Referencias para la lectura:
- Texto
ajustado al Texto Mayoritario y actualizado al español latino.
- Ubicación
visual de vocablos claves resaltados en colores.
- Sinónimos
de palabras claves entre corchetes [color
bordó]
- Vocablos
del Texto Mayoritario que forman
parte del texto bíblico. Señaladas entre corchetes TM [color azul].
- Variantes
del Textus Receptus que no forman
parte del Texto Mayoritario. Señaladas entre corchetes TR [color rojo]
Algunos vocablos han retenido su valor de traducción original
del griego koiné.
Para complementar su lectura considere el uso de un diccionario
Hebreo – Español para el AT, y un diccionario Griego – Español para el NT.
Para un estudio exhaustivo, recomendamos utilizar RVIC Reina Valera Independiente
Codificada con diccionarios léxicos para una ampliación de
significados y conceptos.
La revelación
de Jesús el Cristo
(Ap 1:1) La revelación de Jesús, el
Cristo, que Dios le dio, para manifestar
a sus esclavos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró
enviándola por medio de su ángel a su esclavo Juan,
(Ap 1:2) que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesús, el Cristo, TR [y] de todas las cosas que ha visto.
(Ap 1:3) Dichoso [afortunado, bienaventurado] el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y cumplan [guarden, conserven] las cosas en ella escritas; porque el tiempo
señalado está cerca.
Saludo a las
siete Iglesias que están en Asia
(Ap 1:4) Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz
a ustedes, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;
(Ap 1:5) y de Jesús, el Cristo, el
testigo fiel, el primogénito de los
muertos, y el soberano de los reyes de
la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados
con su sangre,
(Ap 1:6) y nos hizo reyes y
sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los
siglos. Amén.
(Ap 1:7) He aquí que viene con las
nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la
tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
(Ap 1:8) Yo soy el Alfa
y la
Omega, TR [principio y fin], dice el Señor, el que es
y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
Visión acerca
del Hijo del Hombre
(Ap 1:9) Yo Juan, su [de ustedes] hermano, y copartícipe de ustedes en la tribulación, en
el reino y en la paciencia de Jesús, el Cristo, estaba en la isla llamada
Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio
de Jesús, el Cristo.
(Ap 1:10) Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de
mí una gran voz como de trompeta,
(Ap 1:11) que decía: TR [Yo soy el Alfa
y la Omega, el primero y el último.] Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias «que están» en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y
Laodicea.
(Ap 1:12) Y me volví para ver la voz
que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
(Ap 1:13) y en medio de los siete
candeleros, a uno semejante
al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido
por el pecho con un cinto de oro.
(Ap 1:14) Su cabeza y sus cabellos
eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
(Ap 1:15) y sus pies semejantes
al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de
muchas aguas.
(Ap 1:16) Tenía en su diestra siete
estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como
el sol cuando resplandece en su fuerza.
(Ap 1:17) Cuando le vi, caí como
muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy
el primero
y el
último;
(Ap 1:18) y el que vivo, y estuve
muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las
llaves de la muerte y del Hades.
(Ap 1:19) Escribe las cosas que has
visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
(Ap 1:20) El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y
de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las
siete iglesias, y los siete candeleros que has
visto, son las siete iglesias.
Mensaje a la
Iglesia que está en Efeso
(Ap 2:1) Escribe al ángel de la iglesia en Efeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra,
el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:
(Ap 2:2) Yo conozco tus obras, y tu
arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado
a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;
(Ap 2:3) y has sufrido, y has
tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has
desmayado.
(Ap 2:4) Pero tengo contra ti, que
has dejado tu primer amor.
(Ap 2:5) Recuerda, por tanto, de
dónde has caído, y arrepiéntete, y haz
las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de
su lugar, si no te hubieres arrepentido.
(Ap 2:6) Pero tienes esto, que
aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.
(Ap 2:7) El que tiene oído, escuche
lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de TM [mi] Dios.
Mensaje a la
Iglesia que está en Esmirna
(Ap 2:8) Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el último [postrero], el que estuvo muerto y
vivió, dice esto:
(Ap 2:9) Yo conozco tus obras, y tu
tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la injuria [calumnia, blasfemia] de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.
(Ap 2:10) No temas en nada lo que
vas a sufrir [padecer]. He aquí, el diablo echará a
algunos de ustedes en la cárcel, para que sean probados, y tendrán tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
(Ap 2:11) El que tiene oído, escuche
lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.
Mensaje a la
Iglesia que está en Pérgamo
(Ap 2:12) Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice
esto:
(Ap 2:13) Yo conozco tus obras, y
dónde habitas [resides,
moras], donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe,
ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre ustedes,
donde habita [reside,
mora] Satanás.
(Ap 2:14) Pero tengo unas pocas
cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante
los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer
fornicación [inmoralidad
sexual].
(Ap 2:15) Y también tienes a los que
retienen la doctrina de los nicolaítas,
la que yo aborrezco.
(Ap 2:16) Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto,
y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.
(Ap 2:17) El que tiene oído, escuche
lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le
daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual
ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
Mensaje a la
Iglesia que está en Tiatira
(Ap 2:18) Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama
de fuego, y pies semejantes
al bronce bruñido, dice esto:
(Ap 2:19) Yo conozco tus obras, y
amor, y fe, y servicio, y tu paciencia,
y que tus obras postreras son más que las primeras.
(Ap 2:20) Pero tengo unas pocas
cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa,
enseñe y seduzca a mis esclavos a fornicar [cometer inmoralidad sexual] y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.
