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RVI: HECHOS 14 - 28

Referencias para la lectura:

-       Texto ajustado al Texto Mayoritario y actualizado al español latino.
-       Ubicación visual de vocablos claves resaltados en colores.
-       Sinónimos de palabras claves entre corchetes [color bordó]
-       Vocablos del Texto Mayoritario que forman parte del texto bíblico. Señaladas entre corchetes TM [color azul].
-       Variantes del Textus Receptus que no forman parte del Texto Mayoritario. Señaladas entre corchetes TR [color rojo]

Algunos vocablos han retenido su valor de traducción original del griego koiné.
Para complementar su lectura considere el uso de un diccionario Hebreo – Español para el AT, y un diccionario Griego – Español para el NT.


Para un estudio exhaustivo, recomendamos utilizar RVIC Reina Valera Independiente Codificada con diccionarios léxicos para una ampliación de significados y conceptos.


Pablo y Bernabé en Iconio
(Hch 14:1) Sucedió en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos.

(Hch 14:2) Mas los judíos que no creían excitaron y corrompieron los ánimos de los gentiles contra los hermanos.

(Hch 14:3) Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y maravillas [prodigios, cosas extraordinarias].

(Hch 14:4) Y la gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban con los judíos, y otros con los apóstoles.

(Hch 14:5) Pero cuando los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, se lanzaron a afrentarlos y apedrearlos,

(Hch 14:6) habiéndolo sabido, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región circunvecina,

(Hch 14:7) y allí predicaban el evangelio.

Pablo es apedreado en Listra
(Hch 14:8) Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo «de nacimiento,» que jamás había andado.

(Hch 14:9) Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado,

(Hch 14:10) dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo.

(Hch 14:11) Entonces la gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros.

(Hch 14:12) Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra.

(Hch 14:13) Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios.

(Hch 14:14) Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces

(Hch 14:15) y diciendo: Varones, ¿por qué hacen esto? Nosotros también somos hombres semejantes a ustedes, que les anunciamos que de estas vanidades se conviertan al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay.

(Hch 14:16) En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos;

(Hch 14:17) si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.

(Hch 14:18) Y diciendo estas cosas, difícilmente lograron impedir que la multitud les ofreciese sacrificio.

(Hch 14:19) Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.

(Hch 14:20) Pero rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe.

(Hch 14:21) Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía,

(Hch 14:22) confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

(Hch 14:23) Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.

El regreso a Antioquía de Siria
(Hch 14:24) Pasando luego por Pisidia, vinieron a Panfilia.

(Hch 14:25) Y habiendo predicado la palabra en Perge, descendieron a Atalia.

(Hch 14:26) De allí navegaron a Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido.

(Hch 14:27) Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles.

(Hch 14:28) Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.

El concilio en Jerusalén
(Hch 15:1) Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos : Si no se circuncidan conforme al rito de Moisés, no pueden ser salvados.

(Hch 15:2) Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión.

(Hch 15:3) Ellos, por lo tanto, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.

(Hch 15:4) Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.

(Hch 15:5) Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo : Es necesario circuncidarlos, y mandarles que cumplan [guarden, conserven] la ley de Moisés.

(Hch 15:6) Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto.

(Hch 15:7) Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, ustedes saben cómo «ya hace algún tiempo» que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.

(Hch 15:8) Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros;

(Hch 15:9) y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.

(Hch 15:10) Ahora, por lo tanto, ¿por qué tientan a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

(Hch 15:11) Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvados, de igual modo que ellos.

(Hch 15:12) Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas [prodigios, cosas extraordinarias] había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.

(Hch 15:13) Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, escúchenme.

(Hch 15:14) Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre.

(Hch 15:15) Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:

(Hch 15:16) Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar,

(Hch 15:17) Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, TM [dice el Señor que hace todas estas cosas]

(Hch 15:18) TM [Conocidas todas sus obras] desde tiempos antiguos.

(Hch 15:19) Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,

(Hch 15:20) sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación [inmoralidad sexual], de ahogado y de sangre.

(Hch 15:21) Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día sábado [día de reposo o festivo].

(Hch 15:22) Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos;

(Hch 15:23) y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia, salud.

