S 9:24) Entonces alzó el cocinero una espaldilla, con lo
que estaba sobre ella, y la puso delante de
Saúl. Y Samuel dijo: He aquí lo que estaba reservado; ponlo delante de ti y
come, porque para esta ocasión se te guardó, cuando dije: Yo he convidado al
pueblo. Y Saúl comió aquel día con Samuel.
(1S 9:25) Y cuando hubieron descendido del lugar alto a la ciudad, él habló con Saúl en el terrado.
(1S 9:26) Al otro día madrugaron; y
al despuntar el alba, Samuel llamó a Saúl, que estaba en el terrado, y dijo:
Levántate, para que te despida. Luego se levantó Saúl, y salieron ambos, él y
Samuel.
(1S 9:27) Y descendiendo ellos
al extremo de la ciudad, dijo Samuel a Saúl: Di al criado que se adelante (y se
adelantó el criado), mas espera tú un poco para que te declare la palabra de
Dios.
(1S 10:1) Tomando entonces
Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, y lo besó, y le dijo:
¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo
Israel?
(1S 10:2) Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás
dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el territorio de Benjamín, en
Selsa, los cuales te dirán: Las asnas que habías
ido a buscar se han hallado; tu padre ha dejado ya de inquietarse por las
asnas, y está afligido por ustedes, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo?
(1S 10:3) Y luego que de allí sigas
más adelante, y llegues a la encina de Tabor, te saldrán al encuentro tres
hombres que suben a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas
de pan, y el tercero una vasija de vino;
(1S 10:4) los cuales, luego que «te
hayan saludado,»* te darán dos panes, los
que tomarás de mano de ellos.
(1S 10:5) Después de esto llegarás al collado de Dios donde
está la guarnición de los filisteos; y cuando entres allá en la ciudad
encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, y
delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando.
(1S 10:6) Entonces el Espíritu
de Jehová vendrá sobre ti con poder, y
profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre.
(1S 10:7) Y cuando te hayan
sucedido estas señales, haz lo que te
viniere a la mano, porque Dios está contigo.
(1S 10:8) Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces
descenderé yo a ti para ofrecer holocaustos y
sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días,
hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer.
(1S 10:9) Sucedió luego, que
al volver él la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios su corazón; y todas estas señales sucedieron [acontecieron]
en aquel día.
(1S 10:10) Y cuando llegaron allá al collado, he aquí la
compañía de los profetas que venía a
encontrarse con él; y el Espíritu de
Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre
ellos.
(1S 10:11) Y sucedió que cuando
todos los que le conocían «antes»* vieron que
profetizaba con los profetas, el pueblo
decía «el uno al otro:»* ¿Qué le ha sucedido
al hijo de Cis? ¿Saúl también entre los profetas?
(1S 10:12) Y alguno de allí respondió
diciendo: ¿Y quién es el padre de ellos? Por esta causa se hizo proverbio:
¿También Saúl entre los profetas?
(1S 10:13) Y cesó de
profetizar, y llegó al lugar alto.
(1S 10:14) Un tío de Saúl dijo a él
y a su criado: ¿A dónde fueron? Y él respondió: A buscar las asnas; y como
vimos que no parecían, fuimos a Samuel.
(1S 10:15) Dijo el tío de Saúl:
«Yo te ruego»*
me declares qué les dijo Samuel.
(1S 10:16) Y Saúl respondió a
su tío: Nos declaró expresamente que las asnas habían sido halladas. Mas del
asunto del reino, de que Samuel le había hablado, no le descubrió nada.
(1S 10:17) Después Samuel convocó
al pueblo delante de Jehová en Mizpa,
(1S 10:18) y dijo a los hijos
de Israel: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Yo saqué a Israel de Egipto,
y les libré de mano de los egipcios, y de mano de todos los reinos que les
afligieron.
(1S 10:19) Pero ustedes han desechado
hoy a su [de ustedes] Dios, que les guarda de todas sus [de ustedes]
aflicciones y angustias, y han dicho: No, sino pon rey sobre nosotros. Ahora,
pues, preséntense delante de Jehová por sus [de
ustedes] tribus y por sus [de ustedes]
millares.
(1S 10:20) Y haciendo Samuel que se acercasen todas las tribus de Israel, fue tomada la tribu de
Benjamín.