(Ap 2:21) Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse
de su fornicación [inmoralidad
sexual].
(Ap 2:22) He aquí, yo la arrojo en
cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten
de las obras de ella.
(Ap 2:23) Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias
sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón;
y les daré a cada uno según sus [de ustedes] obras.
(Ap 2:24) Pero a ustedes y a los
demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las
profundidades de Satanás, yo les digo:
No les impondré otra carga;
(Ap 2:25) pero lo que tienen,
reténganlo hasta que yo venga.
(Ap 2:26) Al que venciere y guardare
mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad
sobre las naciones,
(Ap 2:27) y las regirá con vara de
hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido
de mi Padre;
(Ap 2:28) y le daré la estrella de
la mañana.
(Ap 2:29) El que tiene oído, escuche
lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Mensaje a la
Iglesia que está en Sárdis
(Ap 3:1) Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco
tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.
(Ap 3:2) Sé vigilante, y afirma las
otras cosas que «están para morir;» porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.
(Ap 3:3) Acuérdate, por lo tanto,
de lo que has recibido y escuchado; y guárdalo, y arrepiéntete.
Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré
sobre ti.
(Ap 3:4) Pero tienes unas pocas
personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en
vestiduras blancas, porque son dignas.
(Ap 3:5) El que venciere será
vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
(Ap 3:6) El que tiene oído, escuche
lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Mensaje a la
Iglesia que está en Filadelfia
(Ap 3:7) Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno
cierra, y cierra y ninguno abre:
(Ap 3:8) Yo conozco tus obras; he
aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar;
porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
(Ap 3:9) «He aquí,» yo entrego de la sinagoga
de Satanás a los que se dicen ser
judíos y no lo son, sino que mienten; «he aquí,» yo haré que vengan y se postren «a» tus pies, y reconozcan que
TR [yo] te he amado.
(Ap 3:10) Por cuanto has guardado la
palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo
entero, para probar a los que habitan [residen,
moran] sobre la tierra.
(Ap 3:11) TR [«He aquí,»] yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.
(Ap 3:12) Al que venciere, yo lo
haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré
sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva
Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
(Ap 3:13) El que tiene oído, escuche
lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Mensaje a la
Iglesia que está en Laodicea
(Ap 3:14) Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación
de Dios, dice esto:
(Ap 3:15) Yo conozco tus obras, que
ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
(Ap 3:16) Pero por cuanto eres
tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
(Ap 3:17) Porque tú dices : Yo soy
rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú
eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
(Ap 3:18) Por tanto, yo te aconsejo
que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras
blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge
tus ojos con colirio, para que veas.
(Ap 3:19) Yo reprendo y castigo a todos los que aprecio [quiero]; sé, por lo tanto, celoso,
y arrepiéntete.
(Ap 3:20) He aquí, yo estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo.
(Ap 3:21) Al que venciere, le daré
que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con
mi Padre en su trono.
(Ap 3:22) El que tiene oído, escuche
lo que el Espíritu dice a las iglesias.
La puerta
abierta en el cielo
(Ap 4:1) Después de esto miré, y he
aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta,
hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán
después de estas.
La adoración
celestial
(Ap 4:2) Y al instante yo estaba en
el Espíritu; y he aquí, un trono
establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.
(Ap 4:3) Y el aspecto TR [del que estaba
sentado] era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había
alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.
(Ap 4:4) Y alrededor del trono
había «veinticuatro» tronos; TR [y] vi sentados en los tronos «a veinticuatro» ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas.
(Ap 4:5) Y del trono salían
relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de
fuego, las cuales son los siete espíritus
de Dios.
(Ap 4:6) Y delante del trono había
como un mar de vidrio semejante al cristal; y «junto» al trono, y alrededor del
trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás.
(Ap 4:7) El primer ser viviente era
semejante
a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de
hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando.
(Ap 4:8) Y los cuatro seres
vivientes tenían «cada uno» seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no
cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios
Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
(Ap 4:9) Y cuando aquellos seres
vivientes den gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el
trono, al que vive por los siglos de los siglos,
(Ap 4:10) los veinticuatro ancianos
se postrarán delante del que está sentado en el trono, y adorarán al que vive
por los siglos de los siglos, y echarán sus coronas delante del trono,
diciendo:
(Ap 4:11) Digno es el Señor, Dios
nuestro de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las
cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
El libro y el
cordero
(Ap 5:1) Y vi en la mano derecha
del que estaba sentado en el trono un libro
escrito por dentro y por fuera, sellado
con siete sellos.
(Ap 5:2) Y vi a un ángel fuerte que
pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro
y desatar sus sellos?
(Ap 5:3) Y ninguno, ni en el cielo
ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
(Ap 5:4) Y lloraba yo mucho, porque
no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro,
TR [ni de leerlo], ni de mirarlo.
(Ap 5:5) Y uno de los ancianos me
dijo: No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha
vencido para abrir el libro y TR [desatar] sus siete sellos.
(Ap 5:6) Y miré, TR [y vi] que en medio del trono y
de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un
Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son
los siete espíritus de Dios enviados
por toda la tierra.
(Ap 5:7) Y vino, y tomó TR [el libro] de la mano derecha del que
estaba sentado en el trono.
(Ap 5:8) Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los
veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las
oraciones de los santos;
(Ap 5:9) y cantaban un nuevo
cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro
y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo
linaje y lengua y pueblo y nación;
(Ap 5:10) y nos has hecho para
nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
(Ap 5:11) Y miré, y oí la voz de
muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los
ancianos; y su número era «millones de millones,»
(Ap 5:12) que decían a gran voz: El
Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
(Ap 5:13) Y a todo lo creado que
está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a
todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y
al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de
los siglos.