(Hch 15:24) Por cuanto hemos escuchado que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, les han inquietado con palabras, perturbando sus [de ustedes] almas, mandando circuncidarse y cumplir [guardar, conservar] la ley,

(Hch 15:25) nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a ustedes con nuestros amados Bernabé y Pablo,

(Hch 15:26) hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesús, el Cristo.

(Hch 15:27) Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra les harán saber lo mismo.

(Hch 15:28) Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponerles ninguna carga más que estas cosas necesarias:

(Hch 15:29) que se abstengan de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación [inmoralidad sexual]; de las cuales cosas si las guardaren, bien harán. Pásenlo bien.

(Hch 15:30) Así, por lo tanto, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, entregaron la carta;

(Hch 15:31) habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación.

(Hch 15:32) Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras.

(Hch 15:33) Y pasando algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a TM [los apóstoles].

(Hch 15:34) TR [Mas a Silas le pareció bien el quedarse allí.]

(Hch 15:35) Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos.

Pablo se separa de Bernabé
(Hch 15:36) Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están.

(Hch 15:37) Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos;

(Hch 15:38) pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra.

(Hch 15:39) Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre,

Pablo comienza su segundo viaje evangelístico con Silas
(Hch 15:40) y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor,

(Hch 15:41) y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.

Timoteo es reclutado por Pablo
(Hch 16:1) Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego;

(Hch 16:2) y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio.

(Hch 16:3) Quiso Pablo que éste fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego.

(Hch 16:4) Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen.

(Hch 16:5) Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día.

Visión del varón macedonio
(Hch 16:6) Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia;

(Hch 16:7) y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.

(Hch 16:8) Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.

(Hch 16:9) Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.

(Hch 16:10) Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.

Encarcelados en Filipos
(Hch 16:11) Zarpando, por lo tanto, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;

(Hch 16:12) y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.

(Hch 16:13) Y un día sábado [día de reposo o festivo] salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.

(Hch 16:14) Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.

(Hch 16:15) Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si han juzgado que yo sea fiel al Señor, entren en mi casa, y posen. Y nos obligó a quedarnos.

(Hch 16:16) Sucedió que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.

(Hch 16:17) Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son esclavos del Dios Altísimo, quienes les anuncian el camino de salvación.

(Hch 16:18) Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesús, el Cristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.

(Hch 16:19) Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades;

(Hch 16:20) y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,

(Hch 16:21) y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, puesto que somos romanos.

(Hch 16:22) Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas.

(Hch 16:23) Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad.

(Hch 16:24) El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.

(Hch 16:25) Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.

(Hch 16:26) Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.

(Hch 16:27) Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido.

(Hch 16:28) Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, puesto que todos estamos aquí.

(Hch 16:29) El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas;

(Hch 16:30) y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvado?

(Hch 16:31) Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesús, el Cristo, y serás salvado, tú y tu casa.

(Hch 16:32) Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.

(Hch 16:33) Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; e inmediatamente se bautizó él con todos los suyos.

(Hch 16:34) Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.

(Hch 16:35) Cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir: Suelta a aquellos hombres.

(Hch 16:36) Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo : Los magistrados han mandado a decir que se les suelte; así que ahora salgan, y márchense en paz.

(Hch 16:37) Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos.

(Hch 16:38) Y los alguaciles hicieron saber estas declaraciones a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos.

(Hch 16:39) Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad.

(Hch 16:40) Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.

Alboroto en Tesalónica
(Hch 17:1) Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.

(Hch 17:2) Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días sábados [días de reposo o festivos] discutió con ellos,

(Hch 17:3) declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo sufriese [padeciese], y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo les anuncio, decía él, es el Cristo.

(Hch 17:4) Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas.

(Hch 17:5) Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.

(Hch 17:6) Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando : Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá;

(Hch 17:7) a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.

(Hch 17:8) Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas.

(Hch 17:9) Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.

Pablo y Silas en Berea
(Hch 17:10) Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.

(Hch 17:11) Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, puesto que recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.

(Hch 17:12) Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres.

(Hch 17:13) Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes.

(Hch 17:14) Pero inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí.

(Hch 17:15) Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron.

Pablo en Atenas
(Hch 17:16) Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría.

(Hch 17:17) Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían.

(Hch 17:18) Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección.

(Hch 17:19) Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas?

(Hch 17:20) Puesto que traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, por lo tanto, saber qué quiere decir esto.

(Hch 17:21) (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo.)