(1S 10:21) E hizo llegar la
tribu de Benjamín por sus familias, y fue tomada la familia de Matri; y de ella
fue tomado Saúl hijo de Cis. Y le buscaron, pero no fue hallado.
(1S 10:22) Preguntaron, pues,
otra vez a Jehová si aún no había venido allí aquel varón. Y respondió Jehová:
He aquí que él está escondido entre el bagaje.
(1S 10:23) Entonces corrieron y
lo trajeron de allí; y puesto en medio del pueblo, desde los hombros arriba era
más alto que todo el pueblo.
(1S 10:24) Y Samuel dijo a todo
el pueblo: ¿Han visto al que ha elegido Jehová, que no hay semejante a él en
todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría, diciendo: ¡Viva el rey!
(1S 10:25) Samuel recitó luego al pueblo las leyes del reino, y las escribió en un libro,
el cual guardó delante de Jehová.
(1S 10:26) Y envió Samuel a
todo el pueblo «cada uno»* a su casa. Saúl
también se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él los hombres de guerra cuyos
corazones Dios había tocado.
(1S 10:27) Pero algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y
no le trajeron regalo [presente];
mas él disimuló.
Saúl derrota a los amonitas
(1S 11:1) Después subió Nahas
amonita, y acampó contra Jabes de Galaad. Y todos los de Jabes dijeron a Nahas:
Haz alianza con nosotros, y te serviremos.
(1S 11:2) Y Nahas amonita les
respondió: Con esta condición haré alianza con ustedes, que a cada uno de todos
ustedes saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo Israel.
(1S 11:3) Entonces los ancianos de Jabes le dijeron: Danos siete días,
para que enviemos mensajeros por todo el territorio de Israel; y si no hay
nadie que nos defienda, saldremos a ti.
(1S 11:4) Llegando los mensajeros a Gabaa de Saúl, dijeron estas palabras en oídos del pueblo; y todo el pueblo
alzó su voz y lloró.
(1S 11:5) Y he aquí Saúl que venía del campo, tras los
bueyes; y dijo Saúl: ¿Qué tiene el pueblo, que
llora? Y le contaron las palabras de los hombres de Jabes.
(1S 11:6) Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino
sobre él con poder; y él se encendió en ira enteramente [en gran manera, grandemente].
(1S 11:7) Y tomando un par de
bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel por «medio de»*
mensajeros, diciendo: Así se hará con los bueyes
del que no saliere detrás de Saúl y detrás de Samuel. Y cayó temor de Jehová
sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre.
(1S 11:8) Y los contó en
Bezec; y fueron los hijos de Israel trescientos mil, y treinta mil los hombres
de Judá.
(1S 11:9) Y respondieron a los
mensajeros que habían venido: Así dirán a los de Jabes de Galaad: Mañana al
calentar el sol, serán librados. Y
vinieron los mensajeros y lo anunciaron a los de Jabes, los cuales se
alegraron.
(1S 11:10) Y los de Jabes dijeron
a los enemigos: Mañana saldremos a ustedes, para que hagan con nosotros todo lo
que bien les pareciere.
(1S 11:11) Sucedió que al día siguiente dispuso Saúl al pueblo
en tres compañías, y entraron en medio del campamento a la vigilia de la
mañana, e hirieron a los amonitas hasta que el
día calentó; y los que quedaron fueron dispersos, de tal manera que no quedaron
dos de ellos juntos.
(1S 11:12) El pueblo entonces dijo
a Samuel: ¿Quiénes son los que decían: ¿Ha de reinar Saúl sobre nosotros?
Dennos esos hombres, y los mataremos.
(1S 11:13) Y Saúl dijo: No
morirá hoy «ninguno,»* porque hoy Jehová ha dado salvación en
Israel.
(1S 11:14) Mas Samuel dijo al
pueblo: Vengan, vamos a Gilgal para que renovemos allí el reino.
(1S 11:15) Y fue todo el pueblo
a Gilgal, e invistieron allí a Saúl por rey delante de Jehová en Gilgal. Y
sacrificaron allí ofrendas de paz delante de Jehová, y se alegraron mucho allí
Saúl y todos los de Israel.