(Ap 5:14) Los cuatro seres vivientes
decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y
adoraron TR [al que vive por los siglos de los siglos].
Apertura del
primer sello
(Ap 6:1) Vi cuando el Cordero abrió
uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz
de trueno: Ven y observa.
(Ap 6:2) Y miré, y he aquí un
caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y
salió venciendo, y para vencer.
Apertura del
segundo sello
(Ap 6:3) Cuando abrió el segundo
sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven TR [y mira].
(Ap 6:4) Y salió otro caballo,
bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen «unos a otros;» y se le dio una gran
espada.
Apertura del
tercer sello
(Ap 6:5) Cuando abrió el tercer
sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y observé [conocí], y he aquí un caballo
negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
(Ap 6:6) Y oí una voz de en medio
de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y
«seis libras» de cebada por un denario;
pero no dañes el aceite ni el vino.
Apertura del
cuarto sello
(Ap 6:7) Cuando abrió el cuarto
sello, oí TR [la voz] del cuarto ser viviente,
que decía: Ven y mira.
(Ap 6:8) TR [Observé [conocí]], y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le
seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar
con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.
Apertura del
quinto sello
(Ap 6:9) Cuando abrió el quinto
sello, observé [conocí] bajo el altar las almas de los
que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio TM [del cordero] que tenían.
(Ap 6:10) Y clamaban a gran voz,
diciendo: ¿Hasta cuándo, Amo [soberano], santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre
en los que habitan [residen,
moran] en la tierra?
(Ap 6:11) Y se les dieron vestiduras
blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de
sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.
Apertura del
sexto sello
(Ap 6:12) Observé [conocí] cuando abrió el sexto
sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol
se puso negro como tela de cilicio, y la luna
se volvió toda como sangre;
(Ap 6:13) y las estrellas del cielo
cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida
por un fuerte viento.
(Ap 6:14) Y el cielo se desvaneció
como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su
lugar.
(Ap 6:15) Y los reyes de la tierra,
y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo esclavo y todo
libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
(Ap 6:16) y decían a los montes y a
las peñas: Caigan sobre nosotros, y escóndannos del rostro de aquel que está
sentado sobre el trono, y de la ira [furia] del Cordero;
(Ap 6:17) porque el gran día de su
ira [furia] ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
144.000
sellados
(Ap 7:1) Después de esto observé [conocí] a cuatro ángeles en pie
sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la
tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni
sobre ningún árbol.
(Ap 7:2) Observé [conocí] también a otro ángel que
subía de donde sale el sol, y tenía el
sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les
había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
(Ap 7:3) diciendo: No hagan daño a
la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los esclavos de
nuestro Dios.
(Ap 7:4) Y oí el número de los sellados: «ciento cuarenta y cuatro» mil sellados de todas las tribus de los hijos de
Israel.
(Ap 7:5) De la tribu de Judá, doce
mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce
mil sellados.
(Ap 7:6) De la tribu de Aser, doce
mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés,
doce mil sellados.
(Ap 7:7) De la tribu de Simeón,
doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de
Isacar, doce mil sellados.
(Ap 7:8) De la tribu de Zabulón,
doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de
Benjamín, doce mil sellados.
La multitud
vestida de ropa blanca
(Ap 7:9) Después de esto observé [conocí], y he aquí una gran
multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y
lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos
de ropas blancas, y con palmas en las manos;
(Ap 7:10) y clamaban a gran voz,
diciendo: La salvación pertenece a
nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.
(Ap 7:11) Y todos los ángeles
estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres
vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a
Dios,
(Ap 7:12) diciendo: Amén. La
bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la
honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los
siglos. Amén.
(Ap 7:13) Entonces uno de los
ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes
son, y de dónde han venido?
(Ap 7:14) Yo le dije: Señor, tú lo sabes
[conoces]. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
(Ap 7:15) Por esto están delante del
trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado
sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
(Ap 7:16) Ya no tendrán hambre ni
sed, y el sol no caerá más sobre ellos,
ni calor alguno;
(Ap 7:17) porque el Cordero que está
en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
Apertura del
séptimo sello
(Ap 8:1) Cuando abrió el séptimo
sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
(Ap 8:2) Y observé [conocí] a los siete ángeles que
estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.
(Ap 8:3) Otro ángel vino entonces y
se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso
para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que
estaba delante del trono.
(Ap 8:4) Y de la mano del ángel
subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los
santos.
(Ap 8:5) Y el ángel tomó el
incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo
truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.
(Ap 8:6) Y los siete ángeles que
tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.
Primera
trompeta
(Ap 8:7) El primer ángel tocó la
trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre,
que fueron lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se
quemó, y se quemó toda la hierba verde.
Segunda
trompeta
(Ap 8:8) El segundo ángel tocó la
trompeta, y como una gran montaña ardiendo TR [en fuego] fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre.
(Ap 8:9) Y murió la tercera parte
de los seres vivientes que «estaban» en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida.
Tercera
trompeta
(Ap 8:10) El tercer ángel tocó la
trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y
cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas.
(Ap 8:11) Y el nombre de la estrella
es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos
hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas.
Cuarta
trompeta
(Ap 8:12) El cuarto ángel tocó la
trompeta, y fue herida la tercera parte del sol,
y la tercera parte de la luna, y la
tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de
ellos, y no hubiese luz en la tercera
parte del día, y asimismo de la noche.