(Hch 17:22) Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que son muy religiosos;

(Hch 17:23) porque pasando y mirando sus [de ustedes] santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que ustedes adoran, por lo tanto, sin conocerle, es a quien yo les anuncio.

(Hch 17:24) El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas,

(Hch 17:25) ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; puesto que él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.

(Hch 17:26) Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado  el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;

(Hch 17:27) para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.

(Hch 17:28) Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de sus [de ustedes] propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.

(Hch 17:29) Siendo, por lo tanto, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.

(Hch 17:30) Pero Dios, habiendo pasado  por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;

(Hch 17:31) por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.

(Hch 17:32) Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez.

(Hch 17:33) Y así Pablo salió de en medio de ellos.

(Hch 17:34) Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

Pablo en Corinto
(Hch 18:1) Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto.

(Hch 18:2) Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos,

(Hch 18:3) y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, puesto que el oficio de ellos era hacer tiendas.

(Hch 18:4) Y discutía en la sinagoga todos los días sábados [días de reposo o festivos], y persuadía a judíos y a griegos.

(Hch 18:5) Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero TM [al Espíritu], testificando a los judíos que Jesús era el Cristo.

(Hch 18:6) Pero oponiéndose e injuriando [calumniando, blasfemando] éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Su [de ustedes] sangre sea sobre su [de ustedes] propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles.

(Hch 18:7) Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga.

(Hch 18:8) Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.

(Hch 18:9) Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles;

(Hch 18:10) porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.

(Hch 18:11) Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.

(Hch 18:12) Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal,

(Hch 18:13) diciendo : Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.

(Hch 18:14) Y al comenzar Pablo «a hablar,» Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo les toleraría.

(Hch 18:15) Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de su [de ustedes] ley, véanlo ustedes; porque yo no quiero ser juez de estas cosas.

(Hch 18:16) Y los echó del tribunal.

(Hch 18:17) Entonces todos los griegos, apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban en presencia [delante] del tribunal; pero a Galión nada se le daba de ello.

(Hch 18:18) Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto.

(Hch 18:19) Y llegó a Efeso, y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos,

(Hch 18:20) los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió,

(Hch 18:21) sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a ustedes, «si Dios quiere.» Y zarpó de Efeso.

Pablo regresa a Antioquía
(Hch 18:22) Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía.

Pablo comienza su tercer viaje evangelístico
(Hch 18:23) Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos.

Apolos predica en Efeso
(Hch 18:24) Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras.

(Hch 18:25) Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.

(Hch 18:26) Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.

(Hch 18:27) Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído;

(Hch 18:28) porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.

Pablo en Efeso
(Hch 19:1) Sucedió que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,

(Hch 19:2) les dijo: ¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos escuchado si hay Espíritu Santo.

(Hch 19:3) Entonces dijo: ¿En qué, por lo tanto, fueron bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.

(Hch 19:4) Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.

(Hch 19:5) Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

(Hch 19:6) Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.

(Hch 19:7) Eran por todos unos doce  hombres.

(Hch 19:8) Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios.

(Hch 19:9) Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno.

(Hch 19:10) Así continuó por espacio de dos años, de modo que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.

(Hch 19:11) Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo,

(Hch 19:12) de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.

(Hch 19:13) Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: les conjuro por Jesús, el que predica Pablo.

(Hch 19:14) Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto.

(Hch 19:15) Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero ustedes, ¿quiénes son?

(Hch 19:16) Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.

(Hch 19:17) Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Efeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús.

(Hch 19:18) Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.

(Hch 19:19) Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata.

(Hch 19:20) Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.

(Hch 19:21) Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo : Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma.

(Hch 19:22) Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.

Alboroto en Efeso
(Hch 19:23) Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino.

(Hch 19:24) Porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices;

(Hch 19:25) a los cuales, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, saben que de este oficio obtenemos nuestra riqueza;

(Hch 19:26) pero ven y oyen que este Pablo, no solamente en Efeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.

(Hch 19:27) Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero.

(Hch 19:28) Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira [furia], y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!

(Hch 19:29) Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo.

(Hch 19:30) Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron.

(Hch 19:31) También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro.

(Hch 19:32) Unos, por lo tanto, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían «por qué» se habían reunido.

(Hch 19:33) Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo.

(Hch 19:34) Pero cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!

(Hch 19:35) Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios, ¿y quién es el hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter?

(Hch 19:36) Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que se apacigüen, y que nada hagan precipitadamente.

(Hch 19:37) Porque han traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni injuriadores [calumniadores, blasfemadores] de su [de ustedes] diosa.

(Hch 19:38) Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito [pelea, contienda] contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros.

(Hch 19:39) Y si demandan alguna «otra cosa,» en legítima asamblea se puede decidir.

(Hch 19:40) Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso.

(Hch 19:41) Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.

Pablo se dirige a Macedonia y Grecia
(Hch 20:1) Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia.

(Hch 20:2) Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de palabras, llegó a Grecia.

(Hch 20:3) Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia.

(Hch 20:4) Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.

(Hch 20:5) Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.

Pablo en Troas
(Hch 20:6) Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días.

(Hch 20:7) El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.

(Hch 20:8) Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos;

Eutico es resucitado
(Hch 20:9) y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.

(Hch 20:10) Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No se alarmen, puesto que «está vivo.»

(Hch 20:11) Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió.

(Hch 20:12) Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.

Viaje desde Troas a Mileto
(Hch 20:13) Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo había determinado, queriendo él ir por tierra.

(Hch 20:14) Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene.

(Hch 20:15) Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.

(Hch 20:16) Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso, para no detenerse en Asia, puesto que se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.

Pablo en Mileto
(Hch 20:17) Enviando, por lo tanto, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.

(Hch 20:18) Cuando vinieron a él, les dijo: Ustedes saben cómo me he comportado entre ustedes todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia,

(Hch 20:19) sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos;

(Hch 20:20) y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciarles y enseñarles, públicamente y por las casas,

(Hch 20:21) testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesús, el Cristo.

(Hch 20:22) Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer;

(Hch 20:23) excepto que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.

(Hch 20:24) Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

(Hch 20:25) Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos ustedes, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.

(Hch 20:26) Por tanto, yo les protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos;

(Hch 20:27) porque no he rehuido anunciarles todo el consejo de Dios.

(Hch 20:28) Por tanto, vean por ustedes, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo les ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor TM [y Dios], la cual él ganó por su propia sangre.

(Hch 20:29) Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.

(Hch 20:30) Y de ustedes mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.

(Hch 20:31) Por tanto, velen, acordándose que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.

(Hch 20:32) Y ahora, hermanos, les encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificarles y darles herencia con todos los santificados.

(Hch 20:33) Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.

(Hch 20:34) Antes ustedes saben que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.

(Hch 20:35) En todo les he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más dichoso [afortunado, bienaventurado] es dar que recibir.

(Hch 20:36) Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.

(Hch 20:37) Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban,

(Hch 20:38) doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.

Viaje de Pablo a Jerusalén
(Hch 21:1) Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.

(Hch 21:2) Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos.

(Hch 21:3) Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí.

(Hch 21:4) Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén.

(Hch 21:5) Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.

(Hch 21:6) Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas.

(Hch 21:7) Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.

(Hch 21:8) Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él.

(Hch 21:9) Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.

(Hch 21:10) Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo,

(Hch 21:11) quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.

(Hch 21:12) Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén.

(Hch 21:13) Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacen llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.

(Hch 21:14) Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.

(Hch 21:15) Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén.

(Hch 21:16) Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.

Arresto de Pablo en el Templo
(Hch 21:17) Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.

(Hch 21:18) Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos;

(Hch 21:19) a los cuales, después de haberles saludado, les contó «una por una» las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio.

(Hch 21:20) Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley.

(Hch 21:21) Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres.

(Hch 21:22) ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido.

(Hch 21:23) Haz, por lo tanto, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen «obligación de cumplir» voto.

(Hch 21:24) Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley.

(Hch 21:25) Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no cumplan [guarden, conserven] nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación [inmoralidad sexual].

(Hch 21:26) Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos.

(Hch 21:27) Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano,

(Hch 21:28) dando voces: ¡Varones Israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar.

(Hch 21:29) Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo.

(Hch 21:30) Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas.

(Hch 21:31) Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada.

(Hch 21:32) Este, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.

(Hch 21:33) Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho.

(Hch 21:34) Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza.

(Hch 21:35) Al llegar a las gradas, sucedió que era llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud;

(Hch 21:36) porque la muchedumbre del pueblo venía detrás, gritando: ¡Muera!

Defensa de Pablo ante el pueblo
(Hch 21:37) Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?

(Hch 21:38) ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios?