(Ap 8:13) Y observé [conocí], y oí a un aguila volar
por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que habitan [residen, moran] en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para
sonar los tres ángeles!
Quinta
trompeta y el primer ¡ay!
(Ap 9:1) El quinto ángel tocó la
trompeta, y observé [conocí] una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del
pozo del abismo.
(Ap 9:2) Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se
oscureció el sol y el aire por el humo
del pozo.
(Ap 9:3) Y del humo salieron
langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los
escorpiones de la tierra.
(Ap 9:4) Y se les mandó que no
dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol,
sino TR [solamente] a los hombres que no
tuviesen el sello de Dios en sus frentes.
(Ap 9:5) Y les fue dado, no que los
matasen, sino que los atormentasen cinco
meses; y su tormento era como tormento
de escorpión cuando hiere al hombre.
(Ap 9:6) Y en aquellos días los
hombres buscarán la muerte, pero no la
hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte
huirá de ellos.
(Ap 9:7) El aspecto de las
langostas era semejante
a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de
oro; sus caras eran como caras humanas;
(Ap 9:8) tenían cabello como
cabello de mujer; sus dientes eran como de leones;
(Ap 9:9) tenían corazas como
corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros
de caballos corriendo a la batalla;
(Ap 9:10) tenían colas como de
escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a los
hombres durante cinco meses.
(Ap 9:11) Y tienen TR [por] rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo
nombre en hebreo es Abadón, y en
griego, Apolión.
(Ap 9:12) El primer ay pasó; he
aquí, vienen aún dos ayes después de esto.
Sexta trompeta y el
segundo ¡ay!
(Ap 9:13) El sexto ángel tocó la
trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba
delante de Dios,
(Ap 9:14) diciendo al sexto ángel
que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al
gran río Eufrates.
(Ap 9:15) Y fueron desatados los
cuatro ángeles que estaban preparados para la
hora, día,
mes y año, a fin de
matar a la tercera parte de los hombres.
(Ap 9:16) Y el número de los
ejércitos de los jinetes era cien millones. Yo oí su número.
(Ap 9:17) Así observé [conocí] en visión los caballos y a
sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre. Y las
cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego,
humo y azufre.
(Ap 9:18) Por estas tres plagas fue
muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre que
salían de su boca.
(Ap 9:19) Pues el poder de los
caballos estaba en su boca y en sus colas; porque sus colas, semejantes
a serpientes, tenían cabezas, y con ellas dañaban.
(Ap 9:20) Y los otros hombres que no
fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de
sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de
plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni
andar;
(Ap 9:21) y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus
hechicerías [farmacias], ni de su fornicación [inmoralidad
sexual], ni de sus robos [hurtos].
El ángel con
el librito
(Ap 10:1) Observé [conocí] descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el
arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
(Ap 10:2) Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el
mar, y el izquierdo sobre la tierra;
(Ap 10:3) y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete
truenos emitieron sus voces.
(Ap 10:4) Cuando los siete truenos hubieron emitido TR [sus voces], yo iba a escribir; pero
oí una voz del cielo que me decía: Sella
las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.
(Ap 10:5) Y el ángel que observé [conocí] en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,
(Ap 10:6) y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo
y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el
mar y las cosas que están en él, que el tiempo
no sería más,
(Ap 10:7) sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a
tocar la trompeta, el misterio de Dios
se consumará, como él lo anunció a sus esclavos los profetas.
(Ap 10:8) La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el
librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y
sobre la tierra.
(Ap 10:9) Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma,
y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
(Ap 10:10) Entonces tomé el libro de la
mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo
hube comido, amargó mi vientre.
(Ap 10:11) Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos
pueblos, naciones, lenguas y reyes.
Los dos
testigos
(Ap 11:1) Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se
me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en
él.
(Ap 11:2) Pero el patio que está fuera del templo déjalo «aparte,» y no lo midas, porque ha
sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y
dos meses.
(Ap 11:3) Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta
días, vestidos de cilicio.
(Ap 11:4) Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en
pie delante del Dios de la tierra.
(Ap 11:5) Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a
sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma
manera.
(Ap 11:6) Estos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los
días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda
plaga, cuantas veces quieran.
(Ap 11:7) Cuando hayan acabado su testimonio,
la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los
vencerá y los matará.
(Ap 11:8) Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido
espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue
crucificado.
(Ap 11:9) Y los de los pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres
por tres días y medio, y no permitirán «que sean sepultados.»
(Ap 11:10) Y los habitantes [moradores] de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán
regalos unos a otros; porque estos dos profetas
habían atormentado a los moradores de la tierra.
(Ap 11:11) Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado
por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los
vieron.
(Ap 11:12) Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Suban acá. Y subieron
al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron.
(Ap 11:13) En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad
se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los
demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo.
(Ap 11:14) El segundo ay pasó; TR [he aquí], el tercer ay viene
pronto.
La séptima
trompeta y el tercer ¡ay!
(Ap 11:15) El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo,
que decían: Los reinos del mundo han
venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de
los siglos.
(Ap 11:16) Y los «veinticuatro» ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se
postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
(Ap 11:17) diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que
eras y que TR [has de venir], porque has tomado tu gran
poder, y has reinado.
(Ap 11:18) Y se airaron las naciones, y tu ira [furia] ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el
premio en recompensa [retribución] a tus esclavos los profetas, a
los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de
destruir a los que destruyen la tierra.
(Ap 11:19) Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo
relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.