(Hch 21:39) Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo.

(Hch 21:40) Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:

(Hch 22:1) Varones hermanos y padres, escuchen ahora mi defensa ante ustedes.

(Hch 22:2) Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y él les dijo:

(Hch 22:3) Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo son todos ustedes.

(Hch 22:4) Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres;

(Hch 22:5) como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.

Pablo relata su conversión
 (Hch 9:1–19; 26:12–18)
(Hch 22:6) Pero sucedió que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;

(Hch 22:7) y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

(Hch 22:8) Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.

(Hch 22:9) Y los que estaban conmigo vieron de hecho la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.

(Hch 22:10) Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.

(Hch 22:11) Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.

(Hch 22:12) Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí habitaban [residían, moraban],

(Hch 22:13) vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.

(Hch 22:14) Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y escuches la voz de su boca.

(Hch 22:15) Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y escuchado.

(Hch 22:16) Ahora, por lo tanto, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando TM [el nombre del Señor].

El ministerio de Pablo es hacia los gentiles
(Hch 22:17) Y me sucedió, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis.

(Hch 22:18) Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.

(Hch 22:19) Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti;

(Hch 22:20) y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.

(Hch 22:21) Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.

Pablo en manos del Tribuno
(Hch 22:22) Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva.

(Hch 22:23) Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire,

(Hch 22:24) mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él.

(Hch 22:25) Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?

(Hch 22:26) Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: TM [ten cuidado] ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.

(Hch 22:27) Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? El dijo: Sí.

(Hch 22:28) Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento.

(Hch 22:29) Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.

Pablo ante el concilio
(Hch 22:30) Al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.

(Hch 23:1) Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy.

(Hch 23:2) El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca.

(Hch 23:3) Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear?

(Hch 23:4) Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?

(Hch 23:5) Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; puesto que escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.

(Hch 23:6) Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga.

(Hch 23:7) Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió.

(Hch 23:8) Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas.

(Hch 23:9) Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios.

(Hch 23:10) Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen a la fortaleza.

(Hch 23:11) A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.

Conspiración contra Pablo
(Hch 23:12) Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.

(Hch 23:13) Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración,

(Hch 23:14) los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo.

(Hch 23:15) Ahora por lo tanto, ustedes, con el concilio, requieran al tribuno que le traiga mañana ante ustedes, como que quieren indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.

(Hch 23:16) Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.

(Hch 23:17) Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle.

(Hch 23:18) El entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte.

(Hch 23:19) El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme?

(Hch 23:20) El le dijo : Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa «más cierta» acerca de él.

(Hch 23:21) Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa.

(Hch 23:22) Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.

Pablo es enviado ante el gobernador Félix
(Hch 23:23) Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea;

(Hch 23:24) y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen a salvo a Félix el gobernador.

(Hch 23:25) Y escribió una carta en estos términos:

(Hch 23:26) Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud.

(Hch 23:27) A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano.

(Hch 23:28) Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos;

(Hch 23:29) y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión.

(Hch 23:30) Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. «Pásalo bien.»

(Hch 23:31) Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris.

(Hch 23:32) Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza.

(Hch 23:33) Cuando aquéllos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él.

(Hch 23:34) Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia,

(Hch 23:35) le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.

Defensa de Pablo ante Félix
(Hch 24:1) Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo.

(Hch 24:2) Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas  en el pueblo por tu prudencia,

(Hch 24:3) oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud.

(Hch 24:4) Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos escuches brevemente conforme a tu equidad [juicio racional].

(Hch 24:5) Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos «por todo» el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos.

(Hch 24:6) Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley.

(Hch 24:7) TR [Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos,]

(Hch 24:8) mandando a sus acusadores que viniesen a ti. «Tú mismo,» por lo tanto, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas «de que» le acusamos.

(Hch 24:9) Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo.

(Hch 24:10) Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió: Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, «con buen ánimo» haré «mi» defensa.

(Hch 24:11) Como tú puedes cerciorarte, no hace más de doce  días que subí a adorar a Jerusalén;

(Hch 24:12) y no me hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud; ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad;

(Hch 24:13) ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.

(Hch 24:14) Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas;

(Hch 24:15) teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.

(Hch 24:16) Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.

(Hch 24:17) Pero pasados algunos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas.

(Hch 24:18) Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto.

(Hch 24:19) Ellos debieran comparecer ante ti y acusarme, si contra mí tienen algo.