La señal de
la mujer y el dragón
(Ap 12:1) Apareció en el cielo una gran señal: una
mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza
una corona de doce estrellas.
(Ap 12:2) Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento.
(Ap 12:3) También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y
diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;
(Ap 12:4) y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las
arrojó sobre la tierra. Y el dragón se
paró frente a la mujer que estaba para dar a luz,
a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
(Ap 12:5) Y ella dio a luz un hijo varón,
que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado
para Dios y para su trono.
(Ap 12:6) Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para
que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.
(Ap 12:7) Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles
luchaban contra el dragón; y luchaban
el dragón y sus ángeles;
(Ap 12:8) pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
(Ap 12:9) Y fue lanzado fuera el gran dragón,
la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás,
el cual engaña al mundo
entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
(Ap 12:10) Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro
Dios, y la autoridad de su Cristo;
porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los
acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
(Ap 12:11) Y ellos le han vencido por medio de la sangre
del Cordero y de la palabra del testimonio
de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
(Ap 12:12) «Por lo cual» alégrense, cielos, y los
que moran en ellos. ¡Ay de TR [los moradores de] la tierra y del mar!
porque el diablo ha descendido a
ustedes «con» gran ira [furia], sabiendo [conociendo] que tiene poco tiempo.
(Ap 12:13) Y cuando observó [conoció] el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que
había dado a luz al hijo varón.
(Ap 12:14) Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que
volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar,
donde es sustentada por un tiempo, y tiempos,
y la
mitad de un tiempo.
(Ap 12:15) Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer,
agua como un río, para que fuese arrastrada por el río.
(Ap 12:16) Pero la tierra ayudó a la mujer, puesto que la tierra abrió su boca y
tragó el río que el dragón había echado de su boca.
(Ap 12:17) Entonces el dragón se llenó de ira [furia] contra la mujer; y se fue
a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que cumplen [guardan, conservan] los mandamientos de Dios y
tienen el testimonio de Jesús, TR [el Cristo].
Las dos
bestia
(Ap 13:1) Me paré sobre la arena del mar, y observé [conocí] subir del mar una bestia
que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre
sus cabezas, un nombre injurioso [blasfemo].
(Ap 13:2) Y la bestia que observé [conocí] era semejante
a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón
le dio su poder y su trono, y grande autoridad.
(Ap 13:3) TR [observé [conocí]] una de sus cabezas como
herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la
tierra detrás [en pos] de la bestia,
(Ap 13:4) y adoraron al dragón que había dado autoridad
a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién
podrá luchar contra ella?
(Ap 13:5) También se le dio boca que hablaba grandes cosas e injurias [calumnias, blasfemias]; y se le dio autoridad para
actuar cuarenta y dos meses.
(Ap 13:6) Y abrió su boca en injurias [calumnias,
blasfemias] contra Dios, para injuriar
[calumniar, blasfemar] de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.
(Ap 13:7) Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También
se le dio autoridad sobre toda tribu,
pueblo, lengua y nación.
(Ap 13:8) Y la adoraron todos los habitantes [moradores] de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del
Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.
(Ap 13:9) Si alguno tiene oído, escuche.
(Ap 13:10) Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a
espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.
(Ap 13:11) Después observé [conocí] otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes
a los de un cordero, pero hablaba como dragón.
(Ap 13:12) Y ejerce toda la autoridad de
la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los habitantes [moradores] de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
(Ap 13:13) También hace grandes señales, de tal manera que aun hace
descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.
(Ap 13:14) Y engaña a los habitantes [moradores] de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer
en presencia de la bestia, mandando a los habitantes [moradores] de la tierra que le hagan imagen
a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.
(Ap 13:15) Y «se» le «permitió» infundir aliento a la imagen
de la bestia, para que la imagen
hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.
(Ap 13:16) Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y
esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente;
(Ap 13:17) y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o
el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
(Ap 13:18) Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia,
puesto que es número de hombre. Y su número es «seiscientos sesenta y seis.»
El cántico de
los 144.000
(Ap 14:1) Después observé [conocí], y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él
ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre
escrito en la frente.
(Ap 14:2) Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de
un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas.
(Ap 14:3) Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro
seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino
aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la
tierra.
(Ap 14:4) Estos son los que no se contaminaron
con mujeres, puesto que son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por
dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias
para Dios y para el Cordero;
(Ap 14:5) y en sus bocas no fue hallada mentira, puesto que son sin mancha TR [delante del trono de Dios].
(Ap 14:6) observé [conocí] volar por en medio del cielo un ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los
habitantes [moradores] de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
(Ap 14:7) diciendo a gran voz: Teman a Dios, y denle gloria, porque la hora de su
juicio ha llegado; y adoren a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las
fuentes de las aguas.
(Ap 14:8) Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran
ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su
fornicación [inmoralidad
sexual].
(Ap 14:9) Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la
bestia y a su imagen, y recibe la marca
en su frente o en su mano,
(Ap 14:10) él también beberá del vino de la ira [furia] de Dios, que ha sido
vaciado puro en el cáliz de su ira [furia]; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y
del Cordero;
(Ap 14:11) y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen
reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su
nombre.
(Ap 14:12) Aquí está la paciencia de los santos, los que cumplen [guardan, conservan] los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
(Ap 14:13) Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Dichosos [afortunados, bienaventurados] de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque
sus obras con ellos siguen.
La tierra es
segada
(Ap 14:14) observé [conocí], y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante
al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una
hoz aguda.
(Ap 14:15) Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba
sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha
llegado, puesto que la mies de la tierra está madura.
(Ap 14:16) Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la
tierra fue segada.
(Ap 14:17) Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una
hoz aguda.
(Ap 14:18) Y salió del altar otro ángel, «que tenía» poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda,
diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus
uvas están maduras.
(Ap 14:19) Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra,
y echó las uvas en el gran lagar de la ira [furia] de Dios.
(Ap 14:20) Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por
mil seiscientos estadios.
La señal de
los siete ángeles
(Ap 15:1) observé [conocí] en el cielo otra señal, grande y admirable: siete
ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la
ira [furia] de Dios.
(Ap 15:2) observé [conocí] también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían
alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen,
TR [y su marca] y el número de su nombre,
en pie sobre el mar de vidrio, «con» las arpas de Dios.
(Ap 15:3) Y cantan el cántico de Moisés esclavo de Dios, y el cántico del
Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios
Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey
de los santos.
(Ap 15:4) ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú
eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus
juicios se han manifestado [dado a conocer].
(Ap 15:5) Después de estas cosas, observé [conocí], y fue abierto en el cielo
el templo del tabernáculo del testimonio;
(Ap 15:6) y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas,
vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con
cintos de oro.
(Ap 15:7) Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira [furia] de Dios, que vive por los
siglos de los siglos.
(Ap 15:8) Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y
nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas
de los siete ángeles.
Las copas de
ira
(Ap 16:1) Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: vayan y
derramen sobre la tierra las siete copas
de la ira [furia] de Dios.
(Ap 16:2) Fue el primero, y derramó su copa
sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que
tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.
(Ap 16:3) El segundo ángel derramó su copa
sobre el mar, y éste se convirtió en sangre
como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.
(Ap 16:4) El tercer ángel derramó su copa
sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.
(Ap 16:5) Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, TR [oh Señor], el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
(Ap 16:6) Por cuanto derramaron la sangre
de los santos y de los profetas,
también tú les has dado a beber sangre;
pues lo merecen.
(Ap 16:7) También oí TR [a otro], que desde el altar decía:
Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos
y justos.
(Ap 16:8) El cuarto ángel derramó su copa
sobre el sol, al cual fue dado quemar a
los hombres con fuego.
(Ap 16:9) Y los hombres se quemaron con el gran calor, e injuriaron [calumniaron, blasfemaron] el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
(Ap 16:10) El quinto ángel derramó su copa
sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de
dolor sus lenguas,
(Ap 16:11) e injuriaron [calumniaron,
blasfemaron] contra el Dios del cielo
por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron
de sus obras.
(Ap 16:12) El sexto ángel derramó su copa
sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese
preparado el camino a los reyes del oriente.
(Ap 16:13) Y observé [conocí] salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca
del falso profeta, tres espíritus inmundos «a manera de» ranas;
(Ap 16:14) pues son espíritus de demonios,
que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en
todo el mundo, para reunirlos a la
batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
(Ap 16:15) He aquí, yo vengo como ladrón. Dichoso [afortunado, bienaventurado] el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su
vergüenza.
(Ap 16:16) Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
(Ap 16:17) El séptimo ángel derramó su copa
por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo:
Hecho está.
(Ap 16:18) Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra,
un terremoto «tan grande,» cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
(Ap 16:19) Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las
naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para
darle el cáliz del vino del ardor de su ira [furia].
(Ap 16:20) Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.
(Ap 16:21) Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de
un talento; y los hombres injuriaron [calumniaron,
blasfemaron] contra Dios por la plaga
del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.
Condenación
de la gran ramera
(Ap 17:1) Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y
te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre
muchas aguas;
(Ap 17:2) con la cual han fornicado [cometido
inmoralidad sexual] los reyes de la tierra, y
los habitantes [moradores] de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación [inmoralidad sexual].
(Ap 17:3) Y me llevó en el Espíritu al
desierto; y observé [conocí] a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de
injuria [calumnia,
blasfemia], que tenía siete cabezas y
diez cuernos.
(Ap 17:4) Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de
piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de
abominaciones [cosas
repugnantes] y de la inmundicia de su
fornicación [inmoralidad
sexual];
(Ap 17:5) y en su frente un nombre escrito, un misterio:
BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES [cosas repugnantes] DE LA TIERRA.
(Ap 17:6) observé [conocí] a la mujer ebria de la sangre
de los santos, y de la sangre de los
mártires de Jesús; y cuando la observé [conocí], quedé asombrado con gran asombro.
(Ap 17:7) Y el ángel me dijo: ¿Por qué te
asombras? Yo te diré el misterio de la
mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez
cuernos.
(Ap 17:8) La bestia que has observado [conocido], era, y no es; y está para subir del abismo e ir a
perdición; y los habitantes [moradores] de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la
fundación del mundo en el libro de la vida, se
asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.
(Ap 17:9) Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se
sienta la mujer,
(Ap 17:10) y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no
ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.
(Ap 17:11) La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los
siete, y va a la perdición.
(Ap 17:12) Y los diez cuernos que has observado [conocido], son diez reyes, que aún
no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.
(Ap 17:13) Estos tienen un mismo propósito,
y entregarán su poder y su autoridad a
la bestia.
(Ap 17:14) Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es
Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos
y fieles.
(Ap 17:15) Me dijo también: Las aguas que has observado [conocido] donde la ramera se sienta,
son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
(Ap 17:16) Y los diez cuernos que observaste [conociste] en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada [devastada, destruida] y desnuda; y devorarán sus carnes,
y la quemarán con fuego;
(Ap 17:17) porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar «lo que él quiso:» ponerse de acuerdo, y dar
su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
(Ap 17:18) Y la mujer que has observado [conocido] es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.
La caída de
Babilonia
(Ap 18:1) Después de esto observé [conocí] a otro ángel descender del cielo «con» gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.
(Ap 18:2) Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran
Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave
inmunda y aborrecible.
(Ap 18:3) Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su
fornicación [inmoralidad
sexual]; y los reyes de la tierra
han fornicado [cometido
inmoralidad sexual] con ella, y los mercaderes
de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites.
(Ap 18:4) Y oí otra voz del cielo, que decía: Salgan de ella, pueblo mío, para
que no sean partícipes de sus pecados,
ni reciban parte de sus plagas;
(Ap 18:5) porque sus pecados han llegado
hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.
(Ap 18:6) Denle a ella como ella les ha dado, y páguenle doble según sus obras;
en el cáliz en que ella preparó bebida, prepárenle a ella el doble.
(Ap 18:7) Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto denle de
tormento y llanto; porque dice en su corazón:
Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no conoceré [veré] llanto;
(Ap 18:8) por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque
poderoso es Dios el Señor, que la juzga.
(Ap 18:9) Y los reyes de la tierra que han fornicado [cometido inmoralidad sexual] con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán
lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio,
(Ap 18:10) parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la
gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!
(Ap 18:11) Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella,
porque ninguno compra más sus mercaderías;
(Ap 18:12) mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino
fino, de púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto
de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol;
(Ap 18:13) y canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite,
flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas de hombres.
(Ap 18:14) Los frutos codiciados por tu alma se apartaron de ti, y todas las cosas
exquisitas y espléndidas te han faltado, y nunca más las hallarás.
(Ap 18:15) Los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido a costa de ella,
se pararán lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentando,
(Ap 18:16) y diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad, que estaba vestida de lino
fino, de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras preciosas
y de perlas!
(Ap 18:17) Porque en una hora han sido consumidas [devastadas, destruidas] tantas riquezas. Y todo piloto, y todos «los que viajan» en naves, y marineros, y
todos los que trabajan en el mar, se pararon lejos;
(Ap 18:18) y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad
era semejante
a esta gran ciudad?
(Ap 18:19) Y echaron polvo sobre sus cabezas, y dieron voces, llorando y
lamentando, diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos los que
tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora
ha sido desolada [devastada,
destruida]!
(Ap 18:20) Alégrate sobre ella, cielo, y ustedes, santos, apóstoles y profetas; porque Dios les ha hecho justicia
en ella.
(Ap 18:21) Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y
la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la
gran ciudad, y nunca más será hallada.
(Ap 18:22) Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se
oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti, ni
ruido de molino se oirá más en ti.
(Ap 18:23) Luz de lámpara no alumbrará más
en ti, ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti; porque tus mercaderes
eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías [farmacias] fueron engañadas todas las naciones.
(Ap 18:24) Y en ella se halló la sangre de
los profetas y de los santos, y de
todos los que han sido muertos en la tierra.
Alabanzas en
el cielo
(Ap 19:1) Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que
decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y
gloria y poder son TR [del Señor] Dios nuestro;
(Ap 19:2) porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha
juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación [inmoralidad sexual], y ha vengado la sangre de sus
esclavos de la mano de ella.
(Ap 19:3) Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de
los siglos.
(Ap 19:4) Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron
en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén!
¡Aleluya!
(Ap 19:5) Y salió del trono una voz que decía: Alaben a nuestro Dios todos sus
esclavos, y los que le temen, así pequeños como grandes.
(Ap 19:6) Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas
aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor
nuestro Dios Todopoderoso reina!
(Ap 19:7) Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas
del Cordero, y su esposa se ha preparado.
(Ap 19:8) Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y
resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
La cena de la
bodas del cordero
(Ap 19:9) Y el ángel me dijo: Escribe: Dichosos [afortunados, bienaventurados] los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo:
Estas son palabras verdaderas de Dios.
(Ap 19:10) Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas;
yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.
El jinete del
caballo blanco
(Ap 19:11) Entonces observé [conocí] el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se
llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
(Ap 19:12) Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas
diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.
(Ap 19:13) Estaba vestido de una ropa teñida en sangre;
y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.
(Ap 19:14) Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y
limpio, le seguían en caballos blancos.
(Ap 19:15) De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y
él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la
ira [furia] del Dios Todopoderoso.
(Ap 19:16) Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES
Y SEÑOR DE SEÑORES.
(Ap 19:17) Y observé [conocí] a un ángel que estaba en pie en el sol,
y clamó «a gran voz,» diciendo a todas las aves
que vuelan en medio del cielo: Vengan, y congréguense a la gran cena de Dios,
(Ap 19:18) para que coman carnes de reyes
y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños
y grandes.
(Ap 19:19) Y observé [conocí] a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos «para guerrear» contra el que montaba el
caballo, y contra su ejército.
(Ap 19:20) Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los
que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos
dentro de un lago de fuego que arde con azufre.
(Ap 19:21) Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que
montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.
Los mil años
(Ap 20:1) observé [conocí] a un ángel que descendía del cielo, «con» la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.
(Ap 20:2) Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás,
y lo ató por mil años;
(Ap 20:3) y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello
sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que
fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser
desatado por un poco de tiempo.
(Ap 20:4) Y observé [conocí] tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de
juzgar; y vi las almas de los
decapitados por causa del testimonio de
Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus
frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
(Ap 20:5) Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
(Ap 20:6) Dichoso [afortunado,
bienaventurado] y santo el que tiene parte
en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino
que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.