(Hch 24:20) O digan éstos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio,

(Hch 24:21) «a no ser» que estando entre ellos prorrumpí en alta voz : Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por ustedes.

(Hch 24:22) Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de este Camino, les aplazó, diciendo: Cuando descendiere el tribuno Lisias, acabaré de conocer «de su [de ustedes] asunto.»

(Hch 24:23) Y mandó al centurión «que se custodiase» a Pablo, pero «que se le concediese» alguna libertad, y que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.

(Hch 24:24) Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su esposa, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en «Jesús,, el Cristo.»

(Hch 24:25) Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré.

(Hch 24:26) Esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él.

(Hch 24:27) Pero al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo.

Pablo apela a César
(Hch 25:1) Llegado, por lo tanto, Festo a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después.

(Hch 25:2)TM [el sumo sacerdote] y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron,

(Hch 25:3) pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese traer a Jerusalén; preparando ellos una celada para matarle en el camino.

(Hch 25:4) Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve.

(Hch 25:5) Los que de ustedes puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenle.

(Hch 25:6) Y deteniéndose entre ellos no más de [ocho o] diez días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo.

(Hch 25:7) Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;

(Hch 25:8) alegando Pablo en su defensa : Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.

(Hch 25:9) Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí?

(Hch 25:10) Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio [ofensa grave de deshonra], como tú sabes muy bien.

(Hch 25:11) Porque si algún agravio [ofensa grave de deshonra], o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo.

(Hch 25:12) Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás.

Pablo ante el rey Agripa y Berenice
(Hch 25:13) Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo.

(Hch 25:14) Y como estuvieron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix,

(Hch 25:15) respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él.

(Hch 25:16) A éstos respondí que no es costumbre de los romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga «delante» a sus acusadores, «y pueda» defenderse de la acusación.

(Hch 25:17) Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal, mandé traer al hombre.

(Hch 25:18) Y estando presentes los acusadores, ningún cargo presentaron de los que yo sospechaba,

(Hch 25:19) sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba estar vivo.

(Hch 25:20) Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de estas cosas.

(Hch 25:21) Mas como Pablo apeló para que se le reservase para el conocimiento de Augusto, mandé que le custodiasen hasta que le enviara yo a César.

(Hch 25:22) Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír a ese hombre. Y él le dijo: Mañana le oirás.

(Hch 25:23) Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo.

(Hch 25:24) Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que están aquí juntos con nosotros, aquí tienen a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces  que no debe vivir más.

(Hch 25:25) Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él.

(Hch 25:26) Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le he traído ante ustedes, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir.

(Hch 25:27) Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra.

Defensa de Pablo ante Agripa
(Hch 26:1) Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa:

(Hch 26:2) Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos.

(Hch 26:3) Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones «que hay» entre los judíos; por lo cual te ruego que me escuches con paciencia .

Vida anterior de Pablo
(Hch 26:4) Mi vida, por lo tanto, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos;

(Hch 26:5) los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo.

(Hch 26:6) Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio;

(Hch 26:7) «promesa cuyo cumplimiento» esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.

(Hch 26:8) ¡Qué! ¿Se juzga entre ustedes cosa increíble que Dios resucite a los muertos?

Pablo el perseguidor de la Iglesia
(Hch 26:9) Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret;

(Hch 26:10) lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.

(Hch 26:11) Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a injuriar [calumniar, blasfemar]; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.

Pablo relata su conversión
 (Hch 9:1–19; 22:6–16)
(Hch 26:12) Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes,

(Hch 26:13) cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.

(Hch 26:14) Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.

(Hch 26:15) Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.

(Hch 26:16) Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti,

(Hch 26:17) librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío,

(Hch 26:18) para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; «para que reciban,» por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.

Pablo obedece al a visión
(Hch 26:19) Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial,

(Hch 26:20) sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

(Hch 26:21) Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.

(Hch 26:22) Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder:

(Hch 26:23) Que el Cristo «había de padecer,» y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.

Pablo insta a Agripa a que crea
(Hch 26:24) Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.

(Hch 26:25) Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo declaraciones de verdad y de cordura [buen sentido y prudencia].

(Hch 26:26) Puesto que el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; puesto que no se ha hecho esto en algún rincón.

(Hch 26:27) ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.

(Hch 26:28) Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades «a ser» cristiano.