(Ap 20:7) Cuando los mil años se cumplan, Satanás
será suelto de su prisión,
(Ap 20:8) y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro
ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el
número de los cuales es como la arena del mar.
(Ap 20:9) Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de
los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los
consumió.
(Ap 20:10) Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la
bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
El juicio
ante el gran trono blanco
(Ap 20:11) Y observé [conocí] un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual
huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.
(Ap 20:12) Y observé [conocí] a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
(Ap 20:13) Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades
entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus
obras.
(Ap 20:14) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
(Ap 20:15) Y el que no se halló inscrito en el libro
de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Cielo nuevo y
tierra nueva
(Ap 21:1) observé [conocí] un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera
tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
(Ap 21:2) Y TR [yo Juan] observé [conocí] la santa ciudad, la nueva
Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada
para su esposo.
(Ap 21:3) Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios
con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará con ellos como su Dios.
(Ap 21:4) Enjugará TR [Dios] toda lágrima de los ojos
de ellos; y ya no habrá muerte, ni «habrá más» llanto, ni clamor, ni
dolor; porque las primeras cosas pasaron.
(Ap 21:5) Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas
las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
(Ap 21:6) Y me dijo: Hecho está. Yo soy el
Alfa y
la Omega,
el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la
fuente del agua de la vida.
(Ap 21:7) El que venciere heredará todas
las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
(Ap 21:8) Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los
fornicarios [inmorales
sexuales] y hechiceros [farmacólogos], los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que
arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda.
La nueva
Jerusalén
(Ap 21:9) Vino entonces TR [a mí] uno de los siete ángeles
que tenían las siete copas llenas de
las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré
la desposada, la esposa del Cordero.
(Ap 21:10) Y me llevó en el Espíritu a un
monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que
descendía del cielo, de Dios,
(Ap 21:11) teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra
preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana [transparente, claro] como el cristal.
(Ap 21:12) Tenía un muro grande y alto «con» doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que
son los de las doce tribus de los hijos de Israel;
(Ap 21:13) al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al
occidente tres puertas.
(Ap 21:14) Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce
nombres de los doce apóstoles del Cordero.
(Ap 21:15) El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la
ciudad, sus puertas y su muro.
(Ap 21:16) La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su
anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la
altura y la anchura de ella son iguales.
(Ap 21:17) Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre,
la cual es de ángel.
(Ap 21:18) El material de su muro era de
jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio;
(Ap 21:19) y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra
preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata;
el cuarto, esmeralda;
(Ap 21:20) el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el
octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo,
jacinto; el duodécimo, amatista.
(Ap 21:21) Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una
perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
(Ap 21:22) Y no observé [conocí] en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella,
y el Cordero.
(Ap 21:23) La ciudad no tiene necesidad de sol
ni de luna que brillen en ella; porque
la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
(Ap 21:24) Y las naciones TR [ «que hubieren sido salvadas»] andarán a la luz
de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
(Ap 21:25) Sus puertas nunca serán cerradas de día, puesto que allí no habrá
noche.
(Ap 21:26) Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.
(Ap 21:27) No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación [cosa repugnante] y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del
Cordero.
(Ap 22:1) Después me mostró un río limpio de agua de vida,
resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
(Ap 22:2) En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba
el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes
su fruto; y las hojas del árbol eran
para la sanidad de las naciones.
(Ap 22:3) Y no habrá más maldición; y el
trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus esclavos le servirán,
(Ap 22:4) y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
(Ap 22:5) No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios
el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.
La venida del
Señor está cerca
(Ap 22:6) Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas.
Y el Señor, el Dios de los espíritus de
los profetas, ha enviado su ángel, para
mostrar a sus esclavos las cosas que deben suceder pronto.
(Ap 22:7) ¡He aquí, vengo pronto! Dichoso [afortunado, bienaventurado] el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
(Ap 22:8) Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube
escuchado y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba
estas cosas.
(Ap 22:9) Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de
tus hermanos los profetas, y de los que
guardan las palabras de este libro.
Adora a Dios.
(Ap 22:10) Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
(Ap 22:11) El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea
inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es
santo, santifíquese todavía.
(Ap 22:12) He aquí yo vengo pronto, y mi premio en recompensa [retribución] conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
(Ap 22:13) Yo soy el Alfa y
la Omega,
el principio y el fin, el primero y el último.
(Ap 22:14) Dichosos [afortunados,
bienaventurados] «los
que guardan» sus mandamientos, para que «tengan» derecho al árbol de la vida, y
para entrar por las puertas en la ciudad.
(Ap 22:15) TR [Mas] los perros estarán fuera,
y los hechiceros [farmacólogo], los fornicarios [inmorales
sexuales], los homicidas, los
idólatras, y todo aquel que aprecia [quiere] y hace mentira.
(Ap 22:16) Yo Jesús he enviado mi ángel para darles testimonio
de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz
y el
linaje de
David, la
estrella resplandeciente
TR [«de la mañana.»]
(Ap 22:17) Y el Espíritu y la Esposa
dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que
quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
(Ap 22:18) Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios
traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.
(Ap 22:19) Y si alguno quitare de las palabras del libro
de esta profecía, Dios quitará su parte del libro
de la vida, y de la santa ciudad y «de las cosas que están
escritas» en este libro.
(Ap 22:20) El que da testimonio de estas
cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
(Ap 22:21) La gracia de nuestro Señor Jesús, el Cristo sea con todos TR [ustedes]. Amén.