(Hch 26:29) Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fuesen hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!

(Hch 26:30) Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos;

(Hch 26:31) y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo : Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre.

(Hch 26:32) Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.

Pablo es enviado a Roma
(Hch 27:1) Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.

(Hch 27:2) Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.

(Hch 27:3) Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos.

(Hch 27:4) Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.

(Hch 27:5) Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.

(Hch 27:6) Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.

(Hch 27:7) Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón.

(Hch 27:8) Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

(Hch 27:9) Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba,

(Hch 27:10) diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras almas [personas].

(Hch 27:11) Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.

(Hch 27:12) Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, «por si» pudiesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.

La tempestad en el mar
(Hch 27:13) Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta.

(Hch 27:14) Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón.

(Hch 27:15) Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.

(Hch 27:16) Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife.

(Hch 27:17) Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.

(Hch 27:18) Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar,

(Hch 27:19) y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave.

(Hch 27:20) Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.

(Hch 27:21) Entonces Pablo, «como hacía ya» mucho «que no comíamos,» puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme escuchado, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.

(Hch 27:22) Pero ahora les exhorto a tener buen ánimo, puesto que no habrá ninguna pérdida de vida entre ustedes, sino solamente de la nave.

(Hch 27:23) Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo,

(Hch 27:24) diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.

(Hch 27:25) Por tanto, oh varones, tengan buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho.

(Hch 27:26) Con todo, es necesario que demos en alguna isla.

(Hch 27:27) Venida la decimocuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra;

(Hch 27:28) y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.

(Hch 27:29) Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día.

(Hch 27:30) Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa.

(Hch 27:31) Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, ustedes no pueden salvarse.

(Hch 27:32) Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.

(Hch 27:33) Cuando comenzó «a amanecer,» Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que velan y permanecen en ayunas, sin comer nada.

(Hch 27:34) Por tanto, les ruego «que coman» por su [de ustedes] salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de ustedes perecerá.

(Hch 27:35) Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.

(Hch 27:36) Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.

(Hch 27:37) Y éramos todas las almas [personas] en la nave doscientas «setenta y seis.»

(Hch 27:38) Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

El naufragio
(Hch 27:39) Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave.

(Hch 27:40) Cortando, por lo tanto, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa.

(Hch 27:41) Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar.

(Hch 27:42) Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando.

(Hch 27:43) Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra;

(Hch 27:44) y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así sucedió que todos se salvaron saliendo a tierra.

Pablo en la isla de Malta
(Hch 28:1) Estando ya a salvado, supimos que la isla se llamaba Malta.

(Hch 28:2) Y los naturales nos trataron con no poca humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío.

(Hch 28:3) Entonces, habiendo recogido Pablo «algunas» ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano.

(Hch 28:4) Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la justicia no deja vivir.

(Hch 28:5) Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño sufrió [padeció].

(Hch 28:6) Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios.

(Hch 28:7) En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó solícitamente tres días.

(Hch 28:8) Y sucedió que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó.

(Hch 28:9) Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados;

(Hch 28:10) los cuales también nos honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.

Pablo llega a Roma
(Hch 28:11) Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux.

(Hch 28:12) Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días.

(Hch 28:13) De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli,

(Hch 28:14) donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma,

(Hch 28:15) de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento.

(Hch 28:16) Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al «prefecto  militar,» pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.

Pablo predica en Roma
(Hch 28:17) Sucedió que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos;

(Hch 28:18) los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte.

(Hch 28:19) Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación.

(Hch 28:20) Así que por esta causa les he llamado para verles y hablarles; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.

(Hch 28:21) Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti.

(Hch 28:22) Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella.

(Hch 28:23) Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.

(Hch 28:24) Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían.

(Hch 28:25) Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, «al retirarse,» les dijo Pablo esta declaración: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:

(Hch 28:26) Ve a este pueblo, y diles: De oído oirán, y no entenderán; Y viendo verán, y no percibirán;

(Hch 28:27) Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyeron pesadamente, Y sus ojos han cerrado, Para que no vean con los ojos, Y escuchen con los oídos, Y entiendan de corazón, Y se conviertan, Y yo los sane.

(Hch 28:28) Sepan, por lo tanto, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán.

(Hch 28:29) Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.

(Hch 28:30) Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían,


(Hch 28:31) predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesús, el Cristo, abiertamente y sin impedimento. 